Einstein también se equivocaba, y feamente. Aunque Einstein tuvo la osadía de revolucionar de manera genial los conceptos de la física, también metió la pata como cualquier otro ser humano. Por ejemplo, en su época estaba emergiendo la física cuántica, un nuevo campo que explicaba que a escala microscópica los fenómenos físicos no siguen las mismas leyes que en el mundo macro. Esa idea molestaba a Einstein. Decía que todo debía seguir un orden, unas leyes y una causalidad que la física cuántica desafiaba. Por eso nunca la aceptó. Pero la física cuántica es una realidad palpable. Gracias a ella hoy tenemos teléfonos celulares, tomógrafos u hornos de microondas.

Tampoco supo defender sus propias deducciones sobre los límites del universo. Los físicos de su época daban por hecho que el universo era estático.

Isaac Newton había dado muchas referencias a la física y aproximadamente 300 años antes, aquel físico inglés había sostenido que el universo y las leyes que lo gobiernan eran inmutables...hasta que Einstein planteó que no era así. En la Teoría de la Relatividad General Einstein lo negaba, porque de ser así la fuerza de la gravedad juntaría toda la materia y el universo colapsaría hasta desaparecer. Y justamente él, que desafiaba todos los dogmas, terminó añadiendo en sus ecuaciones algo que llamó “constante cosmológica”: un número que permitía que los cálculos cuadraran para un universo estático. Una idea que hoy está descartada.

Pero el error que más le pesará -como lo afirma su último biógrafo Walter Isaacson-será firmar en 1939 una carta en la que -junto con otros científicos- sugería al presidente Franklin Roosevelt comenzar a desarrollar la bomba atómica. Es que la comunidad científica no quería que un dictador como Hitler se adelantase con esta terrible arma. Luego dijo: “si yo hubiese sabido que ese temor no estaba justificado, no hubiera participado... mi desconfianza en los gobiernos no se limitaba a Alemania”.