Hombrecitos verdes
Hablar sobre ciencia ficción en el Ecuador es abrir un resquicio en el bloque aparentemente sólido del canon —edificado durante el siglo XIX sobre la plataforma de la construcción de un ideal nacionalista civilizatorio y luego, durante varias décadas del XX, erigido bajo la mirada mimética de la realidad—, para refrescarlo un poco y quizá desestabilizarlo.
Desde sus inicios registrados con los escritos de anticipación científica de Francisco Campos Coello, entre ellos, Narraciones fantásticas (1894) y La receta (1899)— novela en la que su protagonista viaja 100 años en el tiempo para toparse con una Guayaquil modernizada por los submarinos y los tranvías—, la ciencia ficción ha sido vista como una moda, una alienación y un riesgo, pero no como lo que realmente es: otro ejercicio por el cuestionamiento de nuestra identidad, primero como país y luego como seres humanos insertados en un sistema social universal.
Primera fundación
El español Julián Díez en el ensayo Propuesta para una nueva caracterización de la ciencia ficción (2007) relata que esta denominación genérica se debió al nombre puesto por el editor de revista Amazing Stories, Hugo Gernsback, publicación en la que las historias de imaginación, terror y fantasía, también tenían cabida. Gernsback llamó “cientificción” a todo relato que cupiera en la bolsa de lo no realista y o donde también se especulara acerca del futuro.
Pero mucho antes que ese sea el término con el que se conociera a la ciencia ficción en nuestros días, Isaac Asimov apunta la gran influencia que tuvieron la saga de los viajes extraordinarios (fantasías científicas) de Julio Verne en la segunda mitad del siglo XIX, en Gran Bretaña, al momento de entender el género como un ejercicio de visión en el que la tecnología y sus progreso tendrían gran influencia en la vida del hombre, de allí, la idea errada de que la gran preocupación de esta rama se basa más en los objetos que en la humanidad.
Sumándose a Verne en Francia, los británicos H. G. Wells y luego George Orwell, demostrarían que aunque en la ciencia ficción puede haber mucho de especulación y de ficción pura, también existe una gran capacidad para hablar del mundo sin caer en su representación literal. Los cosmos futuros ideados por estos dos autores demuestran que si un escritor por voluntad propia se coloca al margen de la realidad, no necesariamente desea evitarla.
Y con estas dos vertientes, la europea primero y la americana después, se fue consolidando esta escritura que tenía como rasgo determinante ser una narración que se desarrolla en un espacio alternativo al mundo real, pero verosímil, entendiendo por verosimilitud aquello que resulta creíble a los ojos de los lectores. Mientras, desfilaron en sus historias invasiones extraterrestres, cataclismos, batallas en el espacio y prospecciones de todo tipo.
Escritores marcianos
Julián Díez es muy enfático acerca de la imagen que quienes escriben ciencia ficción suelen tener frente a los autores del mainstream. Dice Díez en su camino de investigación en busca de nuevos títulos: “Me topo con libros en los que el término ‘ciencia ficción’ es eludido, como si se tratara de una mancha vergonzante”. Trivializados, excluidos, mirados con cierta actitud temperante, los escritores que han elegido el camino de la no literalidad en Ecuador, también han debido persistir para dar muestras de la seriedad con la que asumen sus trabajos en el género.
Leonardo Wild, en su ensayo Las categorías de la ficción en Ecuador, publicado en 2008 por la revista virtual Qubit, se expresa de esta manera sobre el mismo punto de Díez: “En los círculos donde se discuten las temáticas de la literatura se evita por lo general mencionar cualquiera de las categorías de ficción por miedo a quedar “fichado”, lo que crea una especie de círculo vicioso que engendra la ignorancia en relación con los diversos tipos de literatura y sus verdaderos potenciales”.
A lo que se refiere Wild es a que el canon ecuatoriano pareciera no haber tenido la temperancia para considerar otros aportes que no fueran los de los realistas, pero eso no ha limitado que categorías como la ciencia ficción hayan hecho apariciones cada vez más sólidas, a medida que la modernidad nos fue alcanzando como país, y que las conversaciones con otras culturas se realizaran de manera sostenida y gradual.
Haciendo un salto en el tiempo y más allá de los aportes del mencionado Campos Cuello, el teórico boliviano, Iván Rodrigo en la entrada de la enciclopedia virtual de la ciencia ficción (http://www.sf-encyclopedia.com) correspondiente a Ecuador, hace un exhaustivo recorrido por los escritores que han trabajado producciones capaces de ser leídas en esa línea.
Desde Manuel Gallegos Naranjo con Guayaquil, novela fantástica (1901) —un ejercicio proyectivo hacia una Guayaquil del año 2000, ideada a inicios de este siglo—, pasando por Monos enloquecidos (1941) de José de la Cuadra —esta, una verdadera novedad, teniendo en cuenta la tradición realista del grupo Guayaquil—, Rodrigo determina a Carlos Bejar Portilla como el iniciador de la ciencia ficción por sus textos Simón, el mago (1970), Osa mayor (1970) y Samballah (1971) o al menos en la línea norteamericana, en la que el tema espacial estaba muy presente y se potenció aun más con la llegada del hombre a la luna en 1969.
Fernando Balseca en Ciencia ficción en los Andes Ecuatorianos añade a esta idea de que el auge tecnológico que empezó a vivir Ecuador a partir del boom petrolero —en 1964 empezaron las operaciones el consorcio Texaco-Gulf en la Amazonía— ayudó a que los habitantes de Ecuador se sintieran por fin modernos. “En este contexto, la aparición de este género nos lleva a pensar (…) en un proceso tardío de divulgación y popularización tecnológica y electrónica en medio de una modernidad que entre nosotros opera con lentitud, y que solo en nuestro fin de siglo ha sido posible”, sostiene.
Inteligencia artificial
Finalmente ¿cómo puede un género practicado de manera reducida sobrevivir y mantenerse en el angosto espacio de las letras ecuatorianas? Balseca analiza algunos factores: convicción por parte de sus autores, una maquinaria editorial dinámica y lectores interesados. Tres puntos que dan cuenta del estado literario maduro de una nación interesada en la lectura y la escritura: “La ciencia ficción parecería encontrar un ámbito de cultivo en sociedades en las que la demanda por la circulación de libros es sumamente alta y en las que un grupo particular de lectores acepta la disposición”, a esto él lo llama la existencia de “un excedente de escritura”. Pero este no es el caso de Ecuador, que sin embargo, persiste.
Santiago Páez dice que no, que no es así, que él sigue siendo solo un entusiasta del género, que la ciencia ficción fue solo una práctica en la que pulió su oficio, pero que en realidad lo que a él le interesa son las historia de detectives. Resulta difícil creerle, de entre su primera incursión con Profundo en la galaxia (1994) hasta Crónicas el breve reino (2006) han pasado siete años. En ese lapso, Páez publicó solo un libro más sobre el tema de la ciencia ficción, Shamanes y reyes ( 1999), pero en ese tiempo, él ha participado en foros, dirigido mesas redondas y escrito artículos alusivos al tema. Eso ha vuelto su pluma la más distintiva de la ciencia ficción ecuatoriana contemporánea, sumándose a él las incursiones de Fernando Naranjo, José Daniel Santibáñez y Abdón Ubidia, por mencionar autores con más de una publicación dentro del género, a más del estupendo texto del guayaquileño Edwin Buendía, Si alguna vez llegamos a las estrellas (2012), interesado en la teoría y en la crítica de la ciencia ficción y lo fantástico.
Frontera final
El propio Páez se pregunta en el ensayo Caminos para la literatura fantástica en nuestro país (2008): “¿Puede una literatura como la fantástica participar, incidir en el proceso de construcción de nuestra identidad?”. Él responde que sí, pero también acotaría que ya que se ha abierto el camino hacia la especulación por el futuro, sería bueno ver qué otra preocupación, a más de la neurótica pregunta por la identidad, es capaz de formularse con fuerza, desde la literatura o el resto de las artes.
Una novedad postrera y para darle la razón a Balseca con respecto a la posibilidad del surgimiento de una maquinaria editorial especializada, el sello independiente bípedos depredadores ( http://bipedosdepredadores.com/) se muestra interesado en presentar textos especializados en lo fantástico y las ficciones proyectivas, así lo afirma en su web: “Escribimos sobra la problemática del hombre caído en la cosificación”. Este sello, que empezó de manera virtual, progresivamente pasó del ciberespacio al papel; pero sería incontable el trabajo de los autores ecuatorianos que, dentro del género, han decidido subir su material a Internet buscando vías más despejadas para mostrar su obra. Quizá sea la plataforma 2.0., la verdadera frontera final.
Guía del autoestopista galáctico
Mapa de ruta de la ciencia ficción en Ecuador
Entre los textos mencionados por Iván Rodrigo en sf-encyclopedia, en la sección destinada a Ecuador, consta este material, elaborado por verdaderos escritores marcianos.
Narraciones fantásticas de Francisco Campos Coello (1894) que fue publicado en suplementos periódicos del Puerto y luego recopilado con ese nombre en una sola publicación. Incluyen: La semana de los tres jueves, Fata Morgana y Viaje alrededor del mundo en 24 horas. Los tres textos tienen un dejo de fantaciencia de clara influencia de Julio Verne. El teórico Edwin Buendía postula que Campos Coello y Verne, probablemente se coincidieron en varias tertulias de París e intimaron. Este libro está disponible en las reediciones de las obras del siglo XIX que emprendió la Biblioteca Municipal de Guayaquil.
Bruno Stornaiolo con Réquiem por el dinosaurio o Mingherlino ‘92 (1980). Cuando Santiago Páez es mencionado como el primer autor en hacer ciencia ficción en Ecuador, siempre acota los trabajos previos de Bejar Portilla en Guayaquil y de Stornaiolo en Quito, buscando corregir esa imprecisión. La novela de este autor se ambienta en un Quito futurista de 2092, donde los recursos escasean y los humanos deben ser tratados genéticamente, para optimizarlos.
Fernando Naranjo con La era del asombro (1995) texto que explora la sobrevivencia humana luego de que la tierra chocara contra el cometa Mefisto. En la proyección de Naranjo, donde las lecturas de Asimov se encuentran muy presentes, un grupo de exploradores recorre la ciudad de Guayaquil que se encuentra sumergida bajo el agua, luego del desastre.
Leonardo Valencia con El libro flotante de Caytran Dölphin (2008) Fernando Ángel Moreno en Hard y Prospectiva: Dos poéticas de la ciencia ficción, explica que se llama prospectivo a cualquier ejercicio ficcional en el que se especule sobre el futuro de una sociedad. Lo que hace Valencia es suponer que Guayaquil ha sido devastada por una inundación y sobre la base de esa distopía, propone la reconstrucción de la cultura por medio de la metáfora de los libros.
Edwin Buendía con Si alguna vez llegamos a las estrellas (2012). El tomo recopila textos escritos a lo largo de 1997 para diario Hoy y dan cuenta de las dos pasiones más grandes del crítico Guayaquileño: El cine y la literatura. Preocupado porque los lectores amplíen la mirada más allá de las lecturas tradicionales, Buendía se muestra tal y como lo afirma Leonardo Valencia en el prólogo: “Para una menta imaginativa todo puede resultar fantástico”.
La guerra de los mundos (¿Realistas versus fantásticos?)
*Entrevista a la Capitana Denise Nader
Comandante en Jefe de las tertulias de ciencia ficción, fantasía y horror de Guayaquil
Denise Nader Garzozi (1971) fundó desde el 2011, junto con el escritor Fernando Naranjo, el grupo Tertulias guayaquileñas de Ciencia Ficción, Fantasía y Horror. Sus convocatorias de una reunión mensual, invitan a quienes sean aficionado a estos géneros a entablar discusiones en torno a sus temas o solo a divertirse. Varias reseña de las tertulias pueden encontrarse en la página: http://tertuliascf.wordpress.com. Su objeto más atesorado es un telescopio.
¿Por qué llevar a cabo la extraña empresa de hablar del género fantástico, de la Ciencia Ficción y del horror en una ciudad donde el lema de sus escritores más consolidados es: “La realidad y nada más que la realidad”?
Los retratos que insisten en ser fieles a “la realidad” son extraños en el sentido freudiano de la expresión: generan esa incómoda sensación de lo ajeno que nos es familiar, es decir, de lo siniestro (Das Unheimliche). En ese sentido, estamos enfermos de realidad; estamos enfermos de excesivos proyectos que pretenden ajustar el mundo a la medida de su espejo. Hoy más que nunca son necesarios el género fantástico, la ficción especulativa y el horror, porque nos recuerdan que aquello que no puede ser asido, descrito, prescrito o mostrado es justamente lo más real.
¿Quiénes están invitados a las tertulias de ciencia ficción, fantasía y horror?
Todos los seres de este universo y de los universos paralelos; de este plano y de todos los planos; de esta dimensión y de todas las dimensiones; de este tiempo y de todos los tiempos; de todos los géneros, edades, colores y sabores que estén interesados.
¿Cree que hay diferencias entre el público para la fantasía, el público para la Ciencia ficción y el público que disfruta del horror? ¿Por qué han decidido agruparlos entonces bajo un solo llamado?
No, no hay diferencias entre el público. Son diferencias superficiales que tienen que ver con el objeto de nuestro interés, mas no con la forma de aproximarnos a este. Al friki (o geek) lo detectas por la forma en que se relaciona con lo que le gusta: la ciencia ficción (o la fantasía o el horror) llega a ser parte de tu vida, de tu lenguaje, de tu forma de mirar, entender y explicar el mundo; pero a diferencia del “fan común”, el friki es muy crítico y a pesar de eso, sigue amando sus libros, sus películas, sus muñecos, sus animes, sus cartas, sus juegos. No es un amor pasajero, como quien es fan de un artista y luego se cansa de este o encuentra “otro mejor”. Es en esa forma de querer, analizar y disfrutar de los distintos géneros donde los tertulianos nos encontramos.
Los temas de sus encuentros son de lo más diversos, desde fuera no parecería que diera para charlas de más de unas horas, pero ustedes llevan ya reuniéndose casi dos años. ¿Cuáles han sido las tertulias más exitosas y de qué han tratado?
Cuando empezamos a delimitar los temas nos comenzó a ir mejor. El primer tema fue El Fin del Mundo. Luego, Universos Paralelos; Viajes en el Tiempo… El día que hablamos de Robots e Inteligencia Artificial sucedió algo curioso: los hombres hablaron casi todo el tiempo y se desviaron muy poco del tema y al final comentaron que había sido una tertulia muy satisfactoria; en cambio, a las mujeres no nos pareció tan entretenida. Pero en otra tertulia, nunca nos atuvimos al tema y se armaron como cinco subgrupos, estábamos relajados y a mí me encantó porque sentí que nos habíamos integrado más como comunidad, pero los hombres la percibieron como una tertulia muy dispersa. Los temas son como los tribbles: nunca se terminan de reproducir y algún día serán enemigos del imperio Klingon. Al final, nos volvemos a juntar, intercambiamos opiniones y en la bitácora intento reflejar lo sucedido, aunque, al igual que con el tema de “la realidad”, rara vez lo consigo.
A partir de su experiencia, ¿cómo ve el consumo de los géneros no miméticos entre los lectores, espectadores y navegantes de Internet contemporáneos? ¿Hay más licencia para imaginar ahora que hace cien años?
La pregunta de si ahora hay más licencia para imaginar que hace 100 años me parece apropiadísima para un episodio de Dimensión Desconocida: ¿quién emite esa licencia? ¿Quién la cancela? ¿Quién la solicita? ¿Quién la usa? Creo que mientras seamos capaces de hacernos preguntas, seremos capaces de crear un mundo distinto al que percibimos. Esa es la base de los géneros especulativos: la pregunta que va al fondo, al origen; la pregunta que conmueve para bien y para mal; la pregunta que se cuestiona a sí misma; y después, la creación (la destrucción está contenida en la creación: es apenas otra forma de crear).
¿Cree que los escritores y lectores ecuatorianos conservan todavía prejuicios al momento de experimentar otros modelos narrativos más allá de los señalados por los registros tradicionales? ¿A qué cree que se deba?
No sé si los escritores y lectores conservan los prejuicios… quizá sí lo hacen y los tienen dentro de un frasco de vidrio, en salmuera, con un ají y resguardados del sol.
¿Hablar de una nutrida producción de ciencia ficción ecuatoriana es una utopía, una distopía o una ucronía?
Con tal de que no termine siendo un decreto, me conformo con que sea lo que es.
¿Cómo se imagina al Ecuador en el año 3000?
Igual que ahora, pero sin carros voladores.
Narcisa de Jesús decía que Ecuador se iba a destruir por los malos gobiernos, ¿cómo se imagina usted el apocalipsis para este país?
Los ecuatorianos (perdón, las ecuatorianas y ecuatorianos) estaremos obligadas y obligados a asistir al apocalipsis y para llegar a este, tendremos que hacer una fila interminable en extensión y duración, y aun así, llegaremos tarde, cuando todo haya terminado.
Neolengua: Vocabulario básico para profanos
La ciencia ficción no es un territorio vaporoso o indeterminado, lo que sí, una de las dificultades en el afán teórico por buscar comprender sus variantes y alcances, ha exigido tanto de escritores como de sus analistas, que se constriñan a ciertas fronteras temáticas o de anécdota. Persiguiendo ese afán se ha caído en lugares comunes y se ha persistido en confusiones, por ejemplo, el que la ciencia ficción sea una rama de la literatura en la que el peso de la historia, se supone, deba estar en la erudición científica que demuestre el autor o tratarse de viajes a otras galaxias.
Ciencia ficción: la ciencia ficción es una literatura que especula sobre el futuro y que no está basada en fenómenos sobrenaturales como la literatura fantástica. La ficción proyectiva es una construcción ficcional que no entra dentro de lo que estaría considerado como realista (es decir, acontecimientos que no entren en conflicto con el mundo empírico) y no necesariamente debe incluir alusiones a futuros avances científicos.
Ciencia ficción hard: o dura, o llamada también científica. Su origen, Asimov lo coloca en la fantaciencia de Julio Verne. El contrato de la ciencia ficción dura asume que gran parte de los problemas de la humanidad se resolverán debido al buen uso de la tecnología, pero muchas veces por buscar la verosimilitud de los sistemas que describe, se olvida la anécdota. Dice Fernando Ángel Moreno: cualquier crítico podría afirmar frente a un texto obsesionado por describir circuitos: “El autor ha olvidado que la literatura de ciencia ficción es Literatura”.
Ciencia ficción prospectiva: La narrativa prospectiva es aquella que plantea un mundo futuro plausible, pero que busca transmitir una sensación de desasosiego ante la humanidad y su destino, por lo que plantea una realidad alternativa que posee una fuerte crítica cultural en algún nivel humano. Está más interesada en el porvenir que en hablar de la ciencia.
Utopía: una sociedad inexistente descrita con considerable detalle y normalmente localizada en un tiempo futuro y un espacio alterno, (no siempre) que el autor espera sea vista por el lector contemporáneo como considerablemente mejor que la sociedad en la que el lector vivió.
Distopía o utopía negativa: una sociedad inexistente descrita con considerable detalle y normalmente localizada en un tiempo futuro y un espacio alterno que el autor espera sea vista por el lector como considerablemente peor que la sociedad en la que el lector vivió.