Bailaban una contradanza, mientras ella intentaba descubrirlo todo con sus ojos negros. “Mi estimada señora, ¡Usted es la bella dama que ha incendiado mi corazón al tocar mi pecho con su corona”1. Simón Bolívar se refería a la corona de flores que la dama le lanzó desde el balcón de su casa, en la entrada triunfal del Libertador Simón Bolívar a la recién liberada Quito— continuó con sus manos acariciando su cintura mientras bailaban un minué hasta llegar a un romántico valse; estaban en el salón de la mansión de su amigo Juan Larrea, donde los invitados a la recepción en honor de S. E Bolívar, aplaudían. Las parejas de baile se detuvieron para ver bailar a Simón y Manuela Sáenz-Aizparu, entonces le susurró al oído “me encuentro fascinado de usted, por no decir enamorado de usted y de la Caballeresa del Sol”2. Luego del baile, la dama le habló de política y de estrategias militares, compartieron citas en latín de Virgilio y Horacio, de Tácito y Plutarco; de repente Simón se puso erguido y Manuela Sáenz de Thorme pensó que se había enfadado, y comenta que Simón sonrió y le pidió “tener una entrevista... y muy al oído le digo: encuentro apasionado”3.
Ocurrió esta escena el 16 de junio de 1822. Veintidós días antes, el ejército libertador con la jefatura del venezolano general Antonio José de Sucre, había vencido al ejército realista de España en las faldas del volcán Pichincha, que liberó e independizó las provincias de la españolísima Real Audiencia de Quito. La gesta libertaria quiteña tuvo el apoyo de la aristocracia criolla patriota de la cual Manuelita era parte. En su Diario de Quito, fechado el día de la independencia 24 de mayo del 1822 a la madrugada escribió: “Ya he impartido órdenes a Jonathás, yéndose con Nathan a recoger información que sirva como espionaje, de dónde se encuentran las fortificaciones y los puestos de defensa de los españoles, para mandarles dicha información a los patriotas”4. Dos años antes, en Lima, había asumido el mismo rol con su fiel sirvienta Jonathás y la hermosa guayaquileña Rosa Campuzano.
La Historia tenía reservado un destino final al viaje del general Bolívar, era el Departamento de Guayaquil para asegurar su integración a la Gran Colombia y la unidad de naciones de América como lo había predecido en su Carta de Jamaica. El general San Martín también viajaba a Guayaquil, para presionar a los patriotas guayaquileños —que el 9 de octubre de 1820 lograron la independencia del yugo español— para que se integren a lo que fue el Virreinato de Lima. Esta disputa tenía un problema común a los dos libertadores: los próceres guayaquileños desde el 11 de noviembre de 1820 —un mes después de la independencia del Departamento del yugo español, el 9 de Octubre— se declararon “nación soberana”5, reconocidos y aupados por la alianza política, diplomática y financiera de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, como lunar sucio en la piel unitaria de la América visualizada por la genialidad de los libertadores. Los próceres de la independencia de los países de Sudamérica —los generales Bolívar y San Martín— se reunirían en Guayaquil entre el 25, 26 y 27 de julio de 1822 —allí se darían los pases de reconocimiento y los protocolos de masones iniciados de jóvenes por el precursor Miranda de la Logia Lautaro en Cádiz— España, a igual que Bernardo O’Higgins de Chile y Jacinto Bejarano de Guayaquil6. Fue en este entorno histórico que Manuela y Simón se descubrieron en el amor en Quito y su compromiso fue encontrarse donde acantonarían las tropas del Libertador en la hacienda El Garzal, cerca de la comarca de Babahoyo en la región costera de Ecuador.
El 27 de julio, mientras el gran amigo de Manuela Sáenz, el general San Martín, tenía el histórico encuentro con Bolívar en Guayaquil; ella le enviaba una carta a su amante desde El Garzal:
Los bajíos a las riberas del Garzal hacen un coloquio para desnudar los cuerpos y mojarlos sumergidos en un baño venusiano, acompañado del susurro de los guadales próximos y del canto de pericos y loros espantados por su propio nerviosismo. Le digo yo, que ansío de la presencia de usted aquí. Toda esta pintura es de mi invención; así que ruego a usted que perdone mis desvaríos por mi ansiedad de usted y de verlo presente, disfrutando de todo esto que es tan hermoso.
Suya de corazón y de alma.
Manuela Sáenz, Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón
El Libertador de cinco naciones se había enamorado de la ‘Caballeresa del Sol’; ¿esa frase era elogio o galanteo? Realmente tenía un profundo significado político en ese momento de la América libertaria. El insigne historiador ecuatoriano que residió en Venezuela, Alfonso Rumazo González afirma que el año 1821, uno antes de que Bolívar conociera a Manuela, “fue trascendente en la historia de Hispanoamérica; en junio fue la emancipación de Venezuela, en julio la del Perú (en parte); en septiembre, las de Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Honduras; también en septiembre, la de México; en noviembre, la de República Dominicana; y en ese mismo noviembre, Panamá se sumará a los pueblos libres”7. En esta vorágine de independencia, Lima, capital del Virreinato donde se concentraban las fuerzas realistas de España, fue sitiada por las guerrillas independentistas y se operó un cerco marítimo sobre Callao por la marina del general San Martín, libertador de Argentina y Chile. Tuvieron un rol determinante en esta gesta dos mujeres pertenecientes a la aristocracia criolla de Quito y Guayaquil, que por circunstancias adversas de un matrimonio formal y situaciones familiares estaban residiendo en Lima. Ellas frecuentaban y promovían tertulias en los círculos sociales de alta alcurnia de españoles y criollos en Lima, mientras secretamente estaban comprometidas con la causa independentista de América, y obtenían información trascendental de ubicación y desplazamientos del ejército español de guarniciones, batallones, abastecimientos en el Virreinato de Lima. Las dos patriotas eran Rosita Campuzano, guayaquileña compañera de San Martín, y Manuela Sáenz, futura Libertadora del Libertador Bolívar; la historia confirma que “el salón de Rosita había sido el centro de reunión de los conspiradores antes de la llegada de San Martín”8.
El General San Martín, luego de la liberación inicial de la dominación española de las provincias del poderoso Virreinato de Lima, les confirió a Rosita y Manuela la insignia de ‘Caballeresa del Sol’ por su aporte a las luchas de la independencia del Perú. Esta insignia fue un capítulo particular de la Orden del Sol que tenía cualidades especiales. Con esta Orden “San Martín creó una nobleza criolla... con prerrogativas personales vitalicias y hereditarias hasta la tercera generación”9 y su finalidad última era sustentar un régimen monárquico para los países liberados de nuestra América. En confidencia, San Martín le dijo a O’Higgins, autoridad máxima de la liberada Chile, en una carta de finales de diciembre de 1821, “porque creo que estará usted convencido de la imposibilidad de erigir estos países en República”10. El General San Martín trataba de justificar el envío a Europa de una comisión especialísima, que el historiador Alfonso Rumazo González destaca que tenía la misión de “que buscase un Príncipe que quisiera aceptar la monarquía del Perú”11.
El abrazo en Guayaquil de los dos próceres de la independencia de América, sellaría el destino republicano y no monárquico de los nacientes Estados de América. Con ese abrazo se respondía la crucial pregunta que siete años antes le hiciera el súbdito ingles Henry Cullen a Simón Bolívar, que lo citaría en su histórica Carta de Jamaica fechada el 6 de septiembre de 1815, hace exactamente doscientos años “¿... desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía...?”12.
Manuela había jugado un pequeño papel en el resultado de aquella famosa entrevista en que se decidiría a qué nación pertenecería Guayaquil. El historiador estadounidense Víctor von Hagen relata que aquel “era el único puerto seguro que había en mil millas a la redonda. Bolívar comprendía su importancia [...] para toda Gran Colombia; estaba decidido a ocuparlo”13. Pero había un problema: cómo conquistar Guayaquil sin romper la armonía con la hermana nación del Perú; su protector, San Martín, también le había prometido el puerto a su gente. Lo último que quería el Libertador era enemistarse o quebrantar el prestigio del otro libertador. Apenas habían pasado cinco semanas desde que Manuela dejara Lima, y enseguida le ofreció a Bolívar todos sus conocimientos sobre San Martín.
Le manifesté a S. E. que yo conocía muy bien las debilidades del señor general San Martín, que me había condecorado “Caballeresa del Sol”. Simón no permitió que le hablara de esas debilidades. Por el momento. Pero luego, muy preocupado, me preguntó: “¿Sabe usted señora, con qué elementos puedo, de su intuición de usted, convencer a este señor general, para que salga del país sin alboroto, desistiendo de su aventura temeraria de anexar Guayaquil al Perú?”. Entonces yo le contesté: “Vaya usted en persona e impresione a esos indecisos, acójalos bajo protección de la república de Colombia y encárguese usted mismo del mando militar y político de ese puerto y su provincia”14.
Manuela Sáenz, Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón
En efecto, cuando San Martín llegó a Guayaquil, Bolívar lo recibió con una amable sonrisa:
—“Bienvenido, mi general, al suelo de Gran Colombia”.
Independencia y pasión recorrían la América libertaria en las colonias españolas, huérfanas de reyes; y el propio general Simón Bolívar y su amor por Manuela la ‘Libertadora del Libertador’, dan testimonio de ello:
Me atraen profundamente tus ojos negros y vivaces, que tienen el encantamiento espiritual de las ninfas; me embriaga si, contemplar tu hermoso cuerpo desnudo y perfumado con las más exóticas esencias, y hacerte el amor sobre rudimentarias pieles y alfombras de campaña15.
Simón Bolívar, Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón
Notas
1. Bolívar, Simón (2012). Citado por Manuela Sáenz en Diario de Quito (junio 19 de 1822), en Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, p. 126.
2. Idem, p. 126
3. Idem, p. 128
4. Sáenz, Manuela (2012). Diario de Quito (20 de mayo de 1822) en Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, p. 117.
5. Icaza, Carlos E. (ed.) (4 de octubre de 2015). Separata La Revista en El Universo, p. 24.
6. O’Higgins, Bernardo (2011). Epistolario T. I: 30. Santiago: Universidad Bernardo O’Higgins.
7. Rumazo González, Alfonso (2009). José de San Martín. Caracas: Ed. Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia, p. 155.
8. Ídem, p. 185.
9. Rumazo González, Alfonso (2009). José de San Martín. Caracas: Ed. Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia, p. 185.
10. Archivo de Don Bernardo O’Higgins. Archivo Nacional (2006). Tomo VIII: folio 2014. Santiago de Chile
11. Rumazo González, Alfonso (2009). José de San Martín. Caracas: Ed. Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia, p. 186
12. Bolívar, Simón (6 de septiembre de 2015). Carta de Jamaica-Kingston (septiembre 6 de 1825). Diario El Telégrafo.
13. Von Hagen, Victor (1953). Las cuatro estaciones de Manuela: una biografía, los amores de Manuela Sáenz y Simón Bolívar. Ramón Ulía (trad.). Texas: Editorial Hermes-Universidad de Texas, p. 70.
14. Sáenz, Manuela (2012). Diario de Paita (23 de agosto de 1843) en Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, p. 182.
15. Bolívar, Simón (2012). A la dulce, muy dulce y adorada Manuelita. Mi amor. Carta a Manuela Sáenz (Cuartel General en Tunja-Perú, junio 16 de 1825), en Las más hermosas cartas de amor entre Manuela y Simón. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, p. 59.