Ecuador / Lunes, 22 Septiembre 2025

La letra, con sangre entra. Sobre La música del azar (Anagrama) de Paul Auster

Lecturas de Verano

A Jim Nash lo abandona su mujer dejándolo con una niña de cuatro años, así sin más, sin explicación… ¿azar? Pero esa suerte está de lado del bombero Nash y, como chorro de sifón, le llueve una herencia modesta que le ha dejado su padre, un ferretero a quien no ha visto desde hace más de treinta años. Llevando consigo una mini biblioteca y la colección de su música preferida, Mozart y Bach, como dentro un refugio móvil, se embarca en su Saab rojo y, tras el volante sueco, nos lanza  a una aventura de velocidad como esencia, sin destino, en carreteras desoladas para descubrir el disfrute de la propia soledad en desgarrador y gozoso desarraigo. 

Una tradicional historia gringa de carretera, podríamos decir, a lo Peter Fonda en Easy rider, road movie; sí, casi,  hasta que se encuentra con Jack Pot (el premio gordo), ludópata y estafador.  Jim decide ayudarlo y el azar se le tuerce. De aquí en adelante entraremos en  un suspense con sabor a novela negra: hechos extraordinarios se contraponen con lo cotidiano desembocando en una intrincada clave numerologica expuesta en temporalidad y paralelismos. “Los números tienen alma, y uno no puede evitar  relacionarse con ellos de forma personal”,  dice Flower, el dueño de la mansión en la cual Jack Pot ha fijado  su ambición y por la que caerán en la trampa que el  azar  les ha impuesto. Y es en esa prisión principesca donde los personajes  se  convierten en  metáfora de la libertad: “Cárcel de nosotros mismos, isla desierta donde todos hemos naufragado”, dijo Miller. En el encierro se duplica la vida de Nash, tres carceleros vs. la  esposa que lo abandonó y sus dos amantes, sus libros y música vs. la colección de rarezas de Flower y las miniaturas de Stone, las diez mil rocas vs . los últimos dólares que le quedaron.

Hasta aquí el avance de un argumento perfecto, desmitificador  del sueño americano que en todo momento consiste en dejar el pasado atrás y volver a empezar, y que a la vez construye exultantes misterios sobre la desaparición en la que radica la verdadera identidad. Si  te interesa descifrar este crucigrama hecho con “diez mil piedras…monumento conmemorativo de sí mismo, sinfonía que cantará una endecha por el pasado que llevamos en nuestro interior”, déjate  cautivar  por esta historia que aun  omitiendo información nos cuenta la angustia que crece entre la inmovilidad pasiva de lo confortable y la otra “vida”, inmediata y que nos arrastra a la aceleración, al final, a la velocidad, a la huida.

Como guionista y escritor Paul Auster es capaz de un estilo fluido con un lenguaje libre y liviano que sin pretensiones de forma, con analogías variadas  y una narrativa que elude las expectativas del  lector, nos sorprende.

Lee La música del azar, editada en 1990,  y si te gusta demasiado, mira la versión de Philip Haas, de 93, con James Spader y Mandy Patinkin. No hay pierde.