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La razón cordial del Sumak Kawsay
La participación directa de un fuerte liderazgo, capaz de decir lo que se piensa y hacer lo que se dice, emerge con luz propia. Rafael Correa se convierte en la cabeza visible de dicho liderazgo colectivo. La Revolución Ciudadana, aprovechando toda la riqueza histórica acumulada en largas y utópicas luchas populares, penetra profundamente en la conciencia social y torna irreversible el proceso. La nueva Constitución de la República (que constituye la expresión utópica viable de un proyecto de vida común, resultante del ejercicio más democrático de la historia política ecuatoriana), el Plan Nacional del “Buen Vivir/Sumak Kawsay” ( que avanza y concreta la construcción del nuevo edificio social y político) y el conjunto de leyes y decretos presidenciales, son coincidentes con la “real política”, claramente se orientan hacia la recuperación del nuevo ser humano caracterizado por su natural vocación de “ser social” que no solamente se ocupa y se preocupa del “yo”, sino, también –y con toda la fuerza de su conciencia solidaria, del “nosotros”. El marco jurídico, la nueva institucionalidad y el conjunto de políticas funden en un feliz encuentro el sagrado principio de sentir, pensar, decir y hacer.
El Socialismo del “Buen Vivir/Sumak Kawsay”, es la más bella utopía posible del Siglo XXI. Significa: armonía colectiva, armonía con la naturaleza, sentido nacional de pertenencia, políticas democráticamente soberanas, inserción responsablemente inteligente al mundo global, recuperación y práctica –individual y colectiva- de principios y valores (solidaridad, honestidad, respeto, responsabilidad, amor a la paz, entre otros). El Socialismo del y para el “Buen Vivir” que indeteniblemente avanza propende la construcción de una sociedad en la que todos los hombres y mujeres, niños y niñas disfruten a plenitud de la vida sin opulencias ni carencias. El canasto de “satisfactores” de las necesidades individuales y colectivas debe contemplar aquellos bienes y servicios materiales que ofrecen los mercados y también aquellos que los mercados no lo ofrecen, que son los bienes espirituales.
Este socialismo requiere, sin duda, también del mercado. El modelo económico es social, solidario y con mercado y no como el dogma neoliberal propugna: Un mercado dueño de los destinos de la sociedad. Los parámetros de la gestión económico-productiva tienen obligatoriamente que incorporar variables de eficiencia, equidad y eficacia. Eficiencia para optimizar con responsabilidad social, laboral, ambiental y fiscal la calidad y la productividad. Equidad para la justicia distributiva y redistributiva priorizando al ser humano y su trabajo como los factores vivos y con alma de todo proceso productivo. Eficacia para lograr la universalización del acceso digno a los frutos del “Buen Vivir”.
El Socialismo del Siglo XXI no es el imperio de la razón y el positivismo pragmático que exacerba el egoísmo y excluye a muchos, al contrario, es sabiduría solidaria, es pan con alma, es inclusión total con respeto a la diversidad. Es la “razón cordial” de vivir.