Para calmar en algo el dolor agudo de una operación o una amputación, desde la Antigua Grecia se utilizó el jugo de las semillas de opio, el beleño o la mandrágora. El opio siguió usándose durante 2200 años, y aunque disminuía un poco el dolor, los pacientes continuaban despiertos y sufrían lo indecible. Los cirujanos debían emborrachar a sus pacientes y trabajar a toda velocidad para evitarles más sufrimiento, pero algunos de ellos morían a causa del shock causado por el dolor.

En 1844, un afortunado accidente cambiaría las cosas. El dentista Horace Wells asistía a un espectáculo del circo Barnum en el que se utilizaba óxido nitroso -o gas hilarante- para hacer reír a algunos participantes. El doctor notó que uno de ellos acababa de lastimarse seriamente una pierna pero no mostraba tener dolor. Al día siguiente el propio dentista se hizo sacar una muela sin sentir absolutamente nada; pero cuando quiso repetir el descubrimiento frente a sus colegas, fracasó con  varios pacientes.

Aún no lograba dar con la dosis necesaria, pero la idea de quitar el dolor para fines quirúrgicos persistiría. Apenas dos años después, su colega William Morton utilizaba éter para anestesiar a un paciente, al año siguiente se usaba cloroformo para amputar la pierna de un herido de guerra. En el siglo 20 aparecerían anestésicos más seguros y efectivos como el pentotal. El dolor había sido vencido.

5. Vulcanización

El caucho es una sustancia lechosa que antes de producirse de manera sintética se extraía de árboles tropicales de la selva amazónica, incluyendo Ecuador. En estado natural es muy viscosa cuando hace calor, y demasiado dura cuando hace frío, por lo que no tenía demasiada utilidad práctica. Sin embargo, un inventor fracasado de nombre Charles Goodyear se devanaba los sesos para conseguir un material estable y consistente.

Cierto día experimentaba en su casa con una apestosa mezcla de azufre y caucho, y fuese por accidente o por miedo a que su esposa lo regañara por el mal olor como dice otra versión, arrojó la mezcla a una hoguera.

Para su sorpresa vio que el caucho se había endurecido sin perder por ello sus cualidades elásticas. Acababa de inventar el proceso de vulcanización que permitió el desarrollo de las llantas que con la aparición del automóvil generaron una industria multimillonaria. Irónicamente, Goodyear murió en la pobreza. La compañía que lleva su nombre como homenaje póstumo fue fundada mucho tiempo después.

Estas son anécdotas coloridas. Muchos pensarían que son producto exclusivo de la “buena suerte”, pero no es así. Alguien con conocimiento, creatividad y disciplina puede llegar a un objetivo, incluso ese resultado “casual” puede servir de base para que alguien en el futuro mejore el resultado.