Ecuador / Martes, 23 Septiembre 2025

Jaime Tamariz: precariedad y festividad

Teatro

Las manos hábiles del director Jaime Tamariz se mueven con diligencia mientras intentan colocar un filtro para café en su lugar, sin éxito. Él observa con detalle al  aparato para entenderlo y lo vuelve a intentar una y otra vez hasta que lo logra. “Yo no estoy acostumbrado a estas cosas domésticas” –declara– “pero me gusta hacerlas como parte de la atención al público y porque esta vez las hago con Denisse Nader, mi socia. A ella también le gusta estar en contacto con la gente y compartir”. Tamariz entrega la taza de café solicitada por un cliente de la minúscula cafetería montada en la sede de Daemon y sonríe satisfecho.

 Es una noche abarrotada para el proyecto de Microteatro GYE/ fest, en el norte de Guayaquil, que hasta hace poco fungía solamente como centro de operaciones de esta productora, y que ahora se ha modificado para atender al numeroso público que asiste de miércoles a viernes a las funciones y planea extender su oferta de obras de 15 minutos de duración, hasta octubre. El ambiente no puede ser más festivo y cálido.

Daemon, desde su primer montaje, El amante (2009), realizado en una antigua casa de un barrio colonial del Puerto, se mostró interesada en presentar una alternativa diferente en cuanto al manejo del espacio en sus originales producciones dramáticas. Mirando 5 años atrás, Tamariz recuerda abrumado cómo la vehemencia del público los sorprendió en ese debut. Él y Nader no podían creer la enorme hilera que se formó para ver la obra de Harold Pinter. “Recuerdo a Denise hablando con las personas y diciendo que ya no había  dónde colocarlas y a la gente insistiendo para entrar y todos nosotros asustados por la demanda”. Ambos acaban de llegar de España tras cursar estudios en Teatro y  Literatura, y los devoraba la inquietud de movilizar una ciudad que les parecía amodorrada. La respuesta masiva los dejó atónitos y les inspiró más sueños.

Convencidos de que el público guayaquileño es entusiasta y generoso, Tamariz y Nader conducen ahora un proyecto innovador en el que breves obras teatrales se montan simultáneamente, con mucha precariedad, a escasos centímetros de los espectadores. No hay micrófonos, tampoco luces especiales. Microteatro GYE pretende incentivar la creación y la autogestión teatral para una mayor difusión de las artes escénicas y abrió su convocatoria hace dos meses para actores y escritores invitando a que utilicen la sede de Daemon como un lugar del que puedan surgir nuevos talentos, más allá de las ofertas que brindan las salas comerciales.

 Microteatro GYE, desde su inauguración en agosto con las producciones: Goteras, adaptación libre de la obra de José Martínez Queirolo, Gatitos y Con gusto a muerte, escrita por Jorge Dávila Vázquez, ha tenido un promedio de más de 30 espectadores por sesión. A Tamariz tanto movimiento lo estimula: “Ese ambiente de inquietud que se vive es una cosa deliciosa”, declara mientras sigue dispensando ágilmente lo que los comensales que esperan para ingresar a la siguiente función, le demandan. Ha tenido que modificar enteramente su oficina para volverla una sala de estar donde se pasa tiempo entre obra y obra. Toda su vida se ha trastocado un poco, pero no le importa, está entusiasmado.

  

Un proceso sin epifanías

Pero aunque la vocación hacia el arte dramático y su incentivo ahora le parecen sólidos a Tamariz, haber dado con ellos se trató de un buen azar; fue el teatro el que lo eligió a él y no a la inversa. Hubo un tiempo en que, al borde de los 40 años, hastiado de su carrera de escritorio y sintiéndose envejecido, decidió cambiar de aires y viajó a Madrid a tomar una especialización en Cine, pero entonces encontró fascinante el pensum de una escuela de arte dramático que le recomendaron: afro uno, jazz,  interpretación, esgrima, análisis de textos, cuerpo y movimiento… En ese momento Tamariz tenía dos pies izquierdos: no bailaba y no se movía más allá de lo estrictamente necesario, pero después de tomar el taller de 2 semanas se sintió transformado.

“Me alucinó la capacidad de poder ir dentro de nosotros, sacar toda la mierda, hacer castillos con ella y volverla a guardar”, dice. Pero también tuvo que luchar con el hombre mental y controlado que había llevado tantos años por dentro. “Cuando salía a escena, mi profesora decía que no piense, que no me vea a mí mismo, que simplemente sea. Y eso es lo que hice”. Empezó a disfrutarlo. Supo que en todo ese proceso de atracción hacia el teatro había un misterio que lo interrogaba. Luego de terminar una carrera de 4 años, seguía sin tener una respuesta cierta y cuando llegó a Guayaquil estaba lleno de preguntas.

 

“Mi producción artística no es para complacer a intelectuales”

En ese entonces Denise Nader y él venían muy compenetrados desde España y eran una dupla creativa que se potenciaba y se expandía. El nombre Daemon surgió porque era lo que significaban el uno para el otro, el ángel y el demonio en equilibrio, la cara y la cruz de una moneda así como la posibilidad de una respuesta siempre creativa. Alquilaron una casa en Miraflores, montaron un laboratorio artístico y se dispusieron a trabajar. Entonces Jaime Tamariz encendió la televisión nacional y sintió como si recibiera un baldazo de agua fría.

“Me quedé aterrado con el escaso nivel de interpretación que veía. Venía acostumbrado a otra cosa y pensé que nunca podría llegar a trabajar aquí”. Pero a la vez, Tamariz era consciente del ambiente de fracaso que se percibía en el medio. “Encontré mucha gente frustrada que no había hecho cosas porque aquí el público no las apreciaba, porque aquí la gente es inculta o no valora o no lo entiende”, declara. Entonces decidió ser pertinente con la comunidad y trabajar con lo que había. Por la respuesta masiva que han tenido sus producciones y por  incorporar a figuras mediáticas a sus proyectos, Jaime Tamariz  ha recibido varias críticas de colegas del ambiente.

“Mi producción artística no es para complacer a intelectuales. Yo hago teatro porque me gusta compartir con la gente, creo que lo más importante. A mí no me interesa ser Peter Brook. Yo tengo que hacer lo que a mí me gusta, y entiendo que haya gente a la que no le guste y no le interese mi trabajo y está bien”,  manifiesta enérgico. “El teatro es encuentro, no desencuentro. Considero que dividir el teatro en comercial por un lado y de investigación por otro es un concepto pretencioso, reaccionario y estancador. Aparte que arte es todo eso. Una cosa y también la otra”.

Daemon, desde 2009 ha dirigido y producido obras contemporáneas como La gata sobre el tejado de zinc, de Tenneesse Williams; Un dios salvaje y Arte, de Jazmina Reza, y adaptado obras literarias como Frankestein. También en 2013 realizó, con la productora quiteña Malayerba, Cómo murió y resucitó Lázaro, el lazarillo. En noviembre, cuando termine la temporada de Microteatro GYE, Daemon se preparará para llevar a escena el musical Peter Pan. Por su parte Tamariz sigue ensayando respuestas para entender su relación con el Teatro, lo disfruta mientras busca y eso es evidente.