El Telégrafo
Ecuador / Miércoles, 27 de Agosto de 2025

En un primer momento, cuando me introduje en el campo de la investigación artística, era como si me acercara a un territorio complejo y fragmentario, dislocado incluso, y que precisamente por esta condición me ofrecía unas posibilidades más amplias que otras áreas afines de conocimiento que -a pesar de haber sufrido fuertes crisis y reformulaciones- disponían de unas estructuras metodológicas que, por una parte, facilitaban el trabajo en su interior y, por otra, lo constreñían a una especie de lógica cientifista capaz de insertarme en un discurso ideológicamente posicionado (más allá de sus diversas variantes). No toma demasiado tiempo, sin embargo, caer en cuenta de que esa indeterminación, que parece constitutiva del campo artístico, no es más que una indefinición premeditada plagada de determinaciones, pero de carácter más sutil de lo esperado, que establecen un sistema de legitimación concreto. Un orden del discurso, siguiendo a Michel Foucault, que conjura los peligros de desestabilización del statu quo.

En cualquier caso, el modo en el que desde mi perspectiva abordo la investigación, teniendo en cuenta las mencionadas circunstancias, está presidido por la certeza de que este es un espacio intermedio entre diferentes tipos de saberes -no me refiero solo a la muy manoseada idea de la transversalidad- de diversa estirpe (dominantes y subalternos por ejemplo), o en la frontera entre el conocimiento y la experiencia. Tras años de debate en torno a la especificidad de la investigación artística, es en tiempos recientes que la condición experiencial de esta área está empezando a ser tímidamente reconocida por la institución académica.

En este punto, entiendo que la investigación en este campo tiene que estar orientada a su ‘utilidad’ para la propia práctica artística que, a mi juicio y por extensión, también tendría que estarlo para la vida. No me refiero aquí, desde luego, a la expansión de un saber hacer técnico que ha dominado el discurso académico hasta tiempos no tan lejanos. Tampoco entiendo que tenga que obedecer, en consonancia con el paradigma neoliberal del capitalismo cognitivo, a la implantación de unos saberes vinculados al pujante proceso de mercantilización.

Desde hace ya tiempo he estado más interesado en la pregunta: “¿Desde dónde se ejerce la labor del investigador? que en cómo asumir dicho trabajo. Entiendo como núcleo interno de mis indagaciones el esclarecimiento de las condiciones en las que surgen y se consolidan los marcos dominantes de conocimiento y sus sistemas de legitimación.

Muy al contrario, mis intereses de investigación están asociados a la posibilidad de constitución de modos otros de tratar con la realidad y de coadyuvar a la construcción de modos de vida diferentes. Que desde lo artístico, en todo caso, esto último sea factible, no está demostrado en absoluto. Por esta razón, parece que una cuestión fundamental de la que se puede ocupar el campo de investigación artística es la de abordar el siguiente asunto: desde dónde se habla cuando se hace desde el arte.

En consecuencia, desde hace ya tiempo he estado más interesado en la pregunta: “¿Desde dónde se ejerce la labor del investigador?, -en definitiva, en la filiación a un sistema epistemológico particular utilizado de manera naturalizada- que en el cómo asumir dicho trabajo.

En este sentido, entiendo como núcleo interno de mis indagaciones el esclarecimiento de las condiciones en las que surgen y se consolidan los marcos dominantes de conocimiento y sus sistemas de legitimación. No se trata aquí tanto de aplicar la clásica formula de la institución moderna de la sospecha que quiere revelar la realidad -que en este caso sería sinónimo de verdad- que se esconde detrás de una ilusión, o engaño interesado, sino más bien, en concordancia con los argumentos de raíz lacaniana de Slavoj Žižek, percibir la realidad -como constructo simbólico- en las ficciones que la definen.

Teniendo en cuenta tales consideraciones, asumo la investigación artística en primer lugar como una autorreflexión sobre el lugar de enunciación que, sin remedio alguno, me sitúa en la problematización de la noción ‘arte’ en sí misma. Así, lejos de entender el campo del arte como un espacio de genuina libertad, mi trabajo se ha encaminado al intento de comprensión de las determinaciones que lo atraviesan. En definitiva, tratar de percibir en la(s) narración(es) en torno a la idea ‘arte’ las trazas del discurso de autoridad imperial, colonial, patriarcal que constituyen parte de ese convenio simbólico, más o menos forzado, que denominamos realidad, donde se incardina nuestra idea de arte.

Cabría señalar, por último, que el contexto académico y la propia denominación de investigación (demasiado connotada por el pensamiento científico) no facilitan -como instituciones ideológicamente situadas- los procesos autocríticos que he mencionado pues, en la práctica, estos también quedan afectados. Tal circunstancia, sin embargo, no impide que en el contexto actual -al menos en la esfera occidental y de manera provisional- puedan constituir estos espacios un lugar, junto a algunos otros, desde donde articular una serie de experiencias e indagaciones que permitan abordar los asuntos mencionados.

En mi caso, ha sido en esos ambientes donde he desarrollado mis investigaciones, y me han posibilitado su difusión y, lo que es más importante, su contraste con los estudiantes. Esto no significa, claro está, que sea el único ámbito en que una investigación orientada hacia los asuntos mencionados pueda desarrollarse ni, tan siquiera, sea el lugar de privilegio a tal efecto. Las prácticas que se engloban desde hace ya unos siglos -de manera no exenta de conflicto- como arte, deben de encontrar o reencontrarse con otros contextos donde su sentido no está determinado impositivamente. En este sentido, siento la investigación, aun cuando se produce en un marco de sobredeterminación, como una contribución (de un alcance limitado, eso sí) a la construcción de maneras otras de entender ese constructo que llamamos realidad y -si esto es posible- a la colaboración con la constitución de configuraciones diferentes de esa misma realidad.

*BIO

Profesor del Área de Arte de la Universidad Europea de Madrid. Ha trabajado como artista en el colectivo Fast Food y, posteriormente, de manera individual. Como investigador ha publicado en diferentes medios específicos como Nolens Volens -revista de la que forma parte del consejo de redacción-, Versiones o ArteContexto, entre otras. Asimismo, ha producido diversos textos para diferentes catálogos y publicaciones de exposiciones de arte. De manera puntual ha trabajado como comisario.