El Telégrafo
Ecuador / Lunes, 25 de Agosto de 2025

Una pantalla blanca, vacía. En la sala oscura se escucha el latido desfalleciente de un corazón anciano, dos respiraciones agitadas de una primera cita de amor, el goteo de la herida de un delincuente refugiado, mientras afuera suenan bocinas de angustiados patrulleros. Corren los minutos, alguien mira su reloj. Las luces se encienden improntas. —¡No hay función por falta de quórum! —exclama el portero. Ingresan tres policías, esposan al “Ladrón de bicicletas”, el corazón que desfallece se detiene y la pareja adolescente, sin darse aún el primer beso, abandona frustrada el lugar. El portero cierra y se marcha. Adentro, solo la sala y una pantalla vacía donde se debaten los fantasmas de un corazón sin latido… Entonces ingreso en la escuela de cine y estudio dormido, mientras mi espíritu cabalga estaciones y la primavera en vano intenta hacerme despertar. Y el amor y la luz ahondan mi sueño de soledades florecidas en el agua y el fuego, en la tierra y el aire, donde amanecer y atardecer son el mismo punto de partida en la película, que, únicamente termina, cuando abro los ojos y se rompe el espejo interior para que sobre la pantalla se proyecte el filme del ensueño, hijo de los resplandores del silencio; entre el matrimonio y el divorcio de Dios con la sombra de su amada, quizás posible en la real utopía de la imagen y el sonido denominada arte cinematográfico, pero que yo llamaría arte de congelar el espejismo y al mismo tiempo arte de descongelar la ilusión.

“Si el autor no invita a observar a través de sus ojos al espectador, no enriquecerá la capacidad interpretativa del mismo...”.En el momento actual, cuando el reloj y el metro patinan con la arritmia que producen las revelaciones cuánticas en el racionalismo absoluto y el despertar de la magia revela que la división de tiempo y espacio fue una necesidad de la óptica homo sapiens —para redescubrirse en el abismo donde danza la esperma con el alma— se reivindica una vez más el cine como instrumento músico-visual, en el que pasado, presente y futuro se pueden combinar a voluntad del realizador, creando tiempos y espacios integrados, pese al desborde de la pasión mortal y finita del hombre sintetizada en la dramaturgia tradicional aristotélica, imagen y semejanza del mundo visible de lo humano, es decir, nacer, crecer y morir, reproduciéndose en el mismo formato, dentro de una carrera competitiva, cronometrada e intrascendente; hoy que la misma ciencia reconoce que el universo se dobla y desdobla como un pañuelo de estrellas, uniendo las más profundas distancias con los latidos del presente.

Cuando duelen los sentidos

Se habla de quinto y sexto sentidos. Si las piedras emitieran algún sonido animal las incluiríamos en el reino de la zoología. Pero, ¿quién dijo que las piedras no hablan?¿Escuchaste el latido del corazón de una roca en el río o la zancadilla que te pone el destino cuando te atraviesa una piedra a la vera del camino, sea para salvarte de una tragedia posterior o para arrancarte del mundo visible?

¿Viste en la oscuridad la maraña de sombras que se disputan tu corazón?

¿Contemplaste con los ojos cerrados la expansión vertiginosa del universo, a través de luces multicolores y sonoras?

¿Escuchaste en el silencio rugir a tu sangre y el quejido inmortal del universo estallar en tu cerebro?

¿Te abrazaste al cuerpo del vacío en la caída vertiginosa de tu ser y encontraste reposo?

¿Oliste a la llamada muerte venir como un pájaro de mal agüero y se llevó a tu perro o a otro ser querido?

¿Batallaste dormido y al despertar, vencido, viste a tu verdugo implorándote perdón, hermanándose en tu misma herida?

¿Miraste en las nubes la personificación del primer amor desintegrándose en el viento y le dijiste, no te vayas… y entonces empezó a llover?

¿Permaneciste a la intemperie maldiciendo a la vida y a la muerte, flagelando a la conciencia en su celda de cristal?

¿Al borde del suicidio, una voz oculta te dijo: No vengas que aún no me mereces…?

Si te ocurrieron estas experiencias u otras parecidas la urgencia de crear habrá nacido en ti. Estarás apto para plasmar, amando en el destierro. Y cuando veas una película no pedirás explicaciones sino, por el contrario, las encontrarás en ti mismo, aportando de ser necesario, lo que a esta le falte de acuerdo a tu sensibilidad.

El ojo sensible

El cine está en crisis. Sufre de forma y contenido. So pretexto de buscar un lenguaje universal se ha quedado en el intento, encerrado en la circunferencia de la óptica banal de la industria hacia el consumo masivo, sacrificando la personalidad del autor por una visión sometida a los intereses del poder dominante.

“Cuando aparece el color, la escenografía empieza a simplificarse y los espacios naturales van cobrando su lugar...”.Una verdadera película debe tener una óptica individual, un ángulo distinto de enfocar cualquier temática, por común o compleja que sea. Si el autor no invita a observar a través de sus ojos al espectador, no enriquecerá la capacidad interpretativa del mismo. Puede demostrarle que un caballo no solamente sirve para ser cabalgado, sino que también puede ser el cuerpo de su destino. Le corresponde hacer sentir el latido de las cosas aparentemente muertas. Para esto, los cineastas deberíamos aprender a mirar con el corazón, a escuchar con los ojos, a sentir con el cerebro, porque decodificando los sentidos podemos lograr el acto mágico de seducción hipnótica que debe producir una obra fílmica. Abordando la intuición niña, guía y maestra, trascenderemos en el yo y en el ellos, porque todos los seres en esencia, amamos, tememos y estamos solos con el niño elemental, tanto los analfabetos como los profesionales, tanto los delincuentes como los sacerdotes, tanto el soldado como el mismo Dios.

El cineasta que no haya superado el academicismo nunca logrará expresarse con su propio lenguaje, porque siempre pondrá una brecha entre su corazón y su cerebro, desde su espíritu hacia sus grises testes. El cineasta que quiera satisfacer a todos, sacrificándose a sí mismo, terminará frustrando tanto a él como a su receptor. Pero también el público que quiera encontrar en una película la justificación de sus instintos enfermos o el analgésico para su realidad de interactivos flagelos, vivirá y morirá engañado, como el artista que usa la morfina para calmar el dolor de su alma, mientras celebra con su pincel la mediocre derrota del esclavo ante el genocidio en cámara lenta.

Haciendo un balance justo creo que hoy como siempre los autores tenemos una gran deuda con el público, con la historia y con nosotros mismos.

Alquimia de la imagen y el sonido

El cine, a pesar de ser síntesis de todas las artes, se convierte en lenguaje visual sonoro con sus propias leyes, códigos y significados, a partir de la infinita combinación de los elementos cinematográficos. No es igual mostrar la erupción de un volcán con el audio sincrónico real que mostrarla en absoluto silencio, o con los gemidos de una madre parturienta, o con el sonido calmo del mar. Cada una de estas posibilidades producirá diferentes interpretaciones, tanto en lo emotivo como en lo narrativo. Así, el espacio fílmico tiene la capacidad de personificar el vacío en función de la dramaturgia emotiva de una escena.

Por ejemplo, vemos un desierto filmado con una lente que registra gran profundidad de campo. A la esquina izquierda del cuadro está un hombre agitado y asustado. Como sonido escuchamos los cascos de caballos que no vemos, aproximándose desde el fondo y que cada vez se hacen más cercanos. Esta interacción entre imagen casi vacía y sonido hará crecer la angustia del personaje y el suspenso en el público.

Otra de las posibilidades mágicas que ofrece el cine es la relación entre personajes y objetos distribuidos en el cuadro fílmico. ¿Cómo esta relación puede determinar el estado anímico del personaje, sin necesidad de exagerar en primeros planos e ilustrar con textos muchas veces innecesarios? En un guion de mi hermano Sandino encuentro un ejemplo bastante didáctico. Tomamos una habitación en plano general. Al lado derecho del cuadro vemos a un hombre sentado en una silla rota, mirando la pared. Al otro costado está un ventilador funcionando con dirección a la ventana. Luego tomamos un plano detalle del ventilador. Después vemos en otro plano la silla del hombre, vacía. Al final observamos en la calle los zapatos del hombre y luego su abrigo volando entre las copas de los árboles. El sonido de fondo podría ser el aleteo de un pájaro o, para darle otro sentido emotivo e interpretativo el llanto del mismo hombre. Así mismo, cualquier elemento visual o sonoro puede ser personaje en una película, incluso personaje central, más allá de ser un mero leitmotiv sonoro o visual.

En mi cortometraje Juicio y destino, el conflicto se desarrolla entre un carnicero y su cuchillo. En este caso, el cuchillo adquiere una personalidad dramática que evoluciona a lo largo del filme. Siempre el arma perseguirá al personaje, acechándolo y llevándolo hasta la locura y a un consiguiente acto de auto antropofagia.

En otro guion, Las venas de un condenado, el personaje principal es la sangre del poeta que recorre los laberintos de su espíritu, a través de ciudades y desiertos, buscando la puerta que al final encuentra en su propio corazón, convertido en saxofón por donde brota una cascada roja, adelantándose al patíbulo que le tienen preparado sus verdugos, representados por ángeles vampiros que ríen sobre su pecho desfalleciente.

En La última pesadilla, que fue mi primer guion de largometraje, escrito hace más de dos décadas, el personaje escapa de prisión y durante toda la película, se enfrentará a la risa sarcástica que los torturadores soltaban en los confesionarios del panóptico. La risa afectará cada vez más a personaje y público, hasta que él despierte en un parque, frente a un niño que resulta ser su infancia abrazándolo.

En Angelus, el andrógino se enfrenta al caballo, que representa a la muerte o al cuerpo de su destino, para el acto final de auto sacrificio o parto trascendente.

Los ejemplos existen en muchos y desconocidos autores y la sala espera, aunque el financiamiento difícilmente llegará a invertirse en este tipo de obras, sobre todo en nuestro país.

La escenografía y el color

Al ser el cine, hasta cierto punto, resultante del teatro, la escenografía se desarrolla en el tiempo como un espacio decorativo que envuelve o sirve de fondo a las distintas situaciones dramáticas. Decoraciones suntuosas marcan la primera etapa del cine en blanco y negro. Cuando aparece el color, la escenografía empieza a simplificarse y los espacios naturales van cobrando su lugar. En interiores y exteriores el color se convierte en un elemento sensorial que afecta al estado anímico de la escena que caracteriza al personaje y que, en definitiva, aumenta o disminuye la intensidad dramática del filme, reemplazando muchas veces los textos o el exceso gestual del cine mudo. Sin embargo, al mismo tiempo afecta a la luz, a la intensidad y profundidad que esta genera en los objetos o seres filmados en blanco y negro. Me atrevería a decir que el excesivo uso del color en el cine contemporáneo ha contribuido para que este pierda profundidad poética y filosófica en las posibilidades receptivas del espectador, negando al público la oportunidad de introducirse en el espacio fílmico, atrapándolo con la energía que proyectan los colores desde la pantalla hacia fuera. Radica ahí el riesgo que corre el realizador al momento de escoger la gama fotocromática a emplear en su película, el color del vestuario, la temperatura del cielo. No es lo mismo filmar un carnaval a colores que en blanco y negro, o filmar un velorio de igual manera. Todo dependerá de lo que el realizador quiera generar en el espectador, tomando en cuenta los estereotipos culturales que cada pueblo tiene con relación a la simbología del color, considerando, si será necesario romperlos o someterse. Aquí se manifiesta la importancia que tiene la capacidad de abstracción del creador ante el entorno que lo rodea, ante el medio geográfico y cultural donde ha crecido. De allí la necesidad de viajar hacia adentro y hacia afuera. Se vuelve imprescindible mirar y sentir con los ojos cerrados, para poder ver el aura y los colores verdaderos de la sombra.

Vivimos en un tiempo de síntesis y el cine es síntesis. He anotado que los objetos también pueden ser personajes, al igual que los sonidos. En la composición de una toma podemos utilizar elementos pertenecientes a distintos espacios, a distintas épocas, con libertad absoluta. Sin embargo, por más libertad que tengamos todo tiene que ir en función de un objetivo. En el cine, como en todo arte, nada puede ser gratuito porque de lo contrario, caeremos en el efectismo intrascendente.

Últimamente están de moda películas que parapetándose en un mal entendido surrealismo, pretenden sorprendernos con una cantidad de objetos y formas mal utilizadas que, en lugar de atraparnos, nos expulsan de la pantalla ocultándonos el camino hacia el misterio.

Nada ni nadie nos impiden combinar todos los géneros cinematográficos en la construcción de una película, pero siempre y cuando se conviertan en uno solo. Solamente así seremos verdaderamente innovadores. Únicamente así podremos ser directores de la orquesta de un nuevo jazz.

La voz en el vacío

Aunque basado fundamentalmente en la imagen y el sonido, el cine ha crecido de la mano del lenguaje textual y esto resulta penoso, porque la lengua, que desde su infancia gutural cumplía una función poética, revelando los sentimientos del hombre en sus estados más puros, se ha desarrollado sobre todo en un sentido comercial y tecnológico. Aún más, al estar reglamentada por las reales academias y los espíritus conformistas de quienes las dirigen. Es por eso que el diálogo nos condena a encerrarnos en el caos de la dramaturgia cotidiana, obstaculizando mortalmente a la imagen con todo su caudal reprimido, dejando al sonido y a la música en un segundo plano, cuando el sonido es en realidad el vehículo que puede transportar la imagen y el espíritu del espectador por los territorios internos-externos más insospechados, introduciendo al hombre en el drama sin principio ni fin del universo. Podríamos enumerar una larga lista de películas consideradas obras maestras del séptimo arte, las cuales podrían ser vistas con los ojos cerrados por depender su desarrollo dramático del diálogo, de los textos ilustrativos y poner a la imagen como expresión secundaria.

“...mi crítica va enfocada hacia el manejo del diálogo cinematográfico, mas no contra la voz y las palabras...”.A este tipo de obras podríamos denominarlas cine para ciegos, mas, penosamente, ellos no ven este cine, prefieren observar a través del tacto y de sus otros sentidos potenciados. Y de los ciegos tenemos los cineastas mucho que aprender, pero algunos colegas no miran con los ojos cerrados, porque restan importancia a la imagen interna, considerándola fuera de nuestro mundo y consecuentemente innecesaria para la creación. Este es el peor crimen que cometemos contra nosotros mismos y contra los defraudados espectadores, que prefieren drogarse en familia a través de la programación televisiva, mejor vehículo para mantener a la sociedad en estado de neurosis colectiva, cuyo siguiente escalón es la esquizofrenia, y donde la locura es el único estado liberador del espíritu moderno. Aceptar esto nos da miedo; los realizadores tememos ser marginados en “las azules celdas” de un manicomio.

Ahora bien, mi crítica va enfocada hacia el manejo del diálogo cinematográfico, mas no contra la voz y las palabras. Estas tienen un poder sensorial extraordinario y de ser calibradas correctamente con imágenes y sonidos adecuados, pueden lograrse filmes de alto nivel estético, poético y filosófico.

Me gustaría hacer una película en la que, con la pantalla en sombras, la voz proceda del fondo del vacío y, por medio de textos guturales, musicales y poéticos llenar el abismo de figuras que se dibujen en la mente, al pálpito del corazón de los espectadores, convirtiéndose en este caso la voz en cuerpo y alma del vacío. Aunque, para esto, también necesitamos un público dispuesto a jugar como un niño en el centro del precipicio.

El metro y el reloj

Si el cine, en un tiempo determinado, puede sintetizar la historia de la humanidad, también puede transformarla, fragmentarla, reinventarla a partir de diferentes evidencias e hipótesis. La elipsis y la retrospectiva, permiten hacernos pasar en décimas de segundo del periodo paleolítico a un futuro todavía no vivido. Así mismo, el montaje nos posibilita estar al mismo tiempo ahogándonos en una laguna fría de Laponia y nadando en el espejismo de un infinito desierto. Estos ejemplos sirven para simplificar la ruptura del tiempo y el espacio externos, pero no el manejo del tiempo y el espacio internos, el mismo que solo es posible marcar a partir del ritmo cardíaco del realizador, de su respiración en función del cuadro o escena que está filmando, de su relación con los objetos que lo rodean, de la temperatura que genera la luz en la atmósfera de determinada situación, de su manera de medir la intensidad de un sentimiento, del efecto que la dicha y la desgracia produzcan sobre él.

“...el cine, como  los demás espacios vitales que habitan este universo, se encuentra suspendido, protegido y asediado por el vacío...”.Podríamos ilustrar estas reflexiones con la última escena de la película Woyzeck, de Herzog, cuando Klaus Kinsky asesina a su mujer adúltera. La situación es narrada en cámara lenta y no vemos el cuerpo de la víctima, es decir que las puñaladas se insertan en un espacio imaginario fuera de la pantalla. Estas dos interpretaciones del tiempo y del espacio realizadas por Herzog producirán en el espectador la satisfacción completa de un sentimiento de venganza, dentro de una ley de justicia intuitiva y universal y, al mismo tiempo, la poetización de un acto sanguinario, elevándolo a un plano onírico, metafórico, sugiriendo que el asesino, a través de este hecho, se venga de todos sus enemigos de guerra, de Dios y de su destino.

De todas maneras el cine, como los demás espacios vitales que habitan este universo, se encuentra suspendido, protegido y asediado por el vacío, gran caja celeste cuyos bordes aún no visualizamos, pero que, intuyo, son la silueta del cuerpo del espíritu, o la sombra del ayer, del hoy y del siempre, danza permanente de la luz y el sonido.

La belleza y la armonía

A veces me siento un criminal que con cada parto, asesino y me asesino. Pues, como aspirante a esteta y constructor de la belleza, la percibo como una puñalada en el corazón de la armonía, asestada con el dolor celeste de las manos. Sí la armonía es el equilibrio, con su ruptura se consigue, el acto emotivo climático, que hace desembocar una obra en la belleza. Quizás por eso apareció el hombre en el mundo con su espada lacerante, a recortar los cielos en forma de mariposas, a pintar la lluvia calma con los tonos de su sangre, a inhalar la vida y exhalar la muerte, en el abanico de un acordeón…

NOTAS DE PIE

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Ensayo que formó parte de dos conferencias: ‘Cine y Psicoanálisis’, en la Pontificia Universidad Católica de Quito (PUCE) y ‘El vacío en el Cine’, en el Colegio de Arquitectos de Pichincha.