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Tres crónicas sobre el Nuevo Mundo

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Desde el inicio de la conquista española en América, las crónicas o relatos de viajes jugaron un papel fundamental para el registro de diferentes aspectos sociales, culturales, geográficos y antropológicos relacionados con el descubrimiento del nuevo continente. Los textos redactados por los conquistadores constituyen un amplio abanico de documentos que van desde cartas o diarios autobiográficos hasta extensos escritos de tipo enciclopédico.

Uno de los aspectos que más se ha tomado en cuenta para el estudio de las crónicas americanas es la intencionalidad de sus autores. El ensayista peruano José Miguel Oviedo en Historia de la literatura hispanoamericana señala que cada relato se escribió por razones o estímulos muy diversos, que a veces no están vinculados a un fin histórico o literario. Incluso, en muchas ocasiones se pueden encontrar relatos que surgieron de la rivalidad entre conquistadores, o para denunciar falencias o errores de textos publicados anteriormente. En todo caso, este aspecto, que puede afectar a la objetividad del documento histórico, «es un elemento que enriquece la crónica —según señala Oviedo— en cuanto refleja la psicología de su autor y nos permite conocer los entretelones de la constante pugna por asociar el nombre individual a la épica de la conquista».

En este sentido, se puede afirmar que los relatos de los primeros españoles en explorar el Nuevo Mundo están matizados por una visión arbitraria de los sucesos que narran, en los cuales se pueden visualizar aún algunos aspectos propios de la idiosincrasia del medioevo. Sin embargo, varios de estos cronistas también dejaron entrever en sus textos un enfoque más cercano al pensamiento moderno. En ese sentido, hay varios temas o aspectos que se repiten, de diferentes maneras, en el Diario de a bordo, de Cristóbal Colón; el Sumario de la Natural Historia de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo, y en Naufragios, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca.

El mito del buen salvaje envolvió la imagen que se tenía de los habitantes del nuevo continente, a partir de la narración de Colón luego de su primer viaje, en 1492. En ese texto, recopilado por Bartolomé de las Casas, encontramos un relato bastante favorable sobre los indios americanos, quienes son descritos como seres pacientes, sencillos, dóciles y de buena voluntad. No obstante, la información que brinda de ellos es algo general y superficial, llena de repeticiones en las que constantemente se afirma lo fácil que será convertir a los indígenas al cristianismo y esclavizarlos.

En comparación con lo escrito por Colón, Fernández de Oviedo aborda el tema con un enfoque naturalista, por medio del cual realiza interesantes y agudas observaciones sobre la vida y las costumbres de los indígenas. En el Sumario, publicado en 1526, el conquistador madrileño no se detiene a explicar la bondad o pasividad de los indios, sino que decide más bien detallar la forma en la que estos pescan o cazan, sus descripciones físicas, la manera en que elaboran sus armas y la estructura organizativa de los pueblos, entre otros aspectos. Cuando habla de los indios de tierra firme, menciona —por ejemplo— que, dependiendo del lugar, el máximo líder de un poblado recibe el nombre de quevi, cacique o guajiro. Asimismo, hace comparaciones sobre las cualidades físicas de los habitantes de un sector con los de otros, desde una perspectiva bastante apartada al pensamiento medieval de occidente: «Los hombres, que en una parte son negro, en otras provincias son blanquísimos, y los unos y los otros son hombre». Para la catedrática española Mercedes Serna, quien cita esas líneas en un discurso recogido en Anales de literatura hispanoamericana, el comentario de Fernández de Oviedo sobre aquellos hombres es una afirmación moderna, «adscribiéndose así al principio cristiano de igualdad entre los seres humanos».

Por su parte, el relato escrito por Álvar Núñez Cabeza de Vaca, luego del extenso viaje por los actuales territorios del sur de Estados Unidos, desmitifica la figura del buen salvaje descrita por Colón. Si bien es cierto que en su largo periplo el conquistador jerezano se cruzó con varios grupos de indígenas que le ofrecieron agua y alimentos, también recibió tratos crueles por parte de indios que lo tomaron como esclavo a él y a los demás españoles. «Y en este tiempo —anota en su crónica— yo pasé muy mala vida, así por la mucha hambre como por el mal tratamiento que de los indios recibía».

Pese a haber vivido en condiciones extremas, el relato de Núñez, publicado en 1542, se constituye también en un documento de gran valor antropológico en relación con la variedad de etnias descritas, muchas de las cuales desaparecieron con la llegada de los ingleses a dichos territorios. En este sentido, según Begoña García, Núñez no solo dio noticias de la existencia de estas agrupaciones de indios, sino que también realizó una descripción detallada de «sus relaciones sociales y familiares, alimentación, aspecto físico, ornamentación personal, organización social, régimen de propiedad, ritos funerarios creencias religiosas, estrategias guerreras y armas, concepto de medicina...».

Otro tema en el que difieren los tres relatos es el de América como tierra de riquezas y abundancia. En el Diario, Colón se refiere constantemente a su interés por hallar fuentes de oro en el nuevo continente. A pesar de que también menciona de forma reiterativa su admiración por la naturaleza y su variada vegetación, comparándola con el paraíso, su principal objetivo era encontrar el preciado metal como una promesa para los reyes y una motivación para quienes lo acompañaban.

Las observaciones de Fernández de Oviedo sobre el entorno natural fueron más precisas y detalladas que las de Colón. Oviedo, quien es considerado como el primer naturalista de América, menciona en el Sumario varios de los alimentos autóctonos de la región como la yuca, y la forma en que son cultivados. También se refiere a lo bien que se adaptaron los animales que fueron traídos desde España, como las yeguas y los caballos. En pocas ocasiones menciona la existencia de oro. Su interés giraba en torno a la descripción natural y faunística de los territorios. No obstante, en Oviedo aún persiste aquel aspecto providencial en relación a los españoles como instrumentos de la voluntad divina: «Pues tan riquísima la hizo Dios —a América—, y os la tuvo guardada desde que la formó, para hacer a vuestra majestad universal y único monarca en el mundo».

En contraste con la visión de Colón y de Fernández de Oviedo, Núñez Cabeza de Vaca no encontró el paraíso terrenal ni las numerosas fuentes áuricas durante su viaje. Su experiencia desdibuja aquella imagen creada por Colón sobre un territorio abundante en oro. Tanto así, que es mínima la referencia que hace Núñez sobre el tema a lo largo de su Naufragio. Como bien señala Begoña García, la utopía de una América llena de riquezas y felicidad se transforma «en una tierra pobre, de naturaleza hostil y duras condiciones de vida», en la cual el paraíso soñado se trocó en un «infierno de penalidades, inclemencias climatológicas, escasez de alimentos y maltrato de sus moradores».

En cuanto a los aspectos formales de cada uno de los relatos, se pueden establecer notables diferencias. Al leer el Diario de Colón estamos ante un texto pobre, repetitivo y dueño de un discurso minado de hipérboles y comparaciones. Si bien es de tipo autobiográfico, al igual que la crónica de Núñez, el texto elaborado por Colón se centra más en la descripción de los territorios descubiertos, haciendo hincapié en las distancias entre islas, su tamaño y en general a información de índole geográfica. Por su parte, la calidad narrativa de los Naufragios de Núñez Cabeza de Vaca radica en una descripción más completa y detallada de las vicisitudes que pasaron él y los demás españoles que lo acompañaron durante su largo viaje. Hay capítulos que incluso podrían evocar ciertas características de los relatos bíblicos, como aquella noche en la que lograron sanar a unos indios luego de santiguarlos y encomendarlos a Dios.

Un aspecto importante del Sumario de Fernández de Oviedo es su carácter reflexivo sobre lo que observa del Nuevo Mundo. Su texto, considerado como un clásico de la etnografía y la antropología, se desarrolla en un tono más cercano al pensamiento científico o académico que a la mera descripción cronológica de los hechos. Oviedo utiliza un lenguaje sencillo para hacer sus observaciones sobre los animales, la vegetación y los habitantes de los territorios descubiertos.

Aunque los tres relatos son distintos en forma y contenidos, todos se enmarcan dentro del concepto de crónica, que como señala José Miguel Oviedo es «un género híbrido, a caballo entre el texto histórico y el literario: es ‘historia’ de intención objetiva (o al menos descriptiva) a la vez que ‘relato’ personal».

Bibliografía

Colón, Cristóbal: Diario de a bordo, Historia 16, Madrid, 1991.

Fernández de Oviedo, Gonzalo: Sumario de la Natural Historia de las Indias, México, FCE, 1950.

García, Begoña: Naufragios de Álvar Nuñez: del discurso del fracaso a la aventura antropológica, Centro Virtual Cervantes, Actas VII, 2006, pp. 287-292

Núñez Cabeza de Vaca, Álvar: Naufragios, Madrid, elaleph.com, 2000.

Oviedo, José Miguel: Historia de la literatura hispanoamericana, Vols. 1 y 2. Madrid, Alianza editorial, 2001.

Serna, Mercedes (ed): Discurso sobre la naturaleza americana: desde el descubrimiento de América hasta la visión ilustrada, Anales de literatura hispanomericana, vol. 39, 2010, pp. 251-264.

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