El terremoto de Manabí del 16 de abril de 2016 causó una crisis, pero la identidad cultural de los manabitas no es parte de ella.
Es el terremoto el que está en crisis, porque se ha convertido en réplicas, en un remezón. Y aunque la tierra se siga moviendo, el manabita sigue enraizado en su identidad y, asumiéndose como sujeto histórico de su cultura, se ha insertado un «corazón de acero» en Portoviejo; un «renace» en Bahía... grita que «Manta se levanta», despliega enormes banderas para que el viento replique su «Pedernales presente» y marcha por sus calles sin casas ni referencias para decir que «Tarqui vive», mientras en las redes sociales sus jóvenes retan a la tragedia reafirmando esta telúrica condición: «Yo no me voy de Manabí».
El desastre resultante del terremoto, si bien es un acontecimiento humano que se suma a las vulnerabilidades sociales, económicas, urbanísticas y políticas, está obligando a generar estrategias de afrontamiento al gobierno nacional, al provincial y a los locales, pero no ha quebrado el ser, estar y convivir de los manabitas.
La identidad
La identidad es una relación de pertenencia. «La identidad personal es un problema social por cuanto una persona se convierte en tal en la medida en que adopta las actitudes del otro, de los otros y del grupo, experiencia que configura la conciencia de sí». Esta identidad personal, por el efecto de las interrelaciones desemboca en la identidad colectiva. Es el manabitismo.
Este «yo personal», local, parroquial, cantonal, se convierte en «yo grupal», lo regional, lo manabita, a través de las interrelaciones o interacciones del hombre en un espacio de tiempo y territorio determinados: Manabí.
Conceptualización
Manabí es una provincia-región cuya identidad cultural planteo de la siguiente manera: una identidad regional, una conciencia compartida de los habitantes de Manabí, una conciencia de pertenencia a una comunidad regional específica, resultado de un largo proceso que se inicia en la prehistoria latinoamericana, se condiciona durante la conquista, se refuerza durante la colonia, se vigoriza durante las luchas de la independencia, se trasluce durante la República del siglo XIX como revolución alfarista, para convertirse hoy en una «ideología manabita», desarrollada sobre la territorialidad y la etnicidad.
La conceptualización está planteada. Frente a la historia oficial que sigue deformando la identidad cultural de nuestros pueblos, es necesario reafirmar la identidad manabita.
Etnohistoria
En la Costa ecuatoriana, Manabí resume la cultura Valdivia, la más antigua del continente (Período Formativo 10000 hasta 500 a.C.), que va transformado su desarrollo cultural en otras fases como la Machalilla y Chorrera; que se perfecciona en el Período de Desarrollo Regional (500 a.C. hasta inicios de la era cristiana) en las culturas Jama-Coaque, en la Bahía I y II y que, en el Período de Integración hasta el año 1534, se vigoriza con las culturas Guangala y Manteña. Esta última se encuentra con los españoles —comandados por el Adelantado Pedro de Alvarado—, quienes, luego de destruirla, en nombre de la Corona de España, toman posesión de Jocay, y el 2 de marzo de 1534 la bautizan como San Pablo de Manta. Portoviejo es fundada por los españoles el 12 de marzo de 1535, antes que Quito y Guayaquil.
Desde aquella época hasta el presente siglo, el manabita, lo manabita, el manabitismo es una realidad incuestionable. Los manabitas, hombres y mujeres, somos inteligentes, libres, trabajadores, honestos y capaces, pero tenemos la obligación de prepararnos científicamente para conducir los destinos del país y de América.
Desde Bahía salen los Caras para fundar Quito en las faldas del Guagua Pichincha. Desde Portoviejo sale la expedición para la última fundación española de Guayaquil. Desde Jipijapa parte hacia España el cacique Manuel Inocencio Parrales y Guale a quien el Rey reconoce sus derechos y otorga los títulos de propiedad de su tierra desde Santa Elena hasta Jipijapa convirtiéndose en el primer agrarista de América. Desde Chone se proyecta la revolución alfarista, la única revolución ecuatoriana, mucho antes de la revolución mexicana y la revolución rusa. Desde Montecristi sale Eloy Alfaro para construir la integración nacional.
Manabí posee una cultura cósmica, identidad incuestionable, pasión por la libertad, el trabajo y la justicia. Somos la unidad en la diversidad. Una sola ideología, una sola identidad cultural: manabitas, en la diversidad de nuestros cantones, por eso somos ecuatorianos y latinoamericanos.
Terremoto-oportunidad
A noventa días del terremoto del 16 de abril de 2016, Manabí mira su piel hacia adentro para escucharse y mira su piel hacia afuera para romper la respuesta fácil y avanzar evocando a la maestra argentina y licenciada en arte, doña Ana María Jaime.
Debemos escucharnos para comprender que el terremoto es una interpelación a nuestra manera de pensar y una invitación a repensar la realidad según el decir del investigador guayaquileño, folclorista y maestro de la cultura popular, don Wilman Ordóñez Iturralde.
Lancémonos la pregunta que el antropólogo e investigador de la cultura y música popular, don Juan Mullo Sandoval, nos hizo en la inauguración del V Festival Internacional Spóndylus «América danza» 2016, el pasado 11 de julio en la Sala de Conciertos Horacio Hidrovo de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí: «¿Por qué somos montuvios?», a la que agrego: «¿Por qué somos cholos?».
Manabí es una nación chola-montuvia, una identidad cultural de la raza cósmica de América como nos recordó la gestora cultural Jessy Sánchez Arteaga, organizadora del festival que rinde homenaje a los manabitas que sufren por el terremoto y en memoria de los 670 muertos que rindieron su tributo a la tierra de sus ancestros y de sus hijos.
Corolario
El terremoto ha reafirmado la identidad cultural, la manera de ser, estar y convivir de los manabitas. Esta es una oportunidad para entender que «uno no vive en la ciudad, vive en ciudad», forjando una cultura urbana que explora nuestros sentimientos. Manabí vive y su desafío es la reactivación.