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Ser humano y naturaleza, armonía pendiente

Ser humano y naturaleza, armonía pendiente
17 de junio de 2013 - 00:00

Las tres dimensiones del llamado desarrollo sostenible o sustentable: ambiental, económico y social, constituyen una tarea aún pendiente de armonizar ante el constante deterioro de la relación tácita entre ellas para la planeación del desarrollo.

A escala global, tanto los desastres regionales como locales que a diario suceden, hacen imprescindible volcar la atención de la sociedad y los gobiernos hacia la búsqueda de soluciones y alternativas de desarrollo que tomen en cuenta las complejas interrelaciones con el medio ambiente.


En opiniones de expertos, vertidas en diferentes foros y estudios accesibles para quienes se interesen por estos temas, el cambio climático, el deshielo de polos y glaciares, la pérdida de la biodiversidad, así como la destrucción de selvas, bosques y diversos ecosistemas y la contaminación del agua, entre otros muchos problemas, plantean una verdadera disyuntiva a la humanidad.


De ahí que algunos investigadores subrayen la necesidad de hallar alternativas para lograr un desarrollo equitativo, económica y socialmente viable, que fomente el aprovechamiento racional y óptimo de los recursos naturales.


Sin embargo, pese a las diversas conferencias de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, cumbres y foros, la mencionada tríada aún está lejos alcanzar un equilibrio real ante la resistencia de los denominados centros de poder.

 

Esa migración empresarial se dirige hacia aquel territorio donde
menos obstáculos exista a la hora de ejecutar actividades
proclives a la degradación ambiental.

Con la extensión y profundización del proceso que los estudiosos han llamado globalización, las economías, los sistemas políticos, la cultura, las estructuras sociales, la ciencia y la tecnología, entre otras, se encuentran altamente homogeneizadas. No obstante, en este proceso contradictorio en sus manifestaciones y efectos, el debate sobre el ambiente ha tenido un papel fundamental en términos económicos y sociales.


Ciertamente desde la aparición de las primeras críticas a la industrialización por sus impactos nocivos sobre la naturaleza y el ambiente en general, no se ha dejado de discutir acerca del valor que tienen la preservación y conservación de los recursos naturales renovables y no renovables con que cuenta el planeta, así como de la influencia de estos en la calidad de vida. Pero el énfasis durante varias décadas en una integración económica de corte neoliberal, como la única vía para el desarrollo de las economías dependientes, y por otra parte el predominio del capital financiero transnacional, coincidieron con políticas ambientales poco eficaces.


México es un ejemplo de ello tras la entrada en vigencia de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, acorde con las cifras disponibles que dan cuenta de un deterioro y contaminación de los suelos, el agua y el aire, mientras se redujo por varios años el gasto destinado a la política ambiental.


Por otra parte, las grandes corporaciones o transnacionales ya no solo se desplazan por el mundo buscando escapatoria a la legislación laboral, sino también a la legislación ambiental, pues no todos los países cuentan con el mismo poder para la implementación de las leyes.


Esa migración empresarial se dirige hacia aquel territorio donde menos obstáculos exista a la hora de ejecutar actividades proclives a la degradación ambiental. El impacto es doblemente grave, pues no solo se explota a la población con largas jornadas de trabajo y bajos salarios, sino que también se está dejando una secuela de destrucción y contaminación de consecuencias impredecibles.


Bangladesh es un ejemplo de ello. Recientemente un edificio que albergaba fábricas textiles se derrumbó, con un saldo de más de 1.127 víctimas fatales.


A su vez, todo ello evidencia que las políticas ambientales son un factor reproductor de las bajas condiciones de vida de las poblaciones con economías atrasadas o dependientes, toda vez que disminuyen las posibilidades de insertarse en la economía global en igualdad de condiciones.


Asimismo, el factor ambiente tiene otras formas de expresión en el contexto de la globalización, que es explotado por los centros de poder a conveniencia.


En este sentido, se han establecido determinados estándares de calidad para empresas y productos a fin de producir el menor impacto ambiental, al tiempo que muchos gobiernos se valen de esa normativa con vistas a evaluar los productos y las empresas con posibilidades de ingresar en el mercado interno de su país.


De esa manera, los productos contaminantes -según sus criterios- y aquellas empresas de alto impacto ambiental no pueden entrar ni funcionar en su territorio, situación que hace más vulnerable a las naciones pobres o en desarrollo, ya que esos estándares solo pueden ser cumplidos con tecnología de punta, recurso escaso para esos territorios.


Es así como bajo dichas normativas se han consolidado grandes monopolios industriales de los países desarrollados, en la medida en que excluyen al resto de esas tecnologías y recursos, dando lugar a un círculo vicioso de degradación y exclusión en el objetivo por alcanzar la tan añorada armonía entre el hombre y la naturaleza.

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