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El Telégrafo
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Ni estamos en guerra ni vamos a callar ante todas las mentiras

Ni estamos en guerra ni vamos a callar ante todas las mentiras
29 de julio de 2012 - 00:00

A José Villamarín le tenemos que decir: varias veces “usamos” sus comentarios sobre medios y nunca se quejó. ¿Por qué lo hace ahora? Y el portal Mediaciones ha “usado” varios artículos de El Telégrafo y jamás nos sentimos utilizados. Al contrario, agradecemos que los replique aunque no sea un espacio de amplia difusión y mucho menos de ingreso masivo de lectores. Eso es lo de menos. Es más, cuando han sido justas y muy bien argumentadas sus críticas a las publicaciones de nuestro diario las hemos asumido como parte de nuestro trabajo. Ha sido como una “asesoría” gratuita que no dejaremos de reconocer y agradecer.

¿Qué entiende él por uso político de sus artículos? ¿Está hablando de que hay una acción política, por ende, de El Comercio en esto? ¿Lo puede probar? Y al mismo tiempo, sorprende sobremanera que se endilgue así mismo una tarea pedagógica con sus artículos. ¿Son de uso restringido para estudiantes y academias? ¿Ciespal se abstiene de considerar sus publicaciones como un acto social donde caben también las críticas, los usos y hasta la difusión de sus artículos y publicaciones? ¿No sabe Villamarín que hay algo que se llama copyright y que para usarlo tiene que patentarlo de modo explícito?

En lo de fondo: la guerra de la que él habla no la inició este diario, tampoco nos hemos colocado en esa “tensión”.
¿Por qué no se pregunta Villamarín por qué  hizo eso El Comercio? ¿Qué hay detrás de todo ello? Pero sobre todo: ¿se fijó en la redacción, el uso de fuentes, la cita de cifras y el tono de los titulares?

Lo que ninguna institución puede aceptar (como nunca lo haría Ciespal) es que se publique una serie de artículos sin contrastar, mintiendo, ofendiendo y dejando sentado que la publicación no tiene otro objetivo que  desmerecer un trabajo profesional, un proyecto histórico (el de la construcción de medios públicos) y una serie de propuestas editoriales que rompen el esquema clásico de periodismo, pero que José Villamarín no contextualiza para analizar.

Por ejemplo, Villamarín olvida que no son dos o tres reportajes los que ha hecho El Comercio y otros diarios y canales contra El Telégrafo. Debería revisar (como lo hace con lo que nosotros hemos publicado sobre otros medios) cómo en la página de humor Justicia Infinita, de los viernes, se han mofado de la manera más ruin y hasta baja del nombre de nuestro diario, de sus directores y periodistas. Ello sin contar las innumerables menciones que han hecho en Twitter y Facebook para, amparados en esa muralla, denigrar nuestra labor.

Villamarín, por cierto, olvida para su análisis que no es periodístico ni ético generalizar. Cuando él pone por delante la “eticidad” entra en el terreno cuasi moral de lo que es posible o pecaminoso hacer. ¿Con cuál vara está midiendo Villamarín el trabajo de El Comercio para arrancar con esa serie de artículos? ¿Con cuál vara periodística mide el trabajo de El Telégrafo para endosarnos una serie de dudas y hasta suposiciones?

No pedimos aplausos y mucho menos reconocimientos apologéticos. Queremos críticas sabias y sustentadas en conceptos y realidades concretas. No aspiramos a ser un modelo, pero sí un escenario de otra forma de hacer periodismo. Como él mismo dice: “los medios también deben ser sujetos de escrutinio público”. Y nosotros más porque estamos en un proceso de construcción de una aspiración plena.

Nosotros no empezamos ni desatamos guerras: publicamos reportajes e investigaciones sobre lo que en esos otros medios nunca se dijo. ¿José Villamarín conoció a través de un medio comercial la participación accionaria de El Comercio, El Universo y Ecuavisa en la concesión telefónica? ¿Supone él que lo publicamos para desatar una guerra? ¿No será que solo se lo pudo hacer desde un medio público porque no se debe a intereses ni grupos económicos?

Pero está bien, sostendremos todos los diálogos posibles y hasta los debates más álgidos con todos los que quieran contribuir a mejorar la calidad de los medios, de la prensa escrita, de las condiciones laborales de los periodistas, porque somos, ante todo, una sociedad mediatizada, que asume y entiende que en la comunicación hay mucho valor para sobrellevar su vida diaria. Sin embargo, en ese debate y en esa reflexión no vamos a permitir, nunca lo haríamos, que prime la mentira, y menos el prejuicio o la ofensa.

Agradecemos, de nuevo, las críticas que nos ha hecho y nos seguirá haciendo el portal Mediaciones, y en particular José Villamarín. Lo único que les pedimos es mirar el bosque, no los árboles, satisfacer todas sus curiosidades y dudas desde y con las herramientas del periodismo. Bastaría que revise nuestras propuestas editoriales para que, al menos, sospeche por qué “ataca” El Comercio y, más allá de las cifras de circulación o de la lectoría (relativas a intereses comerciales y de mercado exclusivamente), también sería bueno analizar por qué después de nuestras publicaciones de respuesta el matutino quiteño se silenció ante el tema y por qué casa adentro se desataron otros debates “éticos”.

Y una aclaración válida para Villamarín y todos nuestros lectores: El Telégrafo se considera y se asume (para eso trabajamos todos los días bajo una línea editorial y conceptual) como un diario nacional. No es vanidad y menos falsa modestia, pero queremos constituirnos en el primer periódico que materialice ese concepto en un territorio regionalizado, maqueteado (también por los medios, pero sobre todo por los políticos) con la intención de desestructurarlo. Queremos construir esa red que ponga a dialogar, por encima de los intereses grupales, regionales, económicos y hasta culturales, a una sociedad incluyente, participativa, donde la identidad sea la diversidad más plena de todos, sin satanizar nuestra “sede” geográfica.

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