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Gabriel Frugoni: ‘‘Sin Estado es imposible hacer políticas a largo plazo’
El director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de Uruguay, Gabriel Frugoni, estuvo en Quito, hace una semana, participando en el lanzamiento del Plan Nacional del Buen Vivir 2013-2017. Al respecto, comentó que el Plan ecuatoriano es “un buen ejemplo y experiencia para tomarlo en cuenta por el resto de países de la región y el mundo”.
¿Qué opina sobre el Plan Nacional del Buen Vivir 2013-2017 que acaba de estrenar el Ecuador?
Es un esfuerzo muy grande. A parte de admiración, tenemos una especie de envidia sana, pues quisiéramos también contar con el mismo documento. Uruguay ha recorrido otros caminos con el plan quinquenal y ahora, con la planificación, vemos que es necesario incorporar ejes que apunten hacia lo que ustedes denominan como Buen Vivir.
¿Qué implica ese cambio de visión en la planificación, es decir, orientarla hacia el Buen Vivir?
Lo importante es el contenido, porque cuando se planifican valores y políticas territoriales, hay inclusión social. Por suerte, en estos últimos años, nos hemos acostumbrado con los nuevos gobiernos de América Latina a comenzar a pensar para qué sirven los valores. Cuando hablamos del Buen Vivir nos referimos a convivencia, a un modelo de vida que precisa plazos, planificación y desarrollo. Si la planificación será sustentable o no, eso dependerá de cómo se la lleva a la práctica y cómo la apoya la población.
Gabriel Frugoni, director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de Uruguay
¿Cuál es cree que son las rupturas que plantea este Plan?
En los proyectos neoliberales, temas como el talento humano, por ejemplo, ocupaban un puesto secundario. Nosotros vemos que el Plan tiene un papel más humano en sus valores y prioriza derechos porque en definitiva, hay que apuntar hacia una política que profundice derechos y garantías, y, a partir de ahí, vamos creando el Buen Vivir que nosotros, de alguna manera, lo llamamos convivencia. Este enfoque lo vemos muy bien plasmado en el proyecto ecuatoriano.
¿Cómo se organiza y articula la planificación en Uruguay?
Lo que está haciendo nuestra Oficina es, más allá del Plan Quinquenal de 2010, el Plan de Desarrollo que define las prioridades políticas para los próximos 15 años, con miras a 20. Uruguay padeció algunos años con un desempeño secundario del Estado, el mercado era el que asignaba y elegía las políticas. Fue muy dura esa época porque nos dejaron indicadores sociales complejos y difíciles de revertir en pobreza, educación, salud y una brecha social muy marcada.
¿Quiénes son los actores, además de las instituciones oficiales, que hacen posible el cumplimiento de los planes de desarrollo?
Creemos en la solidez de los partidos políticos, de los grupos sociales y la consolidación de las fuerzas populares y su participación. Ecuador, sin duda, es uno de los ejemplos de que con ese nivel de organización, se pueden obtener resultados positivos en educación, salud y vivienda.
¿Cuáles considera que son las limitaciones en una sociedad, cuando al Estado se lo trata de recudir en tamaño y minimizar sus funciones reguladoras y de control social?
Sin el Estado es imposible hacer políticas a largo plazo, llevar a la sociedad educación de calidad y en cantidad, agua potable, energía, vivienda y salud. Pero así como se lo debilitó por esos modelos neoliberales, ahora debe ser más ágil, tener menos burocracia y corporativismo. Las instituciones públicas deben pensar más en la gente, deben apuntar hacia la construcción de un Estado populoso e inteligente.
La importación de combustibles en el primer semestre de 2013 aumentó tanto en volumen (14.5%) como en valor FOB (14.7%).
¿Cuáles deberían ser los lineamientos para construir una agenda regional de planificación y desarrollo?
Le puedo hablar de la experiencia de Uruguay: está necesitando una regionalización intermedia entre el nivel nacional y los departamentales (que son 19), son seis territorios donde se va a tener representantes de la Oficina de Planeamiento del Presupuesto.
¿Uruguay es líder en la región en aprobar ciertas libertades para la población, como la regulación de la marihuana, el matrimonio igualitario y facilitar el aborto ¿cómo se logró articular esas políticas?
Son caminos largos, legislaciones que los defendió solamente la izquierda para favorecer los derechos de la mujer. El aborto, por ejemplo, era un aspecto sensible de salud pública por su clandestinidad que afectaba a la parte más pobre de la sociedad, que eran los que morían o terminaban con consecuencias graves en la salud. Por otra parte, Uruguay está viviendo efectos graves del uso de la pasta base; hubo la necesidad de regular algunos vínculos con las drogas, más allá del derecho del autocultivo. Y finalmente, sobre el matrimonio igualitario, es una nueva agenda que se ha puesto encima de la mesa y ha ido progresando.
Países como Ecuador, que recién empiezan a discutir públicamente temas sensibles como el de la regulación al consumo de drogas, ¿cuál cree que debería ser el camino adecuado para abordar esta problemática?
Lo que le podemos decir a Ecuador es que la prohibición no ha servido. Hay ejemplos en el mundo sobre drogas donde la regulación es mejor que la prohibición.
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¿Cómo son en Uruguay los procesos de participación para armar la planificación y llegar a consensos?
Se privilegian las opiniones de los actores sociales en lo económico, social y en los asuntos de organización política. Luego, en el presupuesto quinquenal, se toma en cuenta las prioridades establecidas por los ciudadanos. Asimismo, los sindicatos u otras organizaciones tienen un tránsito en el Parlamento para exponer sus demandas y propuestas, y eso da como resultado el plan. Hasta fines de año dejaremos uno no tan ambicioso como el Plan del Buen Vivir que ha impulsado el Ecuador, sino uno de desarrollo que enfatice en las áreas estratégicas de la economía.
¿Qué opina sobre la propuesta de cambio de la matriz productiva que impulsa el Ecuador?
Tiene que apoyarse en la investigación nacional, mientras más pronto se inicie ese cambio, los resultados se verán en cuatro y cinco años. Es una apuesta indispensable para nuestros países que se quieren independizar financieramente, lo cual lleva un esfuerzo en el desarrollo de la investigación y en su relación con la universidad.