Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977) terminó su tratado lírico titulado ø (Vacío) con Manual de Ruido (2015), un discurso ético, un legado para los poetas. El libro, a pesar del riesgo, su distancia con el canon académico y la crítica que hace del ‘mundillo’ literario, recibió el Premio de Pichincha en Poesía, este año. El reconocimiento se suma a una lista de la que en 2013 Miguel Donoso Pareja decía: “No cuadra con la escritura de Carrión, que es de una calidad no apta para ganar concursos”. Manual de ruido es el fin de una serie en la que el autor ha expuesto un ciclo de vida. “Todos esos ‘yo’ que escribieron esos libros ya no existen. Todos quedaron para siempre en esos libros. Los ‘yo’ de ese poeta, que lloró, que se tomó todos los alcoholes del planeta están ahí para siempre pero ya no soy yo”, dijo Carrión. El poeta que presentaba borracho en 2010 a Leopoldo María Panero en la librería Casa Morada ha transformado su voz y ahora, dice, se dedicará a la narrativa.
¿Por qué culmina su tratado con Manual de ruido?
Es un documento que pretende organizarse como un discurso ético y crítico sobre la poesía y —más que nada— sobre los poetas, quienes al parecer han terminado derrotados en un mundo tomado por las redes sociales y el espectáculo, donde lo único que parece tener valor es la cantidad de likes que acumulan en sus cuentas de Facebook. La poesía no puede estar al servicio de la banalización de los contenidos de una realidad como la nuestra, sino todo lo contrario, debería ser una herramienta de combate y exploración de significados reales, hoy dispersos o arruinados por la vanidad, el quemeimportismo y la búsqueda desmedida de ‘la fama’. Hasta los noticieros se han llenado de información chatarra y baladí. Todo se ha vuelto un espectáculo a través de internet. Y la poesía ha caído también dentro de ese juego. Como consecuencia, no solo se publica mucho, sino que se publica sin corregir y sin sentido crítico y honesto del trabajo literario que se pretende realizar. Parece que en esta realidad ya no importa la calidad de los versos, sino la cantidad de amistades que celebren en una borrachera idiota y cibernética tu poema.
¿Manual de ruido es una forma de distanciarse de los círculos virtuales?
Sobre todo es establecer una crítica. Es el último de mi tratado lírico ø. Me planté una serie de situaciones que tenían que ver con ese espacio de silencio que se ha perdido en la sociedad y en una realidad en la que todo es espectáculo. La gente, sobre todo los artistas, siempre son de alguna manera críticos hacia lo que pasa. Su papel tendría que estar de alguna forma distante, no solo para poder establecer una crítica, sino para poder crear, porque se crea desde el silencio. De alguna forma las personas que tienen sus cuentas en Facebook y Twitter son personajes de sí mismos, no son esas personas. Lo que subes de ti y lo que otros ven es lo que prefieres que vean de ti, entonces estás creando un personaje. El poeta entró a la lógica del mercado y está tratando de vender y eso es algo que jamás va a pasar.
Pero usted tiene Fondo de animal editores, una editorial de poesía...
Nosotros sabemos que una editorial de poesía vende de una forma muy lenta. Pero aparte, el proceso de trabajar poesía es un proceso en soledad, con uno mismo, para uno mismo y evidentemente en una relación íntima del poeta con su realidad.
En un círculo en que los poetas compiten por publicar, ¿sus trabajos pueden verse como un producto del ruido, homogéneo?
Más que lo que se está produciendo, parecería que la gente, dentro de la intención de hacer poesía, se inserta en la lógica de redes sociales: la necesidad imperiosa de formar parte del espectáculo, llamar la atención. Incluso hay poetas que hacen un reality show de sus vidas cuando tienen una desgracia personal. Ese tipo de cosas muestra no solo la carencia de honestidad, sino también con qué calidad están escribiendo sus textos: si vives en esa lógica en que te desesperas por llamar la atención, no puedes trabajar un producto serio, que siempre se va a producir a espaldas de estas cuestiones. El oficio del poeta se da en soledad y en la libertad de no estar conectado las veinticuatro horas y con la necesidad ficticia de alimentar a tus seguidores de redes. Muchos escritores han caído en eso. No te podría decir si el producto se parece o no, pero te aseguro que la mayoría de esos libros que se publican de muchos poetas de Ecuador quizás ni siquiera se entienden porque están tratando de adaptar una realidad que vaya más con ideas hipsters, por decirlo así. Significa que está inflado e impostado. En ese viaje lo que yo veo es la crisis de la poesía.
“La poesía está bien muerta y mutilada encima de la luna”, dice en los primeros versos de Manual de ruido...
Sobre la muerte de la poesía ha hablado ya Raúl Zurita. Aunque él ha dicho que Dante es la gran alegoría de la muerte de la poesía, y esa muerte está dada, intuyo, en otro sentido. Yo digo que la poesía está muerta porque los poetas no están escribiendo poesía. Hay un cúmulo de libros publicados que me darían la razón al respecto. Muchos, incluso, de aquí. Libros que carecen de sentido, y sobre todo de espíritu real, escritos sin ningún otro valor que el de publicar y engordar las redes sociales, las revistas, los diarios, etcétera. Libros que se sienten falsos desde el primer verso. La poesía no puede entrar en la lógica del mercado: eso no es poesía, carece de transparencia y no es perdurable, porque esas frases en 20 años no van a estar más de moda. En ese gesto yo no solo veo la impostura, sino la falacia. Para mí, la poesía siempre ha tratado de trascender para la vida de uno mismo y para la vida de los demás desde la palabra que es un misterio. A través de la palabra descubres cosas que no sabías, es siempre un trabajo de depuración. A mí la poesía me ha salvado hasta la vida y es real. Esa relación con el trabajo que yo todavía considero como un acto del que soy dueño y a la vez soy esclavo es algo que no puede convertirse en un producto más de mercado.
El poeta chileno Héctor Hernández dice, en una crítica a su obra, que solo desde el lenguaje es posible su desastre trágico, lo cual también significaría su momento de mayor lucidez. ¿Cuál es su relación con ese exterminio del lenguaje, esa búsqueda de la escritura para alejarse de lo finito?
El lenguaje de la poesía puede estirarse, lo puedes retorcer hasta llegar a significados distintos. Mi idea es que la poesía tiene que destruir los símbolos otorgados como tal por la sociedad y construir nuevos símbolos y esos volverlos a destruir y construir otros. Se llena de significados que emergen y se derrotan de nuevo. Por eso no comparto la idea de la experiencia de España, o la mal llamada experiencia, porque en esa poesía lo que dice la palabra es lo que es. Libro y mesa son lo que son. El libro es el libro, las gafas son las gafas, el café es el café. Ese tipo de poesía me parece que no es justa con el lenguaje.
Su padre fue hallado por la policía cuando lo sacaban muerto de un congelador en una discoteca de Guayaquil, esa idea de escribir desde el dolor se reserva en situaciones como estas, tan personales y dolorosas.
Siempre he usado la poesía como una forma de sanarme. Las tragedias de mi vida están en todos mis libros: en el primero, la pérdida de una novia; en el segundo, mi primer matrimonio y lo infeliz que era; en el tercero está mi errancia como bohemio y en la Bestia vencida aparezco en una clínica de reposo en la que la doctora me dijo que hagamos un contrato y se convierte en el libro. En Demonia Factory aparecen cuatro mujeres que fueron cruciales en mi vida. Con lo que le pasó a mi papá tuve que escribir un libro, lo hice, pero no forma parte de mi obra. He escrito dos libros sobre eso. Cuando inicié, hice un poemario, traté de abordar su muerte dándole un sentido para mí, una lógica que hallé.
¿Qué lógica le encuentra?
El día que anunciaron que Estados Unidos levantaría el embargo con Cuba, mi padre salió a beber. Quiero pensar que él se daba cuenta de que una vez que pasaba eso, se iba a acabar el mundo bipolar que vivimos, que todo iba a ser parte del mismo mundo globalizado, capitalista, salvaje. Entonces, no regresó de esa borrachera. En el libro abordo a toda su generación, a toda la gente que creció con la Guerra de Vietnam, recogiendo la información de la guerrilla de Cuba. Creo que mi papá representa a toda esta generación que creció con esta idea romántica, y para ellos hice este libro que es muy corto y triste. Solo tiene diecisiete poemas. Escribirlo fue de alguna manera intentar curarme, de hecho seguí muy mal, e hice una novela pequeña. Esa novela pequeña sí me ha curado porque me destapó como narrador.
En una entrevista decía que quería una obra de juventud, ¿se trata solo de lo vinculado a la poética?
Mi obra de juventud termina con Manual de ruido. Por eso tiene esa fuerza, esa rebeldía, irreverencia y esa libertad para hacer con las palabras lo que quiera. Y esa libertad para escribir con las palabras lo que me dé la gana se da porque yo no vine del mundo de las letras. La gente que sí viene de ese mundo, los que siguen el canon de la academia, editan sus textos de acuerdo al canon, tienen modelos de cómo escribir. Yo estudié comunicación y todo lo que he leído lo he hecho con una arbitrariedad absoluta, porque me ha dado la gana. Un libro me ha llevado a otro y otro. Escribí con esa desfachatez absoluta, por eso, esa obra funciona de esa forma y ahora quizás abra puertas para otros poetas. Si hubiera venido de ese medio, tendría cuatro o cinco libros escritos en la forma académicamente aceptada en Ecuador, que se daba hasta 2010. El poeta a veces ni siquiera es dueño de lo que está escribiendo, es una fuerza que viene quién sabe de dónde y hacia dónde y de hecho por eso te abandona. Por eso dije en alguna entrevista que me gusta la poesía con juventud y con fuerza. Pienso que la poesía así como llegó tiene que irse. Tampoco quiero escribir libros infantiles a los 80 años. Pero, evidentemente, como lo que pasó con mi papá, me abre a la creación. Después de eso tengo dos libros que son para mí dos libros de poesía, ya no forman parte de un tratado. Ya no pienso avanzar más en eso, voy a escribir narrativa.
Decía en un conversatorio que para incluir un libro en su editorial, primero debe gustarle, ¿cómo vincular ese gusto personal con un público que casi siempre se plantea distante a la poesía?
Con los años he desarrollado ciertas habilidades no solo en el sentido de la escritura, para mí, mi escritura ha ido mejorando siempre. Es como un músculo que se desarrolla. Leer también es una capacidad que se desarrolla como un músculo. Te aseguro que yo entro a una librería y agarro un libro, casi siempre de esos premiados en España, lo abro e inmediatamente sé si vale o no vale y casi siempre no vale. Yo estoy en contra del canon, de que la gente escriba de una sola forma. Que diga que solo hay una forma en la cual escribir. Estoy en favor de que todo tipo de poesía es válida siempre que esté hecha con calidad y con una honestidad, de tal forma que el lector lo perciba. El lector se da cuenta de si un texto empieza a temblar. Busco en los poemas que publico una honestidad que valoro, un talento que aparece a primera vista. Siempre estás buscando en esas aguas de donde emerge la verdadera poesía.
¿Cuál fue el último libro premiado de literatura española que lo decepcionó?
Creo que es el libro de Carlos Aganzo que ganó el premio Jaime Gil de Biedma. Si lo revisas, y no lo digo solo porque le ganó en 2014 a un libro mío, lees una poesía de la experiencia, muy simple, sin coraje, sin rabia, sin vísceras, sin ningún tipo de creatividad. El libro no lo compré porque no iba a gastar mi plata en él, solo lo ojeé y no me sorprende, es lo mismo. Ellos no salen del circuito porque en España sí funciona la venta de libros. Entonces Visor tiene que vender, y si te publica una cosa como Manual de Ruido van a pensar que no se entiende, pero claro que se entiende, solo que tienes que meterle asunto. Ellos están dentro de una lógica de mercado. Es una poesía simple que se viene alimentando en España y tiene más de 30 años haciendo lo mismo. Discípulos de Luis García Montero intentan publicar en Ecuador lo mismo que en España, la conexión es Xavier Oquendo. Él promueve ese mismo tipo de poesía. El mundo de la poesía en español está polarizado. Hay una editorial con gente que pasa viajando a festivales. Ahora último hubo un escándalo porque querían hacer una antología de poesía ecuatoriana. Aleyda Quevedo nos envió un correo a algunos autores guayaquileños y nos preguntaron si nos invitaron a la antología. Ella se quejó porque quienes estaban invitados a representar la antología de los nacidos entre los setenta y los ochenta eran los poetas con los que comulga Xavier Oquendo que es una poesía breve, lisa, llana, en la que el lenguaje es lo que todos entendemos, no se puede convertir en nada más. La palabra puesta al servicio de fotografiar la realidad es algo que no sirve para nada a ningún lector.