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Los primeros pasos de la ficción ecuatoriana. Del XIX al XX: 10 relatos ecuatorianos, antología

Los primeros pasos de la ficción ecuatoriana. Del XIX al XX: 10 relatos ecuatorianos, antología
18 de mayo de 2015 - 00:00

Más allá de las clasificaciones entre cuento popular y cuento literario, y de la diferencia entre artículo de época y relato, hay en este volumen textos de invaluable calidad, histórica y literaria.

10 relatos de 10 autores ecuatorianos —aunque el prologuista Irving Zapater nos pone a la defensiva frente a esta fácil clasificación: si bien ya éramos República, mucho quedaba del pensamiento colonial entre laicos y religiosos, en la gente, en general, así que hablar de una literatura nacional aún se vuelve tortuoso en estos relatos—nos presentan retratos de costumbres, cruzados por dos cuestiones fundamentales, una de forma, otra de contenido, matices que determinan la escritura del siglo XIX en nuestro país, o tierra, como queramos llamarle a este territorio. Moral y humor son dos ejes fundamentales en estos textos, como medios para producir efectos en el lector.

Textos como ‘Historieta’, de Juan León Mera; ‘¿Quién paga?’, de Remigio Crespo Toral; ‘La gallina Cenizosa’, de Quintiliano Sánchez’; ‘La Maruca’, de Carlos Manuel Tobar; ‘Recuerdos del convento’, de Luis A. Martínez; revisan, de forma crítica, las costumbres de la época, desde una moral cristiana que se ve resquebrajada por las apariencias, por los malos comportamientos y la decadencia en las costumbres. Sí, es una prosa de tinte moral, pero no está menos lograda por apuntar en ese sentido: las descripciones son precisas, enfocadas a pintar un cuadro general y, a la vez, detallado de los usos de la época, y de los criterios estéticos imperantes. Así, la descripción de los niños en ‘La gallina Cenizosa’ puede pasar por cursi o pretenciosa, pero obedecía a los ideales estéticos del período, a las metáforas de moda, y, en fin, logran el cometido al que apunta el autor: retratar el hambre de los niños y su inocencia, su sensibilidad, bajo el alero de su pobreza.

El otro elemento que descuella es el humor, una ironía fina y barroca que pretende, precisamente, a pesar de las vueltas, a los adjetivos y los eufemismos, apuntar a la decadencia de las costumbres de quienes más ‘morales’ se consideraban en el siglo XIX. Así, es innegable el humor corrosivo en ‘¿Quién paga?’, al referirse al usurero y a sus clientes, a la sociedad que permite ese tipo de transacciones; y manifiesto es el humor, la sátira contra el clero, de origen popular, en el texto de Luis A. Martínez, que se inscribe en la misma línea que el autor esgrimió para realizar su retrato de las costumbres quiteñas en   su novela A la Costa. Literatura ecuatoriana o de la Audiencia es oportuna para ser revisada y disfrutada.

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