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Es distinto, pero es propio
“Hablo con dejo de otros mares/ Y ya no sé qué arenas/ Guardarán secretas/ Aquel pequeño puñado de historias que fui/ Tan lejos de aquí”, canta Liliana Felipe, un quejido que se alarga hasta hacer un puente tan consistente que se vuelve un territorio. País, estado, pueblo nacionalidad son sinónimos para intentar condensar —fallando siempre— el apego hacia un espacio donde nos han sucedido cosas. Estas palabras pueden evocar un concepto, pero siempre se quedará más por fuera, usualmente las emociones.
Y si migrar es movilizarse, el género que sobre todo implica desplazamiento entre varias fronteras, es la crónica, relatos de andar y ver, como les decían en el siglo XIX, que hacen que su escritor salga de la comodidad del reporte, y donde antes había cifras y porcentajes, exista una fábula más acogedora. De los cronistas, dice Jorge Carrión en el prólogo del libro Mejor que la ficción, que son seres humanos capaces de sintonizar con la música de su presente y de transcribirla de tal manera que los demás seamos capaces de receptarla con el mismo estremecimiento con el que vibraron sus protagonistas. Eso logra con éxito María Fernanda Ampuero en Permiso de residencia.
“Entonces ninguno es extranjero”
El libro Permiso de residencia de la “madriquileña” (ella emplea ese neologismo para referirse a Luis Naranjo, uno de sus personajes, pero bien podría sentarle el término luego de su larga estancia en Madrid, aunque nació en Guayaquil) María Fernanda Ampuero (1976) impreso por La Caracola Editores a mediados de este año, reseña en sus 45 historias a personas que dejaron las certezas que conocían para saltar al vacío. Ampuero, cita a la francesa Julia Kristeva cuando señala en uno de los textos iniciales: “Si todos somos extranjeros, entonces ninguno es extranjero”. Kristava añade a esta reflexión en Extranjeros para nosotros mismos: “...el extranjero empieza cuando surge la conciencia de mi diferencia y termina cuando todos nos reconocemos extranjeros (…) irreductibles dispuestos a ayudarse en su debilidad, una debilidad cuyo otro nombre es nuestra radical extranjería.” Si las personas también pueden ser un espacio, “no moriré extranjera”, dice Liliana Felipe.
Perder, ganar: la realidad más allá del lugar común
En la migración, pareciera que todo se tratara o de éxito o de fracaso, y no existieran en la mitad puntos medios, según un estudio fechado en 2010, llamado Imágenes del otro. Construcción discursiva de la inmigración en la literatura y el cine de la España contemporánea, varios teóricos de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) opinan que las recreaciones de la inmigración que se realizan en el cine y la literatura no reflejan en absoluto la realidad sociológica de este segmento social, es decir que el arte pareciera estar particularmente interesado por aquellas historias que impliquen una condición moralizante en la que todo se resuma a la conquista o a la ruina.
¿Y el periodismo? Frente a afirmaciones como esta, la tarea de la crónica es cuestionar esta simplicidad, su objetivo aunque es mostrar lo cotidiano, no se trata de su polarización.
Jorge Carrión sostiene: “Toda crónica se trata de un doble pacto (…) Con el otro (el testigo, el entrevistado, el retratado y sus contextos, el lector) y con el texto (…) al que busca representar en su multiplicidad. Lo que hace María Fernanda Ampuero con sus relatos es demostrarnos que la vida es lo que pasa en la mitad, entre la gloria y la miseria, haciendo un recorrido por lo que podrían ser los 365 días de un migrante en España: años viejos, festividades nacionales vividas a la distancia, rituales religiosos, navidad; para otra vez volver a empezar en noche vieja, demostrando que la crónica es un género que también está íntimamente enlazado con el paso del tiempo y que para realizarse con la empatía con la que Ampuero la hace, hay que poner el cuerpo.
“Una cosa es contarlo, otra es verlo”: una historia llamada María Fernanda Ampuero
Desde que estaba estudiando una maestría en la Universidad de Buenos Aires y se interesó en el “modo nómada”, Ampuero empezó a preguntarse cómo sería involucrarse en esa narración de la que se venían escuchando ya miles de historias agridulces, ir como latinoamericano a probar suerte en España: “Vivir un suceso histórico”, dice. El 1º de enero de 2005, a las 8 de la mañana caminó por la Gran Vía de Madrid con un frío que jamás imaginó que existía, arrastrando tres maletas gigantescas y solo con la dirección de unos referidos. Luego pasó por todos los procesos para buscarse un espacio en la ciudad. Entonces, dice, “me cantaba esa canción de Caifanes casi todo el tiempo”: “Afuera tú no existes solo adentro, afuera no te cuido solo adentro, afuera te desbarata el viento sin dudarlo”. “Y me parecía tan cierta, porque yo vivía una desprotección continua”, comenta. “Allá yo solo era una estadística”.
Buscó un empleo, luego otro con cuarenta grados o a menos diez, y cuando todo parecía malo, vino el horror, recuerda. Y después el horror pasó y se sintió a gusto, había encontrado a pulso un lugar en el mundo. “Entonces entendí que ese proceso me había humanizado porque siempre había tenido, como estudiante de literatura, una vida muy teórica. La diferencia está en involucrarse, no como esos periodistas a quienes los testigos interesan solamente cuando los necesitan”, medita Ampuero. “Lo que puedo decir es que mientras los intelectuales hacen foros y ponencias sobre la migración, yo fui migrante, esa es la diferencia”.
María Fernanda explica su actual estado en España en uno de los párrafos del texto A nadie pediré permiso para tener nostalgia de esto: “Entra la alegría, poco a poco, a tu vida. /Y bailas/y amas/y alumbra/ y creces./ Y un día, un loco día tan distinto a esos otros, te das cuenta de que ríes con toda la boca (…) y esperas, como todos, que el buen tiempo traiga los duraznos (que ellos llaman melocotones) y te quejas, como todos, de lo mucho que ha durado el invierno./Pero se va./Y quedas tú, tu hombre, tu niño, en una tierra de la que ya tienes recuerdos…”. Y añade: “Esta experiencia una vez que la superas, es la cosa más trascendental y cataclísmica que pueda pasarte, lo más cercano a renacer. Yo vine a contar estas historias, la mía es solo una de tantas”.
María Fernanda, quien busca alejarse de las verdades absolutas, propone que así como todos podemos ser extraños en un mundo donde la geografía es una trinchera, también podemos ser la patria de alguien, una patria distinta, pero propia.
María Fernanda Ampuero en pocas líneas: Ha publicado historias en revistas como Vistazo, Gatopardo, SoHo, Quimera e Internazionale, entre otras. Es autora del libro de artículos Lo que aprendí en la peluquería (2011) y adicionalmente ha conformado antologías de cuento y escrito teatro. En 2012 fue nombrada como una de los 100 latinos más destacados de España, a más de recibir un reconocimiento de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) a la Mejor Crónica de Migración con la historia El mercado de Babel. Su patria se llama Pablo.