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¿El agua gira para lados diferentes en cada hemisferio?

La energía que libera un terremoto es tan poderosa que es capaz de destruir grandes construcciones. FOTO: CORTESÍA: INTERNET
La energía que libera un terremoto es tan poderosa que es capaz de destruir grandes construcciones. FOTO: CORTESÍA: INTERNET
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El mito dice que en los desagües de los lavamanos o los inodoros el agua gira en distinta dirección dependiendo si nos encontramos en el hemisferio norte o en el hemisferio sur. Esto sucedería por la llamada ‘fuerza de Coriolis’. Al girar, la Tierra hace que objetos en movimiento se desvíen ligeramente hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la izquierda en el hemisferio sur.

Pero como todo fenómeno físico, la fuerza de Coriolis depende de algunas variables, fundamentalmente la masa del objeto que está en movimiento y la velocidad a la que rota. Por esta razón, solo puede ser observado en grandes masas de agua o de aire, como en los huracanes. El efecto Coriolis es indetectable en escalas pequeñas y se hace más fuerte cerca de los polos; en la línea ecuatorial equivale a cero.

Por tanto, es un mito que apenas se pase la línea ecuatorial cambie la dirección en que gira un poco de agua. Y para comprobarlo se puede hacer un experimento. En el lavabo de la cocina abrimos la llave de agua y ponemos cualquier cosa que flote, una pequeña pelota, por ejemplo. Podremos ver que si movemos el grifo a la derecha o la izquierda, el objeto gira en direcciones distintas, simplemente porque la dirección del movimiento del agua depende de la posición en la que salga el agua.  Y para verificarlo, observe en qué dirección gira el agua en cada uno de los artefactos de su propia casa, y también de sus vecinos. Verá que no todos giran en la misma dirección, aunque todos estén en el mismo hemisferio.

¿Los terremotos pueden provocarse ?

Los terremotos no suceden porque las mujeres se vistan ‘de manera indecente’, como aseguró hace pocos días un clérigo iraní; ni tampoco porque existan tenebrosas armas secretas, como afirma un mito que circula por la red. Casi todos los grandes terremotos suceden en las zonas donde chocan dos de las placas tectónicas que forman una especie de cáscara del planeta, encima de la cual estamos asentados todos los seres vivos. Al empujar en direcciones diferentes, se va acumulando tensión entre grandes masas de rocas a lo largo de muchos kilómetros, hasta que por fin esas masas se quiebran y provocan que la Tierra tiemble.

La energía que libera un terremoto hace imposible que los seres humanos siquiera soñemos con poder manipularla. Por ejemplo, cada sismo de grado 3 en la escala de Richter equivale a la explosión de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. Y de esos suceden unos 130 mil cada año en todo el planeta. En cambio, un sismo de grado 7 equivale a mil bombas atómicas; y uno como el sucedido en Nepal, cerca de 30 mil bombas de Hiroshima.

Y la energía liberada por un terremoto de 9 grados equivale a más de todas las armas nucleares del mundo, juntas. Por esa razón, hasta hoy, y seguramente por mucho tiempo más, no se puede fabricar un terremoto o un huracán, ni siquiera una pequeña tormenta eléctrica. Sencillamente porque las fuerzas de la naturaleza siguen siendo demasiado gigantescas para nuestra muy pequeña escala humana. (continúa)

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