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Fiona Apple: ‘Y el cuervo apacigua su ropa’ (1)

Hay gente que de verdad me odia, y eso sin tener contacto personal con ellos y sin haberles hecho nada. Lo que significa que hay algo en mí odioso para un determinado número de personas. No quiero simplemente pensar: “Oh, la gente es estúpida y odio a todos aquellos que me odian”. Pero tampoco quiero pensar que tienen razón al odiarme. Esto no significa que no sepa por qué pueden estar molestos conmigo2.

Fiona Apple

En cierto sentido, se podría decir que la trayectoria artística de Fiona Apple es una carrera en reversa: pasó de ser una naciente megaestrella del pop, a una artista de culto que oscila entre grandilocuentes arreglos orquestales y el minimalismo radical.

Dueña de una voz sucia que sugiere una versión pelirroja y obsesiva compulsiva de Billie Holiday, Fiona Apple (New York, 1977) es también una virtuosa pianista y gran letrista, pero por sobre todo, de las pocas artistas que se atreven a desagradar abiertamente, a ser más oscura que los propios cuervos. Su desgarradora poética de difícil digestión para la industria musical y una actitud contestataria frente a la prensa, que aunque reconoce –a regañadientes- el innegable talento de Fiona, prefiere centrar sus reseñas en sus frecuentes estallidos de ira y bizarras manías. La imprenta es cruel y no tiene pudor alguno en resaltar los episodios negros de la delgada antimusa como sus presuntos desórdenes alimenticios o la violación que sufrió a los 12 años. La animadversión de los medios de comunicación hacia Fiona ha llegado a extremos ridículos, como el satanizar su veganismo o burlarse de que cancele sus giras cuando su mascota está enferma.

Pero a diferencia de las princesitas made in Disney Channel, que cuando son acosadas por la prensa recurren a la toxicomanía o van de fiesta sin bragas para disfrute de los paparazzi, Fiona opta por sacar el dedo medio y escalar durante ocho horas diarias una montaña cercana a su casa en Venice, California, para luego sentarse a escribir poemas que recuerdan a Sylvia Plath, Anne Sexton o a Maya Angelou, y finalizar la “terapia” depositando un melón cortado en el patio mientras contempla absorta cómo caracoles y demás invertebrados viscosos lo consumen.

Crecer en una familia de artistas –Fiona pertenece a la tercera generación musical del clan- no fue glamoroso ni fácil, pero le permitió ciertas licencias, como quedarse practicando con su piano cuando fingía estar enferma para no ir a la escuela3, desarrollar extrañas manías y tener contactos con la industria musical. Con su álbum debut, Tidal de 1996, esa niña extraña que tocaba un híbrido entre jazz antiguo e indie rock, se convirtió en un éxito inmediato, vendiendo casi tres millones de copias y despertando comparaciones odiosas con “otras sirenas heridas” del ámbito musical como Tori Amos y Sinead O’Connor. Al ser cuestionada por el polémico video Criminal, donde aparece ligera de ropa y con ojos sospechosos tras lo que aparenta ser una orgía fracasada, expresó: “Decidí que si iba a ser prostituida, me prostituiría yo misma”.

And I suddenly feel like a different person
From the roots of my soul come a gentle coercion
And I ran my hand over a strange inversion
As the darkness turns into the dawn4.

Al poco tiempo MTV le otorgó el galardón como  “Mejor video de artista revelación” y sucedió lo que todos temían: Fiona se despachó con un discurso incendiario contra los estereotipos que genera la industria musical y terminó su alocución con la palabra “fuck”… sin darse cuenta, en ese momento, cayó en la hábil trampa que le había tendido la industria musical. Las mismas palabras en la voz de Steven Tyler o de Marilyn Manson, hubiera sido visto como una defensa de la tradición rebelde del rock and roll, pero una muchachita recién llegada y con evidentes problemas nerviosos, no tenía derecho a exponer el aparataje publicitario tras la música, razón por lo cual, desde los medios se decidió que Fiona merecía un fuerte castigo.

Parodias e insultos directos cayeron sobre la esquelética cantante, quien lejos de pedir disculpas, radicalizó su posición al publicar un disco cuyo título es un poema de noventa palabras que escribió en respuesta a quienes censuraron su discurso. A diferencia de su predecesor, “When the Pawn”5 se desmarca completamente del pop y recurre a la experimentación orquestal, loops de batería e instrumentos descontinuados, que le dan un toque añejo a la producción. Para dicha época, Fiona contaba con dos nuevos y poderosos aliados: el rockero Lenny Kravitz, quien la motivo a seguir cantando pese a la cizaña de los medios,  y el cineasta Paul Thomas Anderson, con quien luego mantendría un intenso noviazgo.

Su tercer trabajo de estudio, “Extraordinary Machine”, no estaría exento de polémica: la perfeccionista Fiona no quedó conforme con la primera grabación y repitió todo el proceso. En una jugada maestra, difundió el rumor de que era su casa disquera –Sony- la que no permitía que el álbum sea publicado. Se desataron campañas de boicot y manifestaciones callejeras en apoyo a Fiona, quien de esa forma mataba dos pájaros de un tiro: ganaba tiempo para trabajar el disco a su antojo y forzaba la ruptura con Sony.

Y si no encuentro nada que hacer y no quiero hacer un disco y me gasto toda la plata y caigo en la bancarrota, bueno, la pasaré mal. No sé vivir como otra gente, no me sale. Ya estoy acostumbrada6.

Tuvimos que esperar siete años para que Fiona nos sorprenda con un disco nuevo: “The Idler Wheel…”, material completamente acústico, que –amén de su inseparable piano- da prioridad a la percusión anómala, como canicas cayendo por el tobogán de basura, golpeteos rítmicos contra tanques de inmersión, entre otros juegos con los que Fiona y el baterista Charley Drayton buscaban ampliar el horizonte sonoro de la placa.

Pero es en las líricas donde se evidencia a una nueva Fiona. Sigue siendo desgarradora y masoquista, pero en esta ocasión, el objeto de la furia se traslada en parte hacia sí misma, la victimización cede terreno ante una nueva perspectiva donde los errores son asumidos, tal como relata en “Daredevil”: I guess I just must be a daredevil / I don’t feel anything until I smash it up.  

Para el single promocional del disco, “Every single night”, el director Joseph Cahill –conocedor de la extraña afición por los seres viscosos de Fiona- decidió colocar un pulpo sobre la cabeza de la bella cantante, creando una sensación perturbadora que engrana a la perfección con el tierno estribillo de la canción, donde Fiona expresa su necesidad de sentirlo todo, sin importar lo bizarro que sea.

Lo más probable es que Fiona –quien hoy luce una melena color chocolate- siga observando moluscos y limpiando su casa durante años antes de que se anime a deleitarnos con un nuevo disco. Mantendrá su negativa a ser madre, usar teléfono celular y conducir –afirma que causaría más de una muerte si lo hace- y no abandonará California, pues aunque está harta de tanto sol, no quiere someter al estrés del viaje a Janeth, más que un bulldog, su más antigua y fiel compañera.

NOTAS DE PIE:

1. Verso de El jardín solariego de Silvya Plath.

2. Entrevista a Spin, febrero de 2000.

3. Por su carácter antisocial y look desgarbado, sus compañeros la apodaron “perro”.

4. Fragmento de la canción The child is gone, en la que Fiona aborda el abuso sexual del que fue víctima en la pubertad. Dicha experiencia le dejó como secuela el miedo a los hombres mayores y una severa anorexia. Confiesa que tuvo vergüenza durante mucho tiempo, pues creía que la habían violentado por tener curvas, lo que la motivó a deshacerse de toda la carne “para que nunca nadie tuviera de dónde agarrarse”.

5. El título completo es: When the Pawn Hits the Conflicts He Thinks like a King What He Knows Throws the Blows When He Goes to the Fight and He’ll Win the Whole Thing ‘fore He Enters the Ring There’s No Body to Batter When Your Mind Is Your Might So When You Go Solo, You Hold Your Own Hand and Remember That Depth Is the Greatest of Heights and If You Know Where You Stand, Then You Know Where to Land and If You Fall It Won’t Matter, Cuz You’ll Know That You’re Right.

6. Fiona Apple: El corazón en la cabeza, Página 12, 29 de julio del 2012.

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