El Telégrafo
Ecuador / Martes, 26 de Agosto de 2025

en Luciana Souza surgió la necesidad de encontrar un lenguaje en el que las palabras no fueran necesarias. Vislumbres de esta posibilidad ya las ha tenido anteriormente, como lo relata en su artículo ‘Wordless singing’ (Canto sin palabras) publicado en la revista Jazztimes de diciembre de 2015. Allí afirma que muchos maestros del canto, tan distintos como Milton Nascimento, Theo Bleckmann o Bobby McFerrin, han sido capaces de contar historias sin articular una oración, únicamente usando las posibilidades expresivas de la voz —la vulnerabilidad que se les escapa, la fortaleza con la que irrumpe, por ejemplo—. Esta búsqueda de un lenguaje sin fronteras, la posibilidad de decirlo todo combinando propuestas musicales provenientes de distintos continentes, es la última de las ambiciones de esta cantante brasileña de jazz radicada en los Estados Unidos. Anhelo cuya materialización es propuesta en su último disco Speaking in tongues (2015) y que mostró el pasado 14 de febrero en el Teatro Sucre, como parte del festival Ecuador Jazz 2016.

Luciana Souza no recuerda cuándo decidió dedicarse al canto de manera profesional. Las seis cuerdas de la guitarra de su padre estaban siempre vibrando en su hogar, era lo más natural del mundo estar rodeada de música. “No tuve televisión hasta los 11 años”, aclara; en lugar de eso, su fuente de diversión era la música que sus padres (Walter Santos y Teresa Souza) y los amigos de ellos hacían todo el tiempo. Luciana vivió en plena ebullición de la bossa-nova en Sao Paulo, ciudad que la vio nacer y crecer. “Los músicos siempre estaban en mi casa, principalmente iban por puro interés, para comer los platos que preparaba mi madre. Imagina cómo era su vida, siempre hambrientos, pero siempre festejando”. La música era la lengua franca que se hablaba en su casa, y ese aprendizaje la llevó a dedicarse a ella incesantemente hasta hoy.

Con once álbumes de estudio y muchos más grabados en colaboración junto a otros artistas, Luciana ya ha dado numerosas pruebas de su originalidad como cantante. Su primera nominación a los premios Grammy se dio gracias al disco Brazilian Duos (2002), grabado con la participación de Romero Lubambo, Marco Pereira, y su padre, Walter Santos. A través de este disco, también calificado por The New York Times como uno de los diez mejores de jazz de 2002, evidencia la natural combinación de su voz con la guitarra, instrumento que ha sido cercano a ella toda su vida. Desde este trabajo, ha sido nominada al Grammy en cinco ocasiones más, aunque también lo ganó indirectamente por su colaboración en el disco de Herbie Hancock, River: The Joni Letters (2007). También ha trabajado con otros artistas y compositores como Bobby McFerrin, Osvaldo Golijov, Maria Schneider, Danilo Pérez y muchos más. Luciana Souza conoció durante sus estudios en Berklee al músico ecuatoriano Álex Alvear. Fue él el primero en invitarla al Ecuador para conocer su música, sus paisajes. “Es una pena no haber podido viajar a su país hasta el día de hoy, pero me alegra mucho que el momento finalmente haya llegado”.

Además de su interés musical, es evidente en Luciana Souza la atracción que siente hacia la poesía. Quien inculcó este fervor en ella fue su madre Teresa, dedicada a la poesía y a la escritura. Esta influencia se evidencia en dos trabajos dedicados a la musicalización de la poesía de Pablo Neruda y Elizabeth Bishop. Cuando le pregunté cómo relaciona el canto con la interpretación de la poesía, dijo: “Yo simplemente me enamoro del poema hasta el punto en el que siento que es mío. A partir de entonces sé que puedo cantarlo a mi manera”. A la poesía además le es innato cierto ritmo, cierta forma en que las palabras son entrelazadas; entender esa dinámica es clave, explica. En su último disco presenta las letras de dos poemas de Leonard Cohen publicados en Book of Longing. Es la única parte verbalizada de su último trabajo.

Luego de haber vivido una gran parte de su vida en Estados Unidos, Luciana Souza explica que siente una doble nacionalidad: la brasileña y la estadounidense. “La mitad brasileña va a estar siempre ahí. Es mi alma, el núcleo de lo que soy”. Pero también se ha formado en ella un sentimiento de pertenencia hacia la cultura estadounidense. “De allí extraje mi capacidad para expresar, para comunicar justamente mi otra parte, la brasileña”. Hoy se siente parte de la comunidad y lo demuestra preocupándose por diversos problemas sociales, participando incluso en la política.

Al hablar de su vida en Estados Unidos, muestra un cariño espontáneo por dos ciudades en las que ha vivido: Boston, durante sus estudios en Berklee, y Los Ángeles, donde vive desde 2006. “La experiencia de vivir en Boston me resulta inolvidable. Su ambiente tradicional, el hecho de que allí se encuentren una gran cantidad de músicos y estudiosos, realmente fue una época de aprendizaje”. Por otro lado, Los Ángeles, justamente por su geografía, es una ciudad donde la gente vive más aislada. “Pero eso también puede ser una ventaja porque puedes enfocarte en lo que estás haciendo”.

De una familia enraizada en la música, Luciana pasó a otra familia igualmente asentada en lo musical. Con su esposo, Larry Klein, bajista, compositor y productor musical, ha colaborado en numerosos proyectos, incluyendo la producción con Herbie Hancock, River: The Joni Letters. Cuando le pregunté si su pequeño hijo también estaba interesado en la música, dijo que sí, pero que la principal enseñanza que quiere dejarle “es que la música es una forma de no estar solo. A través de la música uno se siente acompañado por algo que nos llega desde afuera pero que parece que nos viniera desde adentro”.

Para su último disco, Luciana Souza dio un salto hacia lo desconocido. “Lo que hice fue intencionalmente muy diferente a lo que había hecho anteriormente”. El proyecto consistió en reunir a músicos de diferentes continentes con quienes Luciana Souza consideraba tener, pese a ello, un lenguaje en común. Uno de ellos es el guitarrista y vocalista Lionel Loueke, originario de Benin, al oeste de África, quien también había trabajado previamente con Herbie Hancock. “Nuestros sonidos son complementarios”, afirma Souza, y mucho de ello se debe también al origen africano de la música brasileña. Para complementar el equipo, están el bajista italiano Massimo Biolcati; Grégoire Maret, talentoso intérprete suizo de la armónica (instrumento con el que Souza no había trabajado previamente), y el percusionista norteamericano Kendrick Scott. Así conforman un equipo cuyas influencias provienen de latitudes dispares, pero que a través de la ambición de Luciana Souza se vuelven armónicas, complementarias.

En una entrevista para The Sacramento Bee, Luciana admitió: “No hay nada mejor para promover un cambio en mí que rodearme con gente diferente. Inmediatamente empiezas a encarnar una nueva personalidad en diferentes maneras”. Speaking in Tongues es entonces un experimento controlado en el que sus miembros se contagian de música, pero también de humanidad. Habrá que aguzar el oído, y quizás descubrir con este conjunto una nueva forma de comunicarnos, un lenguaje que late en todos y que se vuelve evidente al ser testigos de una forma de expresión común creada por personas que originalmente no hablaban el mismo idioma.