Juan Camilo Lee Penagos: el poeta que se revela
Una vez entregado el veredicto del segundo Concurso Internacional de Poesía Paralelo Cero 2015, hubo mucha expectativa entre los mismos jueces por saber quién y de dónde era el poeta ganador. El libro Voces de casa fue considerado el mejor entre 331 poemarios de más de 25 países de América y Europa. En esta ocasión, el premio fue para un poeta que no era familiar para ninguno de los miembros del jurado. Cuando se develó su nombre, hubo desconcierto y emoción. El veredicto daba fe de que lo que buscó el jurado era un libro revelador, y no hay duda de que en este concurso pesa algo más que la calidad de la obra que se presenta.
Nació en 1982, en Medellín, Colombia. Estudió Física y Ciencias Exactas, pero la literatura los desplazó. Desde muy joven, el poeta Juan Camilo Lee Penagos representó a su país en concursos internacionales de matemática y física. También se ha vinculado con el cine documental, como guionista e investigador. En el año 2010 publicó su libro Ciencias de la mañana, en la colección ‘Viernes de poesía’.
Este es un diálogo con el poeta paisa que en junio estará en Ecuador presentando el libro ganador junto con todos los invitados del Séptimo Encuentro Internacional de Poesía Paralelo Cero 2015.
Juan Camilo, su premio ha sido muy comentado por el círculo literario de Latinoamérica, debido a que resulta un poeta básicamente desconocido. ¿Cómo ha sido su relación con la poesía y con el círculo literario en su país, en su ciudad?
Hace varios años que me alejé de la escena literaria en Bogotá. Creo que la lectura de poesía es una actividad demasiado íntima, y su escritura, un proceso en extremo personal. Cuando viví en Argentina tampoco busqué contacto con poetas ni asistí asiduamente a recitales o lanzamientos de libros. He perdido lo que podríamos llamar la ‘militancia’ literaria o poética que ejercí durante un tiempo en la universidad, organizando eventos, participando en recitales, etc.
Sin embargo, frecuentemente y a través de Internet, me familiarizo con nuevos poetas y nuevas publicaciones. Internet te permite estar en contacto con una cantidad de obras contemporáneas, que de otra manera sería casi imposible encontrar. Eso hay que aprovecharlo, hay que nutrirse de eso.
¿Cómo fue la creación de su libro Voces de casa? ¿En qué momento surge, cómo se da, cómo fue su entorno para concebirlo?
Voces de casa fue escrito casi en su totalidad en Argentina, y algunos poemas durante un viaje a Perú. La primera sección del libro, llamada ‘Fronteras’, empieza a ser escrita en ese viaje, al intentar plasmar poéticamente ciertos paisajes, ciertos eventos visuales, por llamarlos de alguna manera. Me interesó una poesía de lo visual, y a partir de allí surgió ‘Fronteras’.
La sección que le da el título al libro tuvo un proceso distinto. Es prácticamente una obra ‘revelada’, una obra que me ‘dictaron’, con la particularidad de que después cometí el atrevimiento de editar, recortar, reorganizar y mezclar con escritos anteriores. En ese entonces vivía en una casa abandonada, muy grande, de una señora conocida que no podía venderla. La casa y sus chécheres (trastos) estaban allí, sin uso, empolvados y olvidados, y yo había creado en mi habitación una isla de humanidad. La escritura viene cuando, después de tres meses o más de vivir allí, decido mudarme. Los cuatro o cinco días previos a la mudanza, ya con maleta lista, no paro de escribir. Horas y horas de una escritura automática, casi frenética. Llegué a pensar en un momento que estaba sirviendo de médium a algún espíritu o algo así. Por eso creo que es un atrevimiento haberlo modificado, pero la tentación estética y poética fue más grande.
Tiene ya publicado un libro de poesía. ¿Nos habla de él?
La obra se llama Ciencias de la mañana y fue editada por la Universidad Nacional de Colombia en los cuadernillos de la colección Viernes de Poesía. Es una especie de antología algo desigual, en la que quise reunir poemas escritos durante mi estancia como profesor de secundaria en el resguardo indígena Arhuaco en la Sierra Nevada de Santa Marta, y durante algunos viajes a diferentes partes de Colombia. Hay allí ciertas búsquedas que más o menos tienden a lo místico y a la contemplación de la naturaleza.
¿Cómo se inició en este oficio?
Nace de una especie de rebeldía contra lo que se esperaba de mí en la adolescencia. Durante el bachillerato todos creían que me dedicaría a las ciencias exactas, a las matemáticas o la física, pues me iba muy bien en esas materias: llegué a representar a Colombia en algunos certámenes internacionales, e incluso gané una medalla de plata en México en una competencia de física. Pero me sobrecargué de números, y las letras aparecieron como una vía de escape. Entonces a los 15 años empiezo a leer y a escribir literatura. Luego, y esta fue la parte sorpresiva para la familia, profesores y amigos, decido estudiar Literatura como carrera profesional.
Para los poetas, su trabajo con la poesía es lo que les hace ‘vivir’ en plenitud, pero uno debe de buscar formas para sobrevivir. ¿De qué sobrevive Ud.?
En la actualidad tengo una beca de sostenimiento para desarrollar un proyecto de investigación doctoral en la Universidad Nacional de Colombia. Y aparte de la poesía, hay muchas otras cosas que me hacen vivir en plenitud: el yoga, la lectura de filosofía y sociología, pasar tiempo con mi hija…
¿Se consideraría un poeta de bajo perfil, silencioso, parco?
Puede que sí. Según lo veo, el artista en la actualidad tiende a convertirse también en gestor de su propia obra. Incluso hay talleres de ‘autogestión’ y es motivo de orgullo decir que un evento o una publicación han sido ‘autogestionados’. Dentro de poco, no habrá diferencia entre una obra artística y su gestión, la obra será la gestión o algo así. Yo admiro a quienes pueden darse a esa tarea, pues me es por completo ajena y requiere unas cualidades personales que no poseo. Soy bastante tímido y creo que también por eso he desarrollado mi trabajo como escritor desde la privacidad del hogar, sin demasiado contacto con los círculos poéticos.
¿Cómo siente el ‘pulso’ de la actual poesía colombiana y latinoamericana?
Creo que la poesía está muy viva, no creo que esté en crisis, por todos lados surgen grupos poéticos, editoriales, poetas. Lo que sí creo necesario, y se está dando, es el aprovechamiento de los nuevos medios para la difusión del verso. Hay cierta fetichización del libro impreso que hay que superar. Hay que abrirse a leer libros electrónicos, blogs, PDF, revistas electrónicas.
Otra cosa que me inquieta un poco, y a lo que no veo una solución cercana, es la creación de públicos menos especializados. Cada vez más los poetas escriben para los poetas, incluso aquellos con estilos que tienden a lo prosaico y a ser de lectura más ligera.
Los no especialistas piensan que la poesía es eso rimado y métrico que componían unos señores sentimentales. Algunos gustan de ese tipo de escritura y otros no. Pero la cuestión es que cuando se enfrentan con la poesía que se escribe ahora dicen que eso no es tal (cuando se enfrentan a textos más o menos prosaicos) o que no la entienden (cuando el texto tiende a lo formal o a lo lírico).
¿Podría darnos un mapa personal (una suerte de canon) de sus autores favoritos en poesía?
Es difícil la pregunta, pues las obras poéticas se convierten en experiencias que marcan de manera decisiva la vida espiritual del lector. Tal vez puedo nombrar a quienes quisiera hacer eco al escribir: Dante, Quevedo, Hölderlin, Walt Whitman, Saint John Perse, Fernando Pessoa, T. S. Elliot, Philip Larkin. Colombianos: José Asunción Silva, Rafael Pombo (que no solo escribió poemas para niños), Luis Vidales, Fernando Charry Lara, Eduardo Cote, Jaime Jaramillo Escobar. Latinoamericanos hay que nombrar a Borges, Vallejo, Pizarnik, Watanabe, Orozco, Javier Adúriz. Contemporáneos, me gusta la obra de John Galán Casanova y Fabián Casas. Pero bueno, es una lista que cambia con los gustos del día y con los caprichos de la memoria. Lo que sí es cierto es que me interesan sobre todo los autores que tienden más a lo prosaico que a lo lírico (como Watanabe o Jaramillo), aunque haya autores líricos que me deslumbran (como Fernando Charry o Eduardo Cote).
¿Cómo ha sido su relación afectiva-literaria con el Ecuador? ¿Ha conocido autores, obras, colegas escritores?
No estoy muy familiarizado con la tradición poética ecuatoriana. Sin embargo, he leído a autores como César Dávila, con su misticismo bohemio, y a Jorge Enrique Adoum.
¿Cómo podría definir su estilo literario?
Soy un escritor bastante inconstante, en el sentido de que me gusta experimentar y soy muy curioso, entonces difícilmente escribo con un estilo sostenido durante más de unos meses. Es un reto a la hora de organizar mis libros, pues o resultan desiguales —como Ciencias de la mañana— o tengo que dividirlos en secciones —como Voces de casa.
Sin embargo, hay preguntas que me persiguen y que se pueden rastrear en muchos de mis poemas. Me interesa buscar y profundizar en esa zona borrosa que separa lo lírico de lo prosaico, lo sagrado de lo banal, lo cotidiano de lo trascendente. La cuestión de lo visual, la imagen y cómo expresarla mediante la palabra es un tema que me apasiona. No tanto la imagen metafórica, sino la imagen ‘real’ y cómo siempre en su descripción se carga de sentidos personales, inevitablemente. Me interesa la vida interior, ‘espiritual’, la relación con los misterios de la existencia, pero expresada a través de un lenguaje directo, prosaico, cotidiano. En la búsqueda formal me interesa el verso largo, desatado, que incluso en Voces de casa se transforma en versículo. Sin embargo, últimamente me empieza a interesar —también en lo formal— el juego con la métrica y la rima, sobretodo el soneto, pero despojándolo de su grandilocuencia y del aura de importancia que tiende a proyectar.
¿Cómo se siente ahora que ha ganado un concurso de poesía en el que han participado 331 autores de América y parte de Europa, y que ha habido un nivel muy alto de trabajos recibidos?
Primero, fue una gran emoción saber que había ganado, que el libro sería publicado, y que fuera elegido entre tantos otros trabajos. Pensaba en que era un concurso de jóvenes poetas, pero luego supe y me sorprendí de que el año pasado había sido entregado a un escritor de gran trayectoria: Juan Cameron. Me sorprendí aún más al ver que como finalista este año había quedado otra escritora bastante reconocida, Rosa Betty Muñoz.
Para un poeta joven y alejado de los círculos literarios como yo, este premio es, sin duda, un acontecimiento decisivo en el proceso como escritor. Quienes escribimos estamos de alguna manera tanteando en la oscuridad: ciegos abriéndose camino con el verso como bastón. Y estos incentivos te muestran que ese torpe camino transitado con esfuerzo es, tal vez, valioso para alguien más.