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Panorama internacional actual de las energías renovables
La energía constituye un factor irreemplazable en la satisfacción de las necesidades en todos los conglomerados sociales desde su descubrimiento. Así, la sociedad ha discurrido por una serie de transiciones en la estructura energética mundial que empezaron desde 1850 con el uso del carbón, pasando por el inicio de la energía nuclear en la posguerra y con el surgimiento y afianzamiento de las energías renovables del presente. Como consecuencia de esta metamorfosis en los recursos energéticos, el cambio climático constituye una de las mayores complicaciones ambientales que afronta el planeta.
El precio mínimo de sustentación de maíz en octubre se mantiene en 14,8 dólares por quintal de 45,36 kg y con 1% de impurezas.
En las últimas cinco décadas, las concentraciones de gases de invernadero han aumentado precipitadamente como resultado de la actividad humana, pues la generalización del uso de combustibles fósiles, el deterioro de la capa de ozono y la devastación de las áreas verdes están propiciando transformaciones radicales en las condiciones climáticas mundiales que cada vez son más impredecibles. Frente a esto, las energías renovables representan una alternativa sustentable ya que la energía se obtiene de fuentes naturales ostensiblemente duraderas, ya sea por la extraordinaria cantidad de energía que poseen, o porque pueden regenerarse. Sin embargo, junto con el adelanto energético, se ha impulsado inevitablemente el crecimiento de la población, el desarrollo económico y el avance tecnológico. Por lo que es necesario analizar la recepción y avance internacional de la energía renovable para contemplar su consolidación en el futuro.
En el informe de junio de 2013 sobre la perspectiva de la energía en el mundo, de la Agencia Internacional de Energía (AIE), se delimitan panoramas notoriamente definidos. Inicialmente, en los países que forman parte de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico), esta clase de fuentes de energía sustentable ha atravesado un fortalecimiento permanente en los últimos 10 años, incluso a pesar de la crisis.
La Dirección Regional norte del SRI recaudó 63’802.060 dólares en el periodo de enero a septiembre de 2013.
Igualmente, gracias al impulso en la generación de electricidad a partir de la energía eólica y al empleo de biomasa y biocombustibles, han conseguido constituir una parte representativa del consumo de energía en esta región; esto significa un 8% de la energía primaria y un 17,3% de la generación eléctrica en 2010, cifra que demuestra un incremento que supera el 3% desde 2005 (AIE, 2013).
En Europa, por otro lado, aunque se ha producido una elevación en el empleo de carbón, la liberación de dióxido de carbono se redujo en 50 megatoneladas (Mt), a raíz de la recesión de su economía, la promoción de las energías renovables y la efectividad en la demarcación de límites máximos de emanaciones destinados a las industrias. En el caso de Japón, las emisiones se acrecentaron en 70 Mt, pues los intentos en el mejoramiento de la eficiencia energética no fueron suficientes para sustituir la utilización elevada de combustibles fósiles.
Sin embargo, estas propensiones alentadoras podrían invertirse ya que, pese al progreso activo de ciertos países, las emisiones de CO2 en el mundo que provienen de la energía han aumentado en un 1,4%, llegando a las 31,6 gigatoneladas (Gt) el año pasado, un extremo sin precedentes (AIE, 2013). Asimismo, hace más de 10 años, la generación de dióxido de carbono en los países no pertenecientes a la OCDE era del 45% y en la actualidad genera el 60%.
Dentro del segundo panorama, se puede mencionar a las naciones con economías emergentes, en especial el grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), conocido por tener una población, dimensiones geográficas y recursos naturales en una cantidad tan amplia que suponen una gran atracción para las inversiones y que, como resultado, atraviesa por un proceso de crecimiento en el que su consumo energético general es considerable: en mayo de este año, un estudio del Datacenter Dynamic Intelligence ha determinado que cuatro de cada cinco países con actividades comerciales e industriales en aumento que han contribuido al acrecentamiento de las concentraciones de dióxido de carbono, integran el grupo antes mencionado y que, si se toma en cuenta su generación de electricidad, su progresión anual ha representado un 5,2% en comparación con el 1,6% de la OCDE.
En el caso de Japón, las emisiones se acrecentaron en 70 megatoneladas, pues los intentos por el
mejoramiento de la eficiencia energética no fueron suficientes para sustituir la utilización elevada de combustibles fósiles.
Cabe recalcar que a esta acentuación en el gasto de energía, se ha agregado el fomento y establecimiento de la energía renovable en países con gran producción de contaminación como China e India. De esta forma, si bien China fue el estado que favoreció de manera más prominente al incremento de las emisiones de CO2 en 2012, ha contribuido a su disminución debido a la mejora de las energías renovables y a un avance en la reducción de la intensidad energética de su economía. Según el escritor y economista Jeremy Rifkin, China podría convertirse en un modelo a seguir al liderar el desarrollo de las energías renovables junto con el perfeccionamiento de su tecnología con una financiación de 64,7 mil millones de dólares en energía solar, eólica y otros tipos de energía alternativa (GlobalAsia, 2013), superando la inversión de Estados Unidos desde 2011.
Esto supone una evolución de la generación renovable mayor al estándar de 186% frente a 169%, desde 2000 (ExxonMobil, 2013). Mientras tanto, India ha puesto en camino un plan de tres etapas, “National Solar Mission”, en el que se propone generar alrededor de 20.000 megawatts para 2022 con la instalación de 7 millones cuadrados de paneles solares fotovoltaicos y térmicos (ICEX, 2012).
En último lugar, es posible decir que en el resto del mundo la instauración de las energías renovables continúa desarrollándose de modo incierto en algunos casos, mientras que en otros parece tener una viabilidad mayor. El Banco Interamericano de Desarrollo defiende que “América Latina y el Caribe tienen un potencial eléctrico renovable 22 veces mayor que la demanda esperada en 2050” y estas expectativas en generación de energía provienen de fuentes como la marina, eólica, geotérmica, residuos de biomasa y solar, entre otras (Figura 1 y 2), además los países que se encuentran estudiando su aplicación son Colombia, Ecuador y Panamá. Del mismo modo, en 2012, la REN21 (Renewable Energy Policy Network for the 21st Century) emitió un informe en que establece que México, Argentina y Brasil son los países latinoamericanos que más han aportado en la implantación de la energía geotérmica, energía hidrológica y producción de biocombustibles en la región, respectivamente.
Como conclusión, incluso teniendo en consideración que se apliquen las políticas de intervención para reducir las emisiones de dióxido de carbono previstas, se supone que, en 20 años, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero asociadas a la obtención de energía serán 4 gigatoneladas de CO2, lo que hace notoria la trascendencia del desafío al que se debe hacer frente en los próximos años.
Además, a medida que continúe la expansión de la población, la demanda de energía para el transporte, electricidad para los hogares y mantenimiento de las industrias tendrá un aumento que solamente será superado con éxito por ejes de política energética que estén encaminados a la seguridad de suministro, respeto por el ecosistema y estabilidad económica. Así, a más de ser indispensables para enfrentar dificultades ambientales a medio o largo plazo, las energías renovables ostentan la capacidad de modificar las financias de un país, instituyendo un número acrecentado de ofertas laborales y fomentando una actividad de alto valor global para el saneamiento de la destrucción del medio ambiente que podría favorecer las inversiones.
Sin embargo, esta evolución hacia la economía verde, que se está desarrollando más fuertemente en países con los recursos necesarios, solo será factible siempre que se conserve un apoyo adecuado y estable que permita la expansión de estas tecnologías en todas las áreas que involucren una producción de energía contaminante.
Fragmento del Informe sobre la perspectiva de la energía mundial
El mundo no está en la senda de alcanzar el objetivo acordado por los gobiernos de limitar la elevación de la temperatura media mundial a largo plazo a 2 grados Celsius (ºC). Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero están aumentando rápidamente y, en mayo de 2013, los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera superaron por primera vez en varios cientos de miles de años las 400 partes por millón. La mayor parte de los análisis científicos señala que nuestro clima ya está cambiando y prevé que los acontecimientos climáticos extremos (tales como tormentas, inundaciones y olas de calor) sean cada vez más frecuentes e intensos, así como la elevación de la temperatura global y del nivel del mar.
Teniendo en cuenta las medidas ya aplicadas o las previstas pendientes de aplicar, parece que es probable que la elevación de la temperatura media mundial a largo plazo oscile entre los 3,6 °C y los 5,3 °C (en comparación con niveles preindustriales) y que la mayor parte del aumento se registre en el presente siglo. Aunque la actuación a escala mundial aún no es suficiente para limitar la elevación de la temperatura global a 2 °C, este objetivo sigue siendo técnicamente factible, si bien extremadamente exigente.
Para conservar una posibilidad realista de alcanzar el objetivo de los 2 °C, es necesario actuar intensamente antes de 2020, fecha en que debe entrar en vigor un nuevo acuerdo internacional en materia climática. La energía se halla en el centro neurálgico de este desafío: el sector energético produce aproximadamente 2/3 de las emisiones de gases de efecto invernadero; más del 80% del consumo mundial de energía se basa en combustibles fósiles.