Un libro de necesaria lectura en estos días en que el país está reconstituyendo su política industrial es Industrial Policy and Development. The Political Economy of Capabilities Accumulation (2009), editado por Mario Cimoli (Director de la División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la Comisión Económica para América Latina y el Caribel, Cepal), Giovanni Dosi (profesor de Economía en la Scuola Superiore Sant’Anna en Pisa, Italia) y Joseph Stiglitz (premio Nobel de Economía 2001).

En el texto se discuten aspectos conceptuales sobre las instituciones y políticas que inciden en el desarrollo industrial, las políticas industriales en perspectiva histórica y experiencias nacionales y regionales, como las que muestra el gráfico 1 en el que se comparan las políticas de Asia del Este y América Latina.

En la obra se considera a la política industrial como clave en los procesos de desarrollo y se la define de una manera amplia: políticas de apoyo a las ‘industrias infantes’, políticas comerciales, políticas de ciencia y tecnología, políticas de compras públicas, políticas que afectan a la inversión extranjera directa, derechos de propiedad intelectual y asignación de recursos financieros.

Adicionalmente, se analiza la implementación conexa de instituciones que moldean la naturaleza de los actores económicos, los mecanismos de mercado y las reglas bajo las cuales operan, así como las fronteras entre las formas de organización económica de mercado y no mercantes.

Una idea clave del libro es que la transformación económica incorpora importantes procesos de acumulación de conocimiento y capacidades a nivel de los individuos y las organizaciones.

Las capacidades tienen que ver tanto con la educación y la capacitación como con el conocimiento de las organizaciones para la resolución de problemas como la absorción de tecnologías de producción; procesamiento de información; innovación; mercadeo; relaciones laborales; capacidades dinámicas de aprendizaje; diseño, mejoramiento y adopción de nuevos productos y procesos.

Si bien se considera que no existen recetas mágicas de política pública, plantea también que hay ciertos principios básicos que han tenido históricamente las políticas exitosas de industrialización: emulación de las tecnologías y actividades productivas de los países avanzados; complementariedad entre aprendizaje tecnológico y el desarrollo de la capacidad productiva; necesidad de fomentar y proteger comercialmente las industrias infantes; administración de la distribución de las rentas favorable al aprendizaje y la industrialización (incluida la posibilidad de retirarlas en función del desempeño); los regímenes rígidos de derechos de propiedad intelectual no ayudan a la industrialización y a veces la perjudican (limitan la imitación y la ingeniería inversa); evitar la maldición de los recursos naturales; y la necesaria consistencia entre políticas industriales y políticas macroeconómicas.

Así, la política industrial tiene el objetivo de cambiar las trayectorias futuras de los patrones de acumulación de capacidades (educación, información, tecnología, conocimiento) y de los patrones de producción y comercio.

Se trata entonces de construir premeditadamente ventajas comparativas dinámicas indistintamente de las ventajas comparativas reveladas y, por tanto, de alcanzar una mejor inserción en la división internacional del trabajo intelectual y físico.