El Telégrafo
Ecuador / Lunes, 25 de Agosto de 2025

Ave satani
Sanguis minimus
Corpus animus
Tolle corpus satani
Satani...

Jerry Goldsmith

 

 

Seguramente la mayoría de personas que bordeamos la tercera década de vida, tenemos grabada en nuestra memoria toda una sinfonía de melodías, imágenes y palabras que nos marcaron en la infancia y nos sirvieron, por supuesto, de pretexto para inclinarnos a determinado género de música, literatura o cinematografía.

 

En este, caso muchas películas producidas en los años sesenta y setenta se caracterizan por una producción musical muy elaborada y de un género sinfónico que dio vida a centenares de filmes de diversos géneros, como por ejemplo los filmes de terror o thillers, género apadrinado por Alfred Hitchcok, William Friedkin, Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y otros tantos genios del suspenso que causaron sensación con esas piezas de colección.

 

 

El origen de un macabro prodigio

 

Jerrald King Goldsmith o mejor conocido como Jerry Goldsmith fue uno de los compositores más importantes y reconocidos de la industria cinematográfica a nivel mundial. Nacido un 10 de febrero de 1929 en Pasadena – Beverly Hills, se convirtió en una de las figuras más destacadas de la música de horror, piezas que se convirtieron en soundtracks de reconocidos filmes de suspenso.

 

De origen judío Goldsmith, se acercó a la música desde muy temprana edad. A los 6 años aprendió a tocar el piano, para posteriormente estudiar composición, teoría y contrapunto con los maestros Jakob Gimpel y Mario Castelnuovo-Tedesco, ambos miembros de la tradición musical judía europea. Al ingresar a la Universidad del Sur de California conoció a Miklós Rózca, quien le serviría de inspiración para dedicarse a componer música para cine y especialmente para un género que venia desarrollándose con fuerza de la mano de Alfred Hitchcok y su floreciente cine de suspenso y terror psicológico.

 

Sus comienzos dentro de la industria tuvieron lugar en series de televisión como La cuarta dimensión, Los Waltons, Perry Mason, El agente de Cipol y Perdidos en el espacio, que le dieron a conocer durante la década de los setenta. Posteriormente, a pesar de convertirse en un músico muy solicitado por Hollywood, siguió manteniendo contactos con la pequeña pantalla a través de miniseries como QB VII y, sobre todo, Masada, la cual se convirtió en una de sus partituras más conocidas.

 

Uno de sus últimos trabajos para la pequeña pantalla fue la sinfonía para la serie Star Trek: Voyager.

 

La música de Goldsmith no se encasilla en un estilo definido, más bien siempre se adaptó a las exigencias de cada película, a las que dotó de sonidos y melodías únicas e insuperables. Desde el jazz hasta las grandes obras sinfónicas, pasando por la música folk, étnica e incluso por el uso indiscriminado del sintetizador, aún así, su música se podría definir como enérgica y penetrante, pues es especialmente brillante en lo rítmico, sin descuidar la composición melódica.

 

Goldsmith se autodefinió como defensor de utilizar la música solamente cuando sea estrictamente necesario, por lo que en numerosas ocasiones acusó al cine contemporáneo de tener demasiada. Y puso como ejemplo su propia partitura para Patton, en la cual solamente había media hora de música, pese a tratarse de una cinta que supera las dos horas de metraje.

 

El músico y compositor norteamericano ha tocado todos los géneros a lo largo de su carrera, aunque es en el cine fantástico donde logró sus éxitos más populares: El planeta de los simios, varias partes de la saga Star Trek, La trilogía de La profecía, La Fuga de Logan, Atmósfera cero, Alien, el octavo pasajero o Desafío Total, por citar algunos títulos. Por su cualidad rítmica, también ha destacado en el género del thriller de acción. Sin embargo, siempre dejó en claro que prefería las películas pequeñas y de personajes, por lo que durante mucho tiempo declaró que La isla del adiós fue su trabajo favorito.

 

 

Una profecía inmortal

 

A mediados de los años setenta, el film La profecía dirigida por Richard Donner, y que años más tarde se convertiría en una de las más famosas sagas de cine de suspenso, contó con la musicalización de Goldsmith, melodía que se ha convertido en uno de los temas ícono del cine de horror. La composición melódica de Ave satani deja entrever dentro de sí una atmósfera a la que pocos quisieran adentrarse mientras la música suena a lo largo del filme. Este tema le permitió ganar en 1978 un premio Óscar a Mejor Banda Sonora, además ha sido nominado consecutivamente por varias de sus piezas cinematográficas posteriores, pero fue Ave satani la única de sus bandas sonoras que logró uno de los reconocimientos más codiciados de la academia y del séptimo arte. Durante su trayectoria musical Goldsmith se convirtió en el hacedor de un mundo sonoro que trascendería barreras tiempo-espaciales, cada una de sus piezas es diferente y posee un carácter propio y definido que logra generar en el público sensaciones catárticas que solo la buena música puede provocar. Hasta el día de su muerte, un 21 de julio de 2004, el músico y compositor trabajó junto con uno de su hijos Joel Goldsmith en varias obras que se estrenarían luego de su fallecimiento.

 

 

La sonoridad de la ciencia ficción

 

Cada sonido, cada partitura compuesta por Goldsmith dibuja escenarios fantásticos que, en muchas ocasiones, pueden prescindir de las imágenes físicas del filme para seducir al espectador. Es la música por sí sola un elemento que sugiere en el espectador-escucha una serie de sensaciones y respuestas psíquicas que convierten a esas melodías, en frecuencias sonoras, choques y punzones mentales que generan estados de ansiedad en el público que gusta de la ciencia ficción.

 

En el filme Freud, pasión secreta, por ejemplo el dulce, pero a la vez intrigante sonido de los teclados y las flautas emite por sí solo ondas vibratorias que atrapan la mente del escucha.

 

Goldsmith supo demostrar su amor por la música en todas sus composiciones, por ello quiso compartir su obra de diversas formas, una de ellas fue en la dirección de orquestas sinfónicas desde que en 1969 debutó con la Southern California Chamber Symphony, con la interpretación de su cantata Christus Apollo.

 

Durante casi toda su vida, estuvo al frente de diversas orquestas para conciertos en Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá. A finales de 1997 decidió donar todas sus partituras, desde Black path hasta Congo, a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. De esta forma Goldsmith se convirtió en una especie de padre o iniciador de la música de ciencia ficción, cuya composición ha nutrido a una inmensa gama de filmes en todos sus géneros.