Babelia Express, el exilio y lo instantáneo
Un libro es un viaje, y como tal, al llegar a sus últimas páginas, te deja ciertas memorias, algunas más profundas que otras que quedan en la superficie, pero todas tan intensas que resultan palpables. Al final del recorrido por Babelia Express (Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, 2014) de Marcelo Báez Meza, la palabra que flota en la mente del lector es ‘exilio’ que se define en uno de los poemas como “una provincia flotante, ese lugar natal que lo llevamos a todos lados, no como un lastre, sino como una medalla pesada y bien querida”. ¿Y si más bien, el exilio es un estado mental?
¿Estamos hablando del exilio como un lugar físico o como un país de nacimiento abandonado? De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, es la separación de una persona de la tierra en que vive pero entonces, ¿es el viajero un exiliado, alguien que vive por intenciones suyas o por fuerzas de algún destino, con un pie en el país de la ficción y otro en el de lo real? Es posible que haya muchos exiliados que a pesar de vivir en el país en el que nacieron se sienten extranjeros, expulsados de un territorio mental o físico que quisieron hacer propio.
Las grandes historias son viajes y al igual que el exilio, un viaje no es simplemente un movimiento sobre un espacio físico, sino también por estados mentales, por etapas personales, desde aquel retorno de Ulises a Ítaca. Así hemos descendido a los infiernos de la mano de Virgilio, hemos presenciado la transformación física o mental del pobre Gregorio Samsa y a través de la infancia de Marcel Proust hemos tratado de encontrar el tiempo que perdimos alguna vez. Y Babelia Express es un viaje tanto físico como mental que comienza en un puerto de una ciudad, ubicada en un país de la mitad del mundo, y atraviesa el Atlántico para recorrer el país que Henry James calificó como suave y dulce, Italia. “Hoja recién nacida”, dice el primer poema del libro y a partir de aquí entramos en una cascada de pensamientos que se van a ir alternando hasta reflejar qué significa ser un verdadero viajero.
El poema titulado ‘Babelia Express’ es central para el libro. Aquí encontramos el choque de la modernidad, de la globalización, de lo light, de lo nuevo, de lo posmoderno. Es Babel antes de la maldición divina, expresiones distintas que significan lo mismo. Pero a pesar de la crítica o incorporación de nuevas tendencias que para muchos no cumplen con requisitos esenciales para ser consideradas literatura, Baéz logra en este poema un cadencia musical tan exótica que recuerda todo lo positivo de una cultura pop. En este texto se encuentran las mejores escenas de una película de Woody Allen, las películas del galardonado director italiano Paolo Sorrentino, el jazz: el saxofón improvisando con el clarinete, las latas de las sopas de tomate Campbell de Warhol, se escucha música pop de los Estados unidos, música pop de Italia (‘Ma Quale Idea’), y aquella canción que hace pocos años estuvo en las primeras posiciones de los Billboards mundiales, ‘We dont speak americano’. Hay también autores como el japonés Murakami, la Mona Lisa pintada con bigotes. Este poema —que da título al libro— rompe con las normas y en su esencia, es parte de la cultura que recibimos día a día. El contexto del poemario es lo instantáneo: una frase en francés me guía en mi travesía por París, un rápido curso de alemán me permite vivir en Alemania, un mensaje de texto, 140 caracteres, todo forma parte de lo instantáneo, de vivir el momento. A partir de este punto, el autor nos lleva de la mano en su propia Odisea, que en muchos pasajes se canaliza por interrogaciones internas, para enseñarnos que la cultura exprés está expuesta en los lugares menos pensados y que el gran trabajo de un escritor es saber utilizarla a su favor.
En otro poema se lee lo siguiente: “Yo apenas llevo un grano de la arena de la aldea en la que vivo/ Nada más requiero para medir el mundo”. Este verso, como varios en el libro, es un grito que intenta recuperar la identidad del viajero. ¿Quién es el turista? Aquel que viaja para conocer, ¿pero quién es el viajero? Aquel que realmente conoce el lugar que visita. La distinción es evidente y los dos conceptos entran en una dicotomía que el autor aspira a contrastar con claridad: aquel que se rige por mapas electrónicos y aquel que solo pasa la mirada en su visita por la Capilla Sixtina; es decir, que está en dicho lugar solo para poder contarlo después. El viajero es quien se pierde y elige sacrificar la seguridad de ciertas guías turísticas para adentrarse en los huecos más profundos de una ciudad, para ver las curvas, los ritmos y las sombras de Venecia, para comprar un libro en otro idioma en aquella librería perdida en Florencia. ‘Déjate caer’ es la exhortación que las ciudades italianas le hacen a Baéz.
Los periplos de la travesía van avanzando y nos vamos encontrando a través de la obra con situaciones particulares en cada momento del viaje. Por ejemplo, el poema titulado ‘El Coloso de Marassi’ es un tributo al libro como objeto, a ese libro que perdurará en la memoria, que es al mismo tiempo experiencia y conciencia del lector; pero también es un canto al libro físico, compuesto por hojas, de tinta y de solapas, a ese libro que fue requisado en una cárcel y que podía ser utilizado como arma contundente y que es la herramienta en la que los escritores se inspiran. El olor de aquella rosa y de aquella tinta, el tacto de aquella persona y de aquellas páginas. El libro físico como arma y como amante. Pero el autor nos advierte, aceptando de nuevo la modernidad, que lo que te mata no es aquel arma contundente, no tan efectiva, sino su bendito y maldito veneno. No es la pasta dura del Ulises con tantas páginas adentro sino su contenido intangible lo que te puede cambiar la vida.
El mundo babélico e instantáneo en el que vivimos se vuelve a expresar en el poema ‘Cosas que perdí en Venecia de manera irremediable’, cuando el viajero nos relata las imágenes que perdurarán en su memoria tras su partida de Venecia.
Babelia Express tiene varios componentes esenciales: la búsqueda, la memoria, el viaje, el retorno, la espera y el amor. Cómo olvidar, por cierto, otra connotación de exilio que encontramos en este viaje, y que es el exilio de ella, de la mujer que nos espera, de la separación de aquella persona que nos ha enseñado a ver la realidad de otra manera.
Al igual que en un viaje, al llegar al final del libro sentimos aquella melancolía de acabar con nuestra travesía. Que el título no nos confunda, Babelia Express no es instantáneo, su profundidad consiste en explorar y proponer al lector a que se introduzca de lleno en un mundo nuevo que va a desafiar nuestros sentidos y nuestros destinos.