Se acerca el Día de Difuntos. Hasta entonces, son pocos los visitantes que acuden a los cementerios capitalinos, deudos solitarios, quizá. El silencio se siente entre las tumbas y mausoleos de los dos cementerios más antiguos de la capital.
En los corredores del cementerio El Tejar (1822) transcurren recorridos patrimoniales, gracias a la gestión de fundaciones como Quito Eterno; entonces, es posible acercarse al arte escultórico funerario, antiquísimo, de la ciudad, que por el tiempo va adquiriendo patinas distintas de las originales, marcas del tiempo, las huellas de los hombres trasgresores que se atreven a decorar pedestales con grafitis.
La modernidad y el pasado conviven en el espacio dedicado a la muerte.
En el cementerio de San Diego (1872) se han construido nuevos corredores para albergar más nichos, pero lo que más llama la atención, aún, son los mausoleos de la antigua aristocracia quiteña; las estatuas, los ángeles, algunos de autoría del artista ibarreño Luis Mideros.
En 2002, el cementerio de San Diego fue declarado Patrimonio Cultural del Estado ecuatoriano.
Se acerca el Día de Difuntos. Solo entonces, los corredores de los cementerios estarán llenos de quienes recuerdan a sus seres queridos. Después, de nuevo, el arte en silencio.