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Stephen Hawking: una batalla contra el tiempo

Hawking, que se graduó y dio clases en Cambridge, ahondó en la evolución.
Hawking, que se graduó y dio clases en Cambridge, ahondó en la evolución.
Foto: Rex Reuters
31 de marzo de 2018 - 00:00 - Jéssica Zambrano Alvarado

«Mientras haya vida hay esperanza».
Stephen Hawking sobre su doctrina de vida

Los yahoos del Informe de Brodie, un cuento de Jorge Luis Borges, mutilan a su rey. Cuando los cuatro hechiceros descubren en alguno de los niños que examinan ciertos estigmas no revelados, le queman los ojos y le cortan las manos y los pies para que el mundo no lo distraiga de la sabiduría. «Veneran asimismo a un dios, cuyo nombre es Estiércol, y que posiblemente han ideado a imagen y semejanza del rey; es un ser mutilado, ciego, raquítico y de ilimitado poder. Suele asumir la forma de una hormiga o de una culebra», dice el cuento. Los yahoos son una tribu privilegiada, que es capaz de abstraer en una sola palabra frases enteras para comunicarse o decir lo que va a pasar en el futuro. No tienen buena memoria sobre el pasado.

«Sabemos que el pasado, el presente y el porvenir ya están, minucia por minucia, en la profética memoria de Dios, en Su eternidad; lo extraño es que los hombres puedan mirar indefinidamente hacia atrás, pero no hacia adelante», dice el narrador del libro sobre los dones de la tribu. Y acierta cuando señala que «filosóficamente la memoria no es menos prodigiosa que la adivinación del futuro; el día de mañana está más cerca de nosotros que la travesía del mar Rojo por los hebreos, que, sin embargo, recordamos».

Stephen Hawking tal vez no era un yahoo. Tal vez sí. Fue un humano que sobrevivía con los algoritmos de la ciencia. Intentaba mirar hacia el futuro con diagnósticos sobre el pasado de un universo en expansión, siempre infinito, como sus posibilidades. A él, a los 21 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad motoneuronal por la que le dieron solo tres años más de vida, pero vivió mucho más de los que podía. Superó la expectativa de vida de cualquier ecuatoriano al morir a los 76 años. Este graduado en Cambridge, se convirtió en una especie de dios de la cultura occidental, se casó dos veces, tuvo tres hijos y nunca dejó de ser un personaje público.

El científico inglés investigó desde la inmovilidad en la que quedó tras un infarto cerebral, la expansión del universo, los agujeros negros, la teoría del Big Bang. Su primer libro de divulgación se llamó Breve historia del tiempo y lo escribió porque quería financiar los estudios a su hijo.

A pesar de que su ambición con esta publicación no era tan grande, con el prólogo de Carl Sagan, otro divulgador científico, superó sus propias expectativas. Nathan Myhrvold, de Microsoft, un alumno suyo, le dijo que había vendido más libros sobre física que Madonna sobre sexo. Tenía razón. Este libro estuvo en la lista de best sellers del Sunday Times de Londres por 237 semanas, más que cualquier otro. Una lista, en la que, según el mismo Hawking, la Biblia y Shakespeare no cuentan.

Hawking vs. los milagros
Breve historia del tiempo fue traducido a cuarenta idiomas y vendió una copia por cada 750 hombres, mujeres y niños en el mundo hasta finales de los ochenta. Desde esa primera publicación, Hawking, con la experiencia de haber leído a colegas suyos a los que consideraba complicados y áridos, estuvo preocupado por ser un divulgador de la ciencia capaz de llegar a la mente de cualquier lector para responder aquellas preguntas que todos quieren contestarse sin encogerse de hombros: ¿De dónde venimos? y ¿Por qué el universo es como es?

Este científico británico, que se comunicó hasta el final de su vida a través de una máquina «mucho mejor que cuando podía hablar», según sus propias palabras, era considerado un milagro. La ciencia le había diagnosticado la muerte, pero se mantuvo con vida. En su libro El gran diseño sostiene que el universo puede crearse «de la nada, por generación espontánea», y que la idea de Dios «no es necesaria» para explicar su origen. Para Hawking, la religión cree en los milagros, pero estos no son compatibles con la ciencia.

Aun así, sus cenizas serán enterradas en la abadía de Westminster junto a Isaac Newton y Charles Darwin. Newton, el descubridor de la ley de la gravedad, fue enterrado en el gran templo londinense en 1727. Darwin, el padre de la teoría de la evolución, fue sepultado en 1882. Hawking estará en el mismo lugar en el que se encuentran los mayores pensadores de la vida humana, como un dios.

Los agujeros negros, el cyborg y la cultura popular
Para Hawking, había que pensar en una teoría determinada completa para acercarnos a las leyes que gobiernan el universo y determinaría presumiblemente nuestras acciones. Sostuvo en su primer libro que los científicos describen el universo a través de dos teorías parciales fundamentales: la de la relatividad general y la mecánica cuántica. Consideró que ambas constituyen un gran logro intelectual de la primera mitad de este siglo.

Por un lado, la teoría de la relatividad general describe la fuerza de la gravedad y la estructura a gran escala del universo. «Es decir, la estructura a escala que va desde solo unos pocos kilómetros hasta un billón de billones de kilómetros. El tamaño del universo observable. La mecánica cuántica, por el contrario, se ocupa de los fenómenos a escalas extremadamente pequeñas». Ambas eran inconsistentes entre sí, entonces Hawking propone una mezcla, «una teoría cuántica de la gravedad».

El estudio de la gravedad era central en su trabajo. Consideró que las teorías de la gran unificación no incluían la fuerza de la gravedad. «Lo cual no importa demasiado, porque la gravedad es tan débil que sus efectos pueden normalmente ser despreciados cuando se estudian partículas o átomos. Sin embargo, el hecho de que sea a la vez de largo alcance y siempre atractiva significa que sus efectos se suman. Así, para un número de partículas materiales suficientemente grande, las fuerzas gravitatorias pueden dominar sobre todas las demás. Por ello, la gravedad determina la evolución del universo».

El trabajo de Hawking en la década de los setenta se centró en la teoría de los agujeros negros. Según relata en Breve historia del tiempo, esta hipótesis acerca del espacio, que ya había sido abordada anteriormente por otros autores, puede resultar de un colapso estelar y en los intensos campos gravitatorios existentes a su alrededor. «Fue eso lo que nos condujo a las primeras pistas de cómo las teorías de la mecánica cuántica y de la relatividad general podrían relacionarse entre sí: un vislumbre de la forma que tendría una venidera teoría cuántica de la gravedad».

Con estas nociones se introdujo en la vida mediática, en la cultura popular. En un episodio de Star Trek: The Next Generation, uno de sus docenas de cameos de cultura pop, fue un holograma que juega a las cartas con Einstein y Newton, con quienes ahora comparte una abadía. En Los Simpson apareció varias veces. Homero lo llama «el amigo robot» de Lisa, la más inteligente de la familia. Hawking lo consideró «el mejor programa en la televisión estadounidense». En su paso por Futurama, el científico es una cabeza eterna en un frasco, papel que repitió, el año pasado, con Bill Nye, Neil deGrasse Tyson y George Takei en el videotráiler del juego de teléfono inteligente Futurama. No era una voz totalmente incorpórea, pero se movía constantemente en esa dirección.

Durante sus últimos años de vida utilizó un sistema avanzado de comunicación, desarrollado por la compañía Intel y la empresa británica Swiftkey, que tiene la misma tecnología los teléfonos inteligentes y procesaba a partir de los pensamientos del científico para luego sugerirle las palabras que quisiera utilizar al momento de expresarse. Él, que se servía de la inteligencia artificial (IA) para comunicarse con la humanidad y hasta para escribir sus artículos científicos, consideraba que su desarrollo podría ser demasiado perjudicial para la humanidad.

En 2014, en una entrevista con la BBC, dijo que la inteligencia artificial podría ser el fin de la humanidad. Lo que se desarrolla hasta ahora ha probado ser muy útil, pero teme que una versión más elaborada «pueda decidir rediseñarse por cuenta propia e incluso llegar a un nivel superior».

Creía que «los humanos, que son seres limitados por su lenta evolución biológica, no podrán competir con las máquinas, y serán superados». Empero, sin las máquinas que se conectaron a su cuerpo, un milagro de los diagnósticos científicos, él mismo se convirtió en un cyborg.

Un profeta para el rock
La voz del científico británico, con el acento de los estadounidenses que diseñaron la máquina con la que se comunicaba, suena en dos discos de Pink Floyd, una de las bandas más influyentes del siglo XX. El uno es Division Bell, lanzado en 1994 y el otro es The Endless River, de 2014.

En 1993, Hawking, con su voz robotizada en una publicidad de British Telecom Group (empresa de telecomunicaciones británicas), da un discurso mientras su cuerpo habita la pantalla. Cuando David Gilmour, vocalista y guitarrista de Pink Floyd, lo vio casi llora.     
«Esta fue la publicidad televisiva más poderosa que he visto en mi vida», dijo tiempo después en una entrevista radial. «No creo que haya escrito las palabras que usaron con él, pero... estaba allí, en su silla de ruedas. Él se ve algo extraño. Y lo encontré tan conmovedor que sentí que tenía que intentar hacer algo con él o algo así, de alguna manera».

La primera canción en la que Pink Floyd usa la voz de Hawking es ‘Keep Talking’; la segunda es ‘Talkin Hawking’, en su último disco, The Endless River. Gran parte del material de este álbum sale de las sesiones grabadas con Richard Wright. uno de los fundadores de la banda. Los doce temas fueron revisados y reelaboradas por los integrantes que quedaron.

The Endless River era un tributo a Rick, con el cual intentaron reconocer mucho de lo que fue el corazón de Pink Floyd. ‘Talkin Hawking’ no pretendía ser una continuación de la canción anterior, ‘Keep Talking’, se pretende como algo nuevo, pero vuelve a ser premonitorio.

En el discurso que Hawking pronuncia para el comercial británico habla de la importancia de la comunicación. «El habla ha permitido la comunicación de ideas. Permite que los seres humanos trabajen juntos para construir lo imposible. Los mayores logros de la humanidad se lograron al hablar. Nuestras mayores esperanzas podrían convertirse en realidad en el futuro. Con la tecnología a nuestra disposición, las posibilidades son ilimitadas. Todo lo que tenemos que hacer es asegurarnos de seguir hablando», dice Hawking.

Tal vez el científico británico más famoso de este siglo sea superado teóricamente, pero su marca en la historia es imprescindible. La ciencia siempre está encontrando preguntas, «la teoría del todo», diría él mismo. «Si descubrimos una teoría completa, con el tiempo habrá de ser comprensible para todos». De eso se trata seguir hablando. (I)

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