Ecuador / Viernes, 26 Septiembre 2025

Canto para anteojos de gigante

Foto: Santiago Troppoli
Música

El duende... ¿Dónde está el duende? Por el arco vacío entra un aire mental que sopla con insistencia sobre las cabezas de los muertos, en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados: un aire con olor de saliva de niño, de hierba machacada y velo de medusa que anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas”.

Federico García Lorca (De Teoría y juego del duende)

Y que ahora yo esté aquí no es gratuito. Eso es gracias a un camino que algún abuelo mío empezó a abrir. Me aterra pensar qué sería si mi abuelo no lo hubiera hecho o si solo mi mamá se hubiera rendido un día, solo una vez: no estaría yo aquí. Cuando estoy triste, siento que todos ellos vienen y hacen un círculo a mi alrededor. Lo que yo soy es gracias a ese camino que abrieron para mí.

Mariela Condo

Por esos tiempos hubo una voz que sonaba como habría sonado la seda si la seda cantara. Tiempos confusos. Unos escribieron, otros bailaron, algunos dibujaron o pintaron. Pero hubo una voz de seda que cantó.

Después de trabajar la tierra, después de recoger la hierba para los animales, el sol empezaba a caer en Cacha. Un hombre puruhá, de poncho rojo y sombrero pardo, se sentó en la esquina de su casa donde quedaba acostado el último rayo. Era Manuel. Detrás de sus anteojos de gigante, Manuel se ponía a leer la Biblia. Tal vez él no sabía que su nieta, la pequeña Mariela, lo había visto ya tantas tardes ahí sentado y que así, ella comenzaba a comprender los tiempos de los viejos. En los ajados años ochenta, él era ya uno de los líderes indígenas más respetados de la provincia de Chimborazo. La madre de Mariela le dijo que estuvo preso. Es que el abuelo Manuelito había trabajado con un cura que quiso alfabetizar a los pobres, un tal Leonidas Proaño, al que tachaban de comunista.

Lo que no sabía Mariela es que era ella la dueña de la voz y de la seda. Manuel, en cambio, no sabía que su nieta le haría una canción cuando fuera una mujer. Y aunque ninguno de ellos lo supiera todavía, desde entonces, el silencio tarareaba: Tu paso, tu palabra/ se tejen en mi alma/ vientos del cerro/ susurran tu nombre/ Manuelito…

“Él me regaló la primera canción gracias a su persecución, a pesar de la distancia y del tiempo”, reconoce Mariela Condo ahora, cuando está a punto de presentar su tercer disco, Pinceladas. Ella habla de ‘El trigo y el sol’, el primer tema de su segundo CD Vengo a ver (2013), dedicado al recuerdo de su abuelo, el tayta Manuel Pilco Asqui.

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Algunos adultos confunden a los niños con bufones o cajitas musicales.

Un día de esos tiempos, ya en la escuela, Mariela sintió su primera cárcel. Era Navidad, y como su madre le había enseñado a cantar ‘Noche de paz’ en kichwa, la maestra quiso mostrarla. Dio la orden, como si encendiera un tocadiscos, y la vocecita vertical se iba cayendo. Todos le veían mirar al piso. A pesar de lo ingrato del recuerdo, Mariela tenía claro que un día iba a cantar mirando hacia arriba. “El espejo mío era un juguete, la infancia mía era un espejo y en ese espejo yo jugaba a ser cantante”. Además, estaba su madre siempre ahí, celebrando sus juegos. Y estaba la palabra sagrada que tienen las abuelas. Cuentan en Cacha que la abuela de Mariela anunciaba: “Todo el tiempo esta guagua canta y canta y canta”.

A los 6 años, fue a estudiar en Riobamba, y aunque dejó de hablar kichwa, pues la escuela enseñaba a olvidar la lengua originaria para imponer el castellano, su tío político, el músico Luis Bravo, compuso canciones para que ella las cantara.

A los 13 años, Mariela se trasladó a Quito y fue parte de varios coros, conoció el repertorio latinoamericano, la música sacra y buscándolas en su memoria, retomó composiciones que cantaba su madre. “Mi abuela, con su sagrada palabra, me abrió el camino”, dice, y tiene razón.

Ahora, desde la ventana de su casa, en la ladera oriental del cerro Itchimbía, se ve la quebrada del río Machángara. “No confío en la gente a la que no le gusta el vino”. Sirve y brinda. Las colinas se tragan el ruido de los autos que se apuran sobre la vía al valle de Los Chillos y tres gorriones se persiguen chillando.

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Ese lunes de enero, en La Increíble Sociedad —uno de los estudios de grabación más profesionales de Quito—, los músicos se juntaron alrededor de Mariela. El guitarrista mexicano Beto Gómez —de sonrisa fácil y constantes ganas de buen tequila— y  el folclorista argentino Juan Quintero —con la mirada descalza de quien sabe que se debe al canto— fueron los invitados especiales. Con ellos, el silencioso estadounidense Mike Blanchard, al clarinete; los ecuatorianos Milton Castañeda, en los vientos andinos; Antonio Cilio, en la percusión; Juan Carlos Moreno, en el chelo, y el capitán del navío: el músico y productor Daniel Orejuela. En las perillas estaba Daniel Pasquel, el ‘Pichu’. La embarcación levó anclas.

Ese día, Mariela cantó desde las nueve de la mañana, sin parar. Al mediodía tuvo frío. A las tres y media, llegó el cansancio. Las canciones, sin embargo, fluyeron como el agua de una acequia. Ahí había duende. Mariela Condo no interpreta a sus grandes maestros, como Cuchí Leguizamón, Liliana Herrero, Marisa Monte, Concha Buika o Marta Gómez. Mariela interpreta el tiempo de los otros. Cuando escuchamos la grabación original de ‘Son chispitas’, del venezolano Otilio Galíndez, el color rocoso de su voz evoca al Chile de Víctor Jara o al frío andino de Enrique Males, sin que entre ellos dos hubiera habido cruce de miradas. Son los tiempos los únicos que siempre se cruzan. Cuando Mariela canta ‘Son chispitas’, cantan otros usando los hilos de seda de su voz.

Pinceladas tiene tres canciones suyas y diez versiones de temas de cantores a quien Mariela admira. “Un disco es la muerte, decía la Concha Buika… Hacer un disco es como hacer fotografías. Hubo canciones que se acercaban y me ayudaban a decir. Una canción o una letra me ayudan a decir lo que quisiera decir y no puedo”.

Bajo la lluvia, por ejemplo, ¿qué te ayuda a decir? —le pregunto, mientras vaciamos las copas y empieza a caer el aguacero. “Estuve meses sumida en el llamado bloqueo artístico y necesitaba hacerme una canción”. Entonces, como acostumbra, escribió la letra primero: una analogía del anidar de los pájaros en un árbol. Un árbol y un nido. Gestación, amor de los pájaros, brota la vida y un día el nido queda abandonado. “Esta letra fue pensada como un arrullo para mí misma”. La idea era que Juan Quintero hiciera los arreglos. Hacía unos 5 años, cuando lo vio cantar en un video, se dijo: “Él tiene que estar un día acá”. Y el deseo se cumplió. Mariela es premonitoria. Dice que cantará con Concha Buika y que traerá a Ecuador a Marisa Monte. Y cuando lo dice, todos le creemos.

Una semana antes de que llegara Juan a Quito, para la grabación de Pinceladas, “se me escapó de la garganta un pedazo muy chiquito de melodía y me conmovió, y sentí ganas de llorar”. Bajo la lluvia había roto el cascarón. La grabó y se la envió a Juan.

El viento volverá, traerá semillas nuevas,

el viento trazará rutas nuevas para el corazón.

Todo crece bajo la lluvia

como voy creciendo yo bajo este llanto.

 “Con el ida y vuelta de Internet ella enviaba solo su voz —me cuenta Juan, y eso ya era una propuesta en sí. Su voz no es calma, si bien provoca una sensación placentera, no es un sedante. Hay una voluntad de abrir una paleta de colores de todos los géneros y ritmos latinoamericanos y empezar a armar una masa nueva ahí”.

Aunque ya Mariela lo conoció hace años en México, a Beto Gómez le pareció “mágico” el intercambio a distancia, antes de la reunión para grabar. Allá se identificaron en la bohemia y la informalidad del canto. Pero esta vez, Mariela quiso que Beto echara sus pinceladas para ella. Él, desde México; Daniel, desde Alemania, donde reside; Juan, desde Argentina, y Mariela, desde Ecuador. Así empezó a cocinarse el cuadro.

“Marielita abarca todo. Logra dar una versión suya a los temas que no son suyos”, dice Beto, abrazando a su guitarra. Juan cree que cualquier diferencia se borra “cuando pensamos en la raíz latinoamericana y no tan solo latinoamericana, porque hay muchas cosas que nos resuenan de Europa”. “Es el espíritu de la tierra que busca expresarse y lo hace a través de ciertas personas”, dice Daniel, serio, pendiente de lo que se sigue grabando en la sala.

El martes —segundo día consecutivo de grabación— hay público en la sala. Su amiga, la artista Bego Salas, los músicos Carlos Grijalva, Carlos Arboleda, Alex Alvear, Margarita Laso, Pablo Valarezo. Del otro lado del cristal, están grabando ‘Son chispitas’. Mariela agita las manos como en un aleteo lento aunque parezca un quinde moreno. Cierra los ojos y canta:

Estrellitas fugaces parecen

tus ojos que a veces

me miran mezquinos

cual palomas que inquietas volaran…

“Si quieren una directo, ¡vamos, vamos!”. Daniel está abstraído. Señala las notas invisibles que resbalan frente a sus ojos también cerrados. Si un instrumento suena, él lo atiende, intenta ubicarlo. Esta es la sexta toma y la voz de Mariela continúa siendo un puñado de hilos de seda. Hay una séptima toma para reparar un fragmento de la anterior, y hay una octava, y una novena.

—Marielita, dame pidiendo silencio en la sala –dice el Pichu.

—Vamos a grabar. Cinco, cuatro, tres…

—¡Lindo, esta es! —confirma Daniel.

Cantar dentro de una cabina, sola, encerrada entre los audífonos, no es lo mismo que cantar ante el público, para Mariela. “Traté de dejar lo que podía en cada toma”, me dijo, una semana después de la sesión. Lucía esa nostalgia posparto en su voz. Fueron cuatro días de sesiones intensas. Descansos para salir a comprar algo en la tienda, para fumar o para dormir. Cuatro días que parecieron meses para los músicos. Cuatro días que después se hicieron extrañar. “Tengo esa tristecita de que se acabó, ya fue”.

                             ***

“Tiene un angelito”, me dijo Daniel, en un tiempo de receso de la sesión de grabación. Pero yo no lo creo así. Mariela no tiene un ángel, sino un duende. Y lo que tiene duende tiene oscuridades, búsquedas profundas.

La Mariela de ahora es la misma de ayer. Está consciente de que pertenece a un grupo que históricamente ha sido víctima de explotación, pobreza y falta de oportunidades, pero le molesta la etiqueta fácil que la distingue del resto por ser indígena. Al cumplir los 30, trazó un verso: “Mis pies vagabundos que hasta aquí han caminado con el impulso de mis corazonadas”.

Cuando está sola con esa batalla, Mariela suele quedar inmóvil. “La poesía nunca va a poder reparar el mundo ni la música, pero sí ayudan. La música me ayuda a no odiar. La libertad de hacer lo que hago, de estar bajo el techo en el que estoy, es por mi mamá. Pero detrás de mi mamá estuvieron su papá y su mamá. Y así se va haciendo una cadena, un grupo cultural, en mi caso, que se fue haciendo camino. Mi mamá, con su vida y su tiempo, pagó esta libertad que yo tengo ahora”.

Yo vengo de tu nido,

yo vengo de tu abrazo,

del susurro de tu cuerpo.

Soy tu sangre, soy tu eco.

Mi origen no es un país,

tampoco una ciudad,

es la tibieza de tu cuerpo,

flor que brota de tu vientre,

que renace en mí

cuando estoy amando. 

Desde que murió la abuela paterna, Mariela no ha vuelto con frecuencia a Cacha. “Lo único que tengo de la comunidad donde nací son los recuerdos”: de madrugada, los abuelos ya estaban en pie para jalar el agua y hacer el fuego todos los días. En esos tiempos confusos de antes, que son los mismos de ahora y serán los tiempos después, las familias de la comunidad tenían agua para riego por turnos. Su abuela salía a las dos o tres de la mañana y caminaba varios kilómetros para construir las acequias que llevaran el agua hasta su terreno. Al terminar el día, su abuelo leía con sus anteojos de gigante.

CORTOS

El próximo 8 de mayo, Mariela Condo Sexteto presenta Pinceladas, en el Teatro México, de Quito, y lanza el disco oficialmente en la web para todo el mundo. El CD contiene 13 temas extraídos del folclor latinoamericano, tres de los cuales son de autoría de Mariela Condo. www.marielacondo.com

Los integrantes de la agrupación son Andrés Noboa, guitarra. Juan Carlos Moreno, violonchelo. Antonio Cilio, percusión (vientos andinos en ‘Duerme Negrito’ y guitarra en ‘Luchín’). Milton Castañeda, vientos andinos. Michael Blanchard, clarinetes y flauta alta. Mariela Condo, voz (bombo en ‘Duerme Negrito’ y ‘Luchín’). Los músicos invitados son Juan Quintero (Argentina) guitarra y voz. Y Beto Gómez (México) guitarra. La producción y dirección musical está a cargo de Daniel Orejuela Flores, y la producción ejecutiva, a cargo de Rodney Verdezoto.

El sello discográfico ALLÁ (Alemania) nació en 2006. Su propuesta es difundir composiciones y arreglos inéditos que se fundamentan en elementos de las tradiciones musicales de los pueblos del mundo. Su concepto rescata la diversidad de géneros musicales y las amplias posibilidades de fusiones sonoras como expresiones culturales contemporáneas. La mezcla del disco Pinceladas, de Mariela Condo, se realizó en Bansahaus, en Bonn, Alemania, del 19 al 22 de marzo de  2015, por Daniel Orejuela Flores. Fue masterizado el 24 de marzo del 2015 por Andrés Mayo, en Buenos Aires, Argentina.

Repertorio del disco:

1. El Canelazo. Autor: Gerardo Arias y Arias Arreglo Musical: Andrés Noboa

2. Duerme Negrito. Tradición del Caribe Arreglo Musical: Daniel Orejuela Flores

3. Son Chispitas. Autor: Otilio Galíndez Arreglo Musical: Beto Gómez

4. Deja Que Salga La Luna. Autor: José Alfredo Jiménez Arreglo Musical: Beto Gómez y Daniel Orejuela Flores

5. Sonríe. Letra: Sonia Martínez / Música: Claudia Gómez Arreglo Musical: Andrés Noboa

6. Canción Con Todos. Autores: César Isella / Armando Tejada Arreglo Musical: Daniel Orejuela Flores

7. Soy Tu Sangre, Soy Tu Eco. Letra: Mariela Condo / Música: Daniel Bitrán Arreglo Musical: Juan Quintero

8. Zamba Para Olvidar. (Dúo con Juan Quintero) Autor: Daniel Toro Arreglo Musical: Segundo Cóndor.

9. A Pique. Autor: Juan Quintero Versión: Juan Quintero y Beto Gómez

10. Somos. Letra: Mariela Condo / Música: Alex Alvear Arreglo Musical: Andrés Noboa

11. Luchín. Autor: Víctor Jara Arreglo Musical: Daniel Orejuela Flores

12. Bajo La Lluvia. Autor: Mariela Condo Arreglo Musical: Juan Quintero

13. ¿Hacia Dónde? Autor: Marta Valdez Arreglo Musical: Beto Gómez