Suttree: entre la aniquilación del sujeto y la pulsión de abandono (Sobre Suttree, de Cormac McCarthy)
En términos sencillos, cualquier verano propicia la maquinación de un escape, evasión vestida de placer cuya aspiración final pretende destartalar nuestras cansinas y habituales rutas cotidianas. Cual terroristas falsarios, año tras año nos disponemos a destruir, al menos por un par de semanas, la soñolienta disposición del ‘topos’ cotidiano, matriz paradigmática de los conceptos que sustentan el orden social: disciplina, progreso y templanza. Abandono candoroso, doméstico y cronometrado, la fuga estival se potencia a través de un olvido con aires de recompensa y estrategia, deserción delicadamente concebida y administrada para incrementar los índices sociales de tolerancia, conformismo y adaptación. De ahí que, siendo época de huidas y desplazamientos, hemos de volver la mirada hacia los maestros de la evasión, la trashumancia y el nomadismo, aquellos que desde su misantropía y aislamiento nos han dejado las pistas más brillantes para intuir las bases íntimas de la condición humana.
Con esta potencia, Suttree (1979) —la cuarta novela del escritor norteamericano Cormac McCarthy—, constituye un ejemplo magistral, crudo y descarnado de una desidia radical, la misma que invoca la aniquilación del sujeto moderno y la liberación incontenible de una pulsión primigenia. Olvido ulterior, de sí, de lo conocido y amado, el abandono intempestivo de Cornelius Suttree, cautiva a la vez que impacta, pues la renuncia a la vida familiar y a todo vestigio de identidad se superpone a la elección soberana de afrontar una vida marginal, miserable y violenta, a los pies de un río rodeado de rapaces, sórdidos fantasmas y delincuentes. A partir de este eje, la metáfora del río como fuente primaria de vida, interactúa con su presencia como entidad que lo corroe y destruye todo, arrastrando en su torrente los destinos inciertos de los seres miserables que rodean al protagonista. Minuciosa, despiadada e intransigente, Suttree constituye una muestra descomunal del talento de su creador. Una obra anticanónica por excelencia, quizá el mayor y más brillante ensayo autobiográfico de un genio literario, que al igual que su personaje, habría optado por el desencuentro, el aislamiento y la divagación, además del deseo de pulverizar su pasado y toda huella de paso por este mundo.
“Hasta la sociedad de los muertos se había convertido en cenizas, formas que giraban en la corteza terrestre a través de un éter anónimo, tan poco humanos como los restos de cualquier cosa que haya existido alguna vez. Suttree notó que el terror se colaba por las paredes. Algo que no le era conocido se había apoderado de él, un súbito entendimiento de la certeza matemática de la muerte” (Cap. XXV, pág. 357).