Ecuador / Miércoles, 24 Septiembre 2025

Feminismo pop: “Revolucionar bailando”

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Ya no requieren de podios universitarios ni de discursos espesos para decir lo que piensan sobre la desigualdad de género. Tampoco cargan mochilas pesadas con la obra completa de Simone de Beauvoir para sustentar sus ideas progresistas. Muchas de ellas no le temen a la idea de ser sexys e inteligentes. Su militancia por los derechos de la mujer no necesariamente la ejercen en las calles o en ciertas instituciones políticas. Su conocimiento proviene, básicamente, de su experiencia antes que de alguna academia (a pesar de que muchas de ellas son grandes lectoras). Ellas son actrices, modelos, cantantes, cineastas y escritoras vinculadas a la cultura pop, pero que no pierden la oportunidad de usar su plataforma mediática para decirle al mundo que también son feministas. 

Uno de los gestos feministas más recientes fue el de Patricia Arquette, quien, al dar su discurso tras ganar el Óscar como mejor actriz de reparto por Boyhood, planteó una demanda: que las mujeres ganen lo mismo que los hombres, pues las brechas salariales, en determinados sectores, aún guardan una relación de 2 a 1.  De acuerdo con un informe de The Hollywood Reporter, el actor mejor pagado entre junio de 2013 y junio de 2014 fue Robert Downey, Jr., con un monto de $ 75 millones, mientras que su par femenina, Jennifer Lawrence, durante el mismo período, y trabajando a un ritmo similar al de Downey, recibió $ 35 millones.

Según un reporte de la Universidad de San Diego, las mujeres representaron un 12% de los roles protagónicos en las películas estadounidenses más populares de 2014; y en lo que se refiere a los cargos de dirección, guion, producción, montaje y dirección de fotografía de los 250 filmes más taquilleros de ese mismo año, apenas el 17% de mujeres ocuparon esos puestos. No es curioso que, gracias a esta tendencia, y después de 87 años de historia que tienen los Premios Óscar, solo una mujer se haya llevado el galardón a la Mejor Dirección: Kathryn Bigelow, por The Hurt Locker.

Igual de grave que este desbalance de cifras salariales es el tipo de ‘realidad’ femenina que el cine de Hollywood está representando. Al parecer, para la industria, las mujeres triunfan más por su cuerpo y sus afectos que por su intelecto. Si se las representara al revés, sería algo inverosímil para espectadores acostumbrados a los estereotipos de la mujer fatal, la mujer dominada, la mujer-naturaleza, la mujer-hogar, la mujer-belleza, la mujer-llanto y la mujer que busca, en definitiva, ser salvada. Y la prensa de farándula no se queda atrás en reforzar estos imaginarios sociales, pues lo único que le interesa   preguntar a las actrices mientras están en la alfombra roja es sobre el color de sus vestidos, preferencias culinarias, rutinas de ejercicios o cualquier otra cosa que no esté relacionada con su trabajo artístico.

La actriz Reese Witherspoon, horas previas a la gala de los últimos Óscar, promocionó a través de su cuenta de Instagram una campaña denominada #askhermore (pregúntele  más a ella), que consistía en un llamado de atención para que los reporteros no solo se preocupen por la estética de las mujeres. “Es un movimiento para reivindicar que somos algo más que nuestros vestidos. Son bellos, y amamos a los artistas que los han hecho, pero los periodistas deberían centrarse en algo más que la moda”, decía Witherspoon, quien logró que ese hashtag se convirtiera en tendencia en Twitter. Pero ella no ha sido la única que ha interpelado a los medios de comunicación en este tipo de circunstancias: a Keira Knightley en una rueda de prensa le preguntaron cómo balanceaba su carrera profesional con su vida personal, y ella les contestó con una pregunta: “¿Vas a preguntarle eso también a los hombres?”.

En diálogo con el discurso crítico de Patricia Arquette, la cantante Beyoncé, quien en 2013 dijo que no se sentía identificada con la palabra feminista porque la encontraba ‘extrema’, escribió en 2014 un artículo denominado ‘Gender Equality is a Myth!’ (’La igualdad de género es un mito’), incluido en el informe The Shriver Report, dirigido por María Shriver Kennedy. Parte del texto decía: “Hoy en día, las mujeres constituyen la mitad de los trabajadores estadounidenses, pero la mujer media gana solo el 77% de lo que gana un hombre medio. A menos que las mujeres y los hombres digan que esto es inaceptable, las cosas no cambiarán”. Al igual que Arquette, Beyoncé pensaba en los derechos de las mujeres no solo en términos de autonomía corporal o libertad estética, sino que planteaba una demanda de carácter social y económico. Incluso, y una vez reconciliada con el término ‘extremo’, decidió incluir en su último álbum, en la canción ‘Flawless’, fragmentos de un discurso de la escritora y activista feminista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. También, y a pedido del colectivo feminista Guerrilla Girls, Beyoncé proyectó en pantalla gigante, y en mayúsculas, la palabra FEMINIST cuando acabó su presentación en los MTV Video Music Awards de 2014. 

Otra artista que recientemente sacudió los titulares de prensa por sus declaraciones y acciones fue Madonna. A pesar de que prefiere denominarse como humanista antes que feminista, ella aboga por una sociedad en la que no se discrimine a la mujer por llegar a una edad ‘madura’. Cuando se presentó en la última entrega de los Grammy cantando el single ‘Living for love’, perteneciente a su decimotercer álbum de estudio Rebel Heart, las críticas en Twitter respecto a su edad abundaron: que no puede vestirse así, que no puede moverse de esa manera y que debería asumir sus 56 años y comportarse como una dama. Lo mismo sucedió cuando cantó en los Premios Brit, solo que esta vez le dio una ‘razón justificada’ a ese público que le atacaba por su edad: se cayó al inicio de su actuación. En un acto de solidaridad, la escritora británica J. K. Rowling publicó en su Twitter: “¿Eres de las personas que se regodea cuando ve a una mujer caer, o eres del tipo que celebra una magnífica recuperación? #TeamMadonna”.

En la última edición de la revista Rolling Stone, dedicada a Madonna, ella reflexionaba sobre este incidente: “Cuando hice mi libro Sex no era lo habitual. Cuando canté ‘Like a Virgin’ en los Premios MTV y se me levantó el vestido y se me vio el trasero, fue considerado un escándalo total. Cuando hice (el documental) A la cama con Madonna y las cámaras me seguían a todos lados, no era lo habitual. Entonces, si tengo que ser yo la persona que le abra la puerta a las mujeres para que crean, entiendan y acepten la idea de que pueden ser sexuales, verse bien y ser tan relevantes en sus 50 o sus 60 como lo eran en sus 20, entonces que así sea”.

No solo han sido el cine y la música, grandes representantes de la industria cultural pop, los que han hecho sudar a más de un conservador. También existen algunos best seller que si bien no apuntan a convertirse en tratados feministas, sí plantean una suerte de reflexión sobre los nuevos modelos de lo femenino. Uno de ellos es Not That Kind of Girl, escrito por la directora y protagonista de la serie Girls, Lena Dunham. El libro y la serie pretenden convertirse en la voz de una nueva generación de mujeres que piensan y actúan diferente: no tienen miedo de hablar sobre sus relaciones sexuales prematuras y con diversos hombres; no les interesa seguir angustiosas dietas para entrar en vestidos de talla XS; su vida emocional no está divorciada de su vida sexual; sufren, pero se levantan por sí mismas. A Not That Kind of Girl se suman otros títulos que plantean nuevos universos femeninos, como Bad Feminist, de Roxane Gay; Cómo ser mujer, de Caitlin Moran; Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés. Todos estos libros tienen una fuerte carga moral, porque no dejan de proyectar a ‘otro’ tipo de mujer, pero al menos no es la mujer que está retratada en la Biblia o en las Cincuentas sombras de Grey.

Al feminismo puede llegar cualquiera y por diferentes caminos. Si bien a esta mezcla entre feminismo y cultura pop se la cuestiona por su falta de rigurosidad, al menos ha conseguido que se hable públicamente de temas que muchas veces no logran trascender las aulas universitarias. Quizás lo más importante de este nuevo fenómeno cultural es que esas artistas pop están hablando en plural: mujeres blancas, negras, mestizas, delgadas, gordas, etc., preocupadas por su libertad sexual, pero también por la justicia social. Mandan un mensaje claro a esa sociedad ortodoxa que aún piensa que los cuerpos humanos solo pueden ser productivos para el capital y reproductivos para sostener el modelo clásico de familia. Y, sobre todo, nos enseñan se puede “revolucionar” bailando.