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Lo irreal de las fronteras lingüísticas: el idioma y la memoria

Lo irreal de las fronteras lingüísticas: el idioma y la memoria
26 de mayo de 2018 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Profesora de redacción y lexicógrafa

De vez en cuando aparece en el mundo alguna polémica relacionada con la lengua. Recientemente, se «hizo viral» un video de un estadounidense que reclamaba porque en un restaurante de Nueva York el camarero hablaba en español con otros comensales. El reclamo (exageradamente airado) se daba porque camarero y comensales hablaban, según este señor, una lengua que no era de Estados Unidos, es decir, distinta al inglés. Empecemos anotando que en ese país no existe, en la legalidad, una lengua oficial. Esto quiere decir que ni la Constitución ni las leyes establecen que el inglés sea la lengua nacional de Estados Unidos. Obviamente, en la práctica, se ha convertido en el idioma oficial, pues es el que más se habla, en el que están expresados los documentos oficiales, en fin, es la lengua de la cotidianidad.

Este caso del que hablo se hizo famoso porque se «viralizó» en las redes, pero no es el único. Desde siempre los seres humanos hemos convertido a la lengua en un espacio político en el que se disputan nuestras presencias y nuestras identidades, el espacio de la independencia y de la memoria.

La lengua no solo es un conjunto de signos. Es lo que nos hace reconocernos y hermanarnos. Seguramente, el hecho de que comensales y camarero hayan hablado en español en aquel restaurante no solo fue una coincidencia feliz para ellos, sino también una manera de alzar la voz, de reconocerse en medio de la diversidad, una decisión personal y política.

A través de la historia han sido innumerables las veces en las que la lengua ha estado en el centro de las disputas o de las discusiones, y estas tienen que ver con la oficialidad y la identidad. Los Estados, para afirmarse, han tenido que optar (en la legalidad o en la práctica) por una lengua que aglutine a sus ciudadanos, que los haga reconocibles en la globalidad. Cuando nuestros Estados americanos se crearon, los gobiernos fueron optando por las lenguas que mejor se acomodaban a sus intereses, que fueron las lenguas de los colonizadores. Estos idiomas, entre muchos otros elementos culturales y aglutinantes, permitieron que se fortalecieran los Estados, que se establecieran cadenas, que se tejiera una nueva memoria.

Al optar por estas lenguas, se decidió dejar de lado a las lenguas autóctonas, lo que implicó no solamente dejarlas en la oscuridad, sino ocultar la cultura. Por suerte, varias de estas lenguas se mantuvieron, aunque siempre ocultas, como lenguas de memoria y rebeldía, y ahora han conseguido un nuevo impulso.

En la actualidad, si bien existen lenguas oficiales en los distintos países, lenguas en las que se narra su historia y sus ciudadanos se comunican, hablar de fronteras lingüísticas resulta absurdo. No podemos prohibir o proscribir a alguien por hablar su lengua fuera de su país o de su región.

Es un despropósito pretender silenciar a las lenguas y a las culturas. Lamentablemente sigue pasando, pero estos episodios también son una oportunidad para hermanarnos, para buscar nuestras raíces, para sentirnos orgullosos de ellas, para democratizar la cultura y la comunicación.  

Apuntes

Extranjerismos

Adaptación al español

Podcasts vs. pódcast

El término pódcast, con tilde, es la adaptación de podcast, emisión o archivo multimedia, en especial de audio, concebido fundamentalmente para ser descargado y escuchado en ordenadores o en reproductores portátiles.

En los medios de comunicación es muy habitual encontrar frases como «Kevin Smith, que no ha tardado en elogiar el filme durante su podcast de Hollywood Babble-On» o «Esta historia de un comunicador radial que decide emprender con su propia compañía de podcast exhibió una comedia calificada de empalagosa y anticuada».

La voz inglesa podcast se ha formado por acronimia a partir de la marca iPod, uno de los reproductores portátiles más populares, y el término broadcast (“emisión” o “transmisión”).

Se trata de un término que admite una fácil adaptación a la ortografía del español: pódcast, con tilde en la o, ya que su pronunciación es llana. Su plural es invariable (un pódcast / varios pódcast), como ocurre en el caso de la palabra test.

Por tanto, en los ejemplos anteriores lo adecuado habría sido escribir «Kevin Smith no ha tardado en elogiar el filme durante su pódcast de Hollywood Babble-On» o «Esta historia de un comunicador radial que decide emprender con su propia compañía de pódcast exhibió una comedia calificada de empalagosa y anticuada».

En el caso de preferir el término inglés, se recomienda escribirlo en cursiva o entrecomillado, si no se dispone de este tipo de letra, y manteniendo la forma del plural inglés, podcasts.

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