Ecuador / Martes, 23 Septiembre 2025

El explorador y su representación

Fotografías: Archivo Blomberg ©
Especial

El secreto de la luz se estrenó la semana pasada en el marco de la Serie DOCTV Latinoamérica en 16 países del continente, y desde el 5 de septiembre será presentado en salas de cine de Quito. Es difícil escribir sobre la película que uno mismo ha hecho, sobre todo porque me he pasado la vida escribiendo sobre películas de otros. Sin embargo, creo que puede ser útil este itinerario de las cosas que hicimos y dejamos de hacer para que esta película sea lo que es.

La vida del explorador sueco Rolf Blomberg estuvo llena de pasajes emocionantes y descubrimientos: al fin y al cabo, pasó viajando todo el tiempo y se ganaba la vida registrando en películas y libros esos viajes. Su faceta como fotógrafo —la más conocida por los ecuatorianos de este siglo— apenas empezó a fulgurar luego de su muerte. Un contundente volumen llamado Blomberg Ecuador, publicado hace 10 años, fue la puerta que me permitió ingresar a su mundo. El año pasado, y luego de haber trabajado intensamente como promotor, exhibidor y distribuidor de cine durante 15 años, decidí pasarme ‘al otro lado’. Decidí hacer una película sobre Rolf Blomberg.

Mayfe Ortega —productora y co-guionista— y yo entramos al Archivo Blomberg, lugar acondicionado por Marcela, la hija del explorador, para encontrarnos con decenas de libros escritos por Blomberg, decenas de películas dirigidas por él, diarios de viajes, ilustraciones, mapas de ruta, y cerca de 30 mil fotografías disparadas en sus viajes. La gran mayoría de esos trabajos tienen como objeto el Ecuador, en varios momentos del siglo XX. ¿Cómo era esa mirada? ¿Qué nos dice esa obra sobre este país en esos momentos del siglo pasado? ¿Qué nos dice sobre el Ecuador de hoy? Con esas preguntas en mente, recorrimos el archivo, y planteamos una línea narrativa que cuenta la historia del sueco que se fascinó con el Ecuador, y, con igual importancia, observa la perspectiva de su mirada y de la representación de los ecuatorianos en su obra. El documental que hemos finalizado, quiere alejarse de un anecdotario blombergiano, y pretende, en cambio, acercarse a los hechos concretos de su legado en el Ecuador.

Blomberg llega en 1934 al Ecuador, con una mirada curiosa. Inmediatamente esa mirada es registrada con fascinación. En las crónicas de sus primeros viajes se puede percibir la emoción. Sus primeros filmes, sus primeros libros se enfocan, sobre todo, en la naturaleza ecuatoriana, y en las culturas más ancestrales del país, intocadas por lo occidental. El ámbito natural que Blomberg retrata es agreste, duro, impenetrable. Lejos de parecer una tierra hermosa (de esa que nos dicen por todos lados, todo el tiempo), el Ecuador parece ser áspero y despiadado. Las culturas orientales, los shuar, por ejemplo, son retratados en sus facetas más exóticas. Y en todas sus películas, Blomberg pone en claro que para llegar a ellos —a esa naturaleza, a ese exotismo— hay que viajar por caminos largos y peligrosos, hay que enfrentarse con un país que no conoce todavía la civilización occidental.

Conforme pasa el tiempo, durante la primera mitad del siglo, Blomberg va y viene. Recorre otras culturas —sobre todo Indonesia durante la Segunda Guerra Mundial— y se casa con Emma Robinson, ecuatoriana, hija de un inglés constructor del ferrocarril de Alfaro. Se instala en Quito, y filma una película sobre la ciudad en 1949. El documento da cuenta de una ciudad aletargada y enclaustrada en centenarias tradiciones pero que con lentitud, va despertando hacia los tiempos modernos. Y ese será el tema principal de gran parte de su obra futura: la llegada de la modernidad, y la relación existente, en las varias culturas ecuatorianas, entre esa inédita modernidad y las formas ancestrales de vida. Esa convivencia, para él, se vuelve importante.

El reto que nos planteamos Mayfe y yo fue contar esta historia utilizando solamente el material encontrado en el Archivo. Blomberg filmó y fotografió mucho, y nada de eso es conocido en Ecuador. No había razón para que nosotros filmemos nada. Hacer una película que use el ‘archivismo’ como estética principal era, además, una estrategia inédita en el país. Había, sin embargo, que tomarse unas licencias.

Nuestro propósito fundamental fue que esta película pueda ser vista desde varias posibilidades de lectura: desde la más literal —la obra y vida de Rolf Blomberg, las particularidades de su mirada y de su representación— hasta una lectura más simbólica: ¿qué significan esas imágenes, ¿en qué contextos históricos fueron tomadas?, ¿que valor tienen en la discusión nacional contemporánea? Era importante no perder de vista la audiencia natural de este documental: público televisivo, hiperdiverso, de 16 países diferentes. Por eso, el uso del archivo debía conducir a un entendimiento global de la historia. Produjimos muchas animaciones a partir de ilustraciones realizadas por Blomberg, para poder desdramatizar el poderoso y potencialmente conflictivo encuentro entre el explorador sueco y sus objetos de retrato. Dimos vida a las fotografías utilizando movimiento, y reeditamos casi por completo los fragmentos cinematográficos originales. Añadimos una banda sonora que realza el espíritu natural del discurso de esas obras. Es decir, utilizamos el archivo de una forma libre y sin ataduras para que la narrativa pudiera funcionar.

Pero fuimos, además, indagando los motivos y las consecuencias de la representación del sueco en los ecuatorianos. Si Rolf Blomberg fue afinando su mirada con el paso de los años, era evidente que para nosotros era importante señalar en qué consistía esa sofisticación. Al introducirse con muchos matices en la denuncia de las injusticias sociales hacia los indígenas, se nos hizo claro que la representación de Blomberg de los indígenas ecuatorianos difería estructuralmente de aquella históricamente realizada por ecuatorianos. Jorge Icaza y Oswaldo Guayasamín —retratados también por Blomberg en su película de 1969 ¿Los indígenas son personas?— proponían la denuncia a través de las claves del indigenismo: presentar una faceta trágica de la experiencia indígena en el Ecuador. Indagamos, para el filme, las formas en que el personaje se alejaba de esa representación. Encontramos una diferencia clara: Blomberg estaba interesado en ver esa experiencia desde planos distintos. Reconocer y denunciar el hambre y la miseria, pero también mostrar que la vida de los indígenas ecuatorianos no se subyugaba solo al llanto y a la queja, si no que habían principios de mucha dignidad en su existencia. Era importante recalcar, narrativamente, que la mirada de Rolf Blomberg no se reducía simplemente a una folclorización de sus sujetos, sino que, más que un etnógrafo o un escritor de libros de aventuras, Blomberg era un humanista y su mirada era profunda y compleja. ¿Fue influenciado el sueco por su segunda esposa ecuatoriana, la guayaquileña Araceli Gilbert? Ella fue una de las artistas modernas más importantes de la historia del arte ecuatoriano. Alejada del indigenismo —estética oficial adoptada por el Ecuador desde la fundación de la Casa de la Cultura, en 1944—, Gilbert hacía un arte novedoso, experimental, no-figurativo. Para El secreto de la luz nos introdujimos en la obra de Gilbert animando de manera cinética sus obras. Queríamos que la experiencia de ver sus pinturas fuera divertida, natural y única.

Terminado el proceso de producción de esta película, sabemos que quedan todavía innumerables formas de seguir acercándose a Blomberg, y sobre todo a la forma de su representación. Este documental, nos parece, podría significar un comienzo. Se abren, a partir de las grafías ecuatorianas del sueco, varios temas que se pueden investigar y debatir, ya no solo sobre la obra del explorador, si no sobre nuestra propia conciencia: los temas ecológicos, la influencia del indigenismo en la cultura nacional, la necesidad de considerar la intrínseca diversidad de las naciones ecuatorianas como un rasgo definitivo de nuestro carácter, entre otros temas.

Esta película muestra fotos y películas sobre nuestro pasado. Y, sin embargo, nos dice mucho sobre lo que hoy somos, y sobre lo que podríamos ser mañana.