Culturas urbanas: estéticas y corporalidades alternativas en Quito
Es preciso explicar que el término “culturas urbanas” lo propone José Luis Romero, desde una perspectiva sociocultural que da cuenta de la conformación de las ciudades modernas dentro del mundo industrializado después de la Revolución Industrial a nes del siglo XVIII cuando la ciudad como tal empezó a crecer con una extraordinaria velocidad y a transformarse de una manera acelerada.
De tal modo, que todos los problemas fundamentales del mundo contemporáneo resultan ser urbanos, ya sean los sociales de las inmensas megalópolis o los psiquiátricos surgidos en los grandes conglomerados sociales (1). Tomando en cuenta esta breve explicación de Romero, la cuestión de las culturas urbanas a nivel mundial se ha establecido como un argumento de relevancia dentro del ámbito de las Ciencias Sociales, debido a las nuevas maneras de interacción, que surgen desde estos grupos sociales en las últimas décadas producto de la construcción de fenómenos sociales que irrumpen en la sociedad actual. El contexto urbano
ha dado paso a la formación de nuevos actores sociales y nuevas culturas urbanas que buscan expresarse a través de dispositivos emergentes que han encontrado un altavoz a través de una diversidad de cuerpos y corporalidades que van congurando estéticas “inusuales” y muy atractivas ante los sujetos urbanos.
Las culturas urbanas en la actualidad permiten observar de manera directa e indirecta, además de los complejos procesos políticos, sociales, culturales e ideológicos, prácticas estéticas y corporales que se convierten en elementos distintivos y disonantes en una sociedad tradicional que se resiste a aceptar prácticas socio-culturales como las expuestas a través de los cuerpos y estilos alternativos de miembros de diversas culturas urbanas del país. En este sentido, es importante comprender la irrupción de las estéticas alternativas y las nuevas propuestas corporales que fusionan conceptos tradicionales de “belleza” y “estética ” para transformarlos en dispositivos de corte performático que de la mano de las propuestas político-ideológicas buscan des-estabilizar el canon hegemónico asumido desde una belleza simétrica y occidental.
Pierre Bourdieu explica cómo funciona el dispositivo estético al interior de la sociedad y cómo este determina las relaciones interpersonales a todo nivel: “[…]la disposición estética es una dimensión de una relación distante y segura con el mundo y con los otros, que a su vez supone la seguridad y la distancia objetivas; una manifestación del sistema de disposiciones que producen los condicionamientos sociales asociados con una clase particular de las condiciones de existencia, cuando aquellos toman la paradójica forma de la mayor libertad que puede concebirse, en un momento dado del tiempo, con respecto a las coacciones de la necesidad económica [ . . . ] ” (2).
“Michel Foucault (...) explica la
cuestión del biopoder como un
dispositivo que se aplica a todas
las instancias de la vida del sujeto
social...”.Para entender de mejor manera la cuestión del cuerpo y las construcciones corporales visibilizadas a través de la moda y las estéticas alternativas de las culturas urbanas, es preciso recurrir al planteamiento teórico de David Le Breton. Las interacciones cotidianas a las que se somete el cuerpo de los individuos sociales deja entrever un borramiento ritualizado (3), estadio que según explica Le Breton, hace referencia a los mecanismo de disciplinamiento a los que se someten los cuerpos, con mayor énfasis en el mundo contemporáneo. En este sentido, se pueden entender las prácticas saboteadoras de miembros de culturas urbanas, no solo del país, sino a nivel mundial; pues ellos sin tener conocimiento de este tipo de planteamientos teóricos que explican sus comportamientos, se desenvuelven como agentes irruptores al canon hegemónico, mismo que intenta someter al cuerpo y disciplinarlo, borrando de esta manera cualquier tipo de comportamiento “anormal”.
Michel Foucault en sus obras Vigilar y Castigar (2002) y Los Anormales (2001) explica la cuestión del biopoder como un dispositivo que se aplica a todas las instancias de la vida del sujeto social. Cuando se abordan la problemática de las culturas urbanas, es indispensable comprender los presupuestos teóricos planteados por Foucault en torno al cuerpo, la estética y la moda en clave del biopoder. Es importante tomar en cuenta cómo se asumen estas prácticas corporales desde la sociedad en general, y cómo se estructuran las relaciones de poder y violencia debido a las apariencias “exóticas” de los miembros de las diversas culturas urbanas en el país.
Siendo así, los cuerpos y las corporalidades “alternativas”, en este caso, de miembros de culturas urbanas como rockers, metaleros, punkeros, emos, hip-hoperos, góticos, skinheads, rastafaris, floggers y demás agrupaciones emergentes, configuran rupturas al canon hegemónico, es por ello que suelen ser denigrados y apartados de la sociedad, configurándose prácticas estigmatizadoras, que según lo manifiesta Erving Goffman (4), estas prácticas funcionan con más o menos evidencia según el grado de visibilidad de rarezas de estos cuerpos y corporalidades emergentes. Ejemplo de ello es el rechazo histórico que han sufrido miembros de culturas urbanas como los rocker y hip-hop desde su aparición en el Ecuador.
Cuerpos escritos = lienzos profanos
Los tatuajes, perforaciones y modificaciones corporales son asumidos, al interior de las culturas urbanas como inscripciones corporales que se han convertido en instrumentos de seducción, que bajo las lógicas de sociabilidad que se manejan al interior y entre culturas urbanas, permiten generar prácticas comunicacionales alternativas, en primer lugar, e identitarias en segundo término; prácticas que marcan las dinámicas entre miembros de las diversas agrupaciones urbanas.
Son los propios miembros de las culturas urbanas a nivel nacional quienes expresan y narran sus historias de vida a través de tatuajes, perforaciones e indumentarias estrambóticas, elementos que históricamente se han convertido en símbolos que marcan sus cuerpos y dan cuenta de su militancia dentro de la cultura urbana con la que se identifiquen.
Mercado y ofertas estéticas
Aun cuando, en su inicio los miembros de las culturas urbanas decidieron construir identidades alternativas y contestatarias, cuyo discurso político y estético irradiaba aires de lucha e insurgencia. Es preciso advertir que gracias al flujo del mercado y la inminente eclosión de capitales de consumo para todos los públicos, se ha logrado filtrar la cuestión mediática y mercantilista como objetos de consumo fatuo van moldeando unas identidades oscilantes y emergentes que necesitan adherirse a grupos de consumo que los represente estética o ideológicamente.
Las identidades prefabricadas hacen gala de su poder de seducción al interior de las culturas urbanas. Rockers, hip-hoperos, punkeros, emos, rastafaris y demás expresiones contrahegemónicas han sido absorbidas por el mercado, quizá esta sea una de las barreras que tienen actualmente las culturas urbanas para configurarse como movimientos contrahegemónicos sólidos a través de cuyas prácticas se desestabilice y de-construya la normativa impuesta como hegemónica y cuya ideología alienante estandariza el pensamiento de la sociedad.
“...las corporalidades ‘alternat iva s’
(...) configuran rupturas al canon
hegemónico, es por ello que suelen
ser denigrados y estigmatizados...”.Estas nuevas estéticas emergentes marcan de manera definitiva la cuestión corporal en la actualidad, como se puede observar en los miembros más jóvenes de las culturas urbanas del país. Las dinámicas sociales e identitarias de estas culturas develan complejos procesos de disputa del poder. Es preciso advertir cómo al interior de las diversas culturas urbanas del país se fomenta una serie de prácticas de poder violentas ante la presencia de agrupaciones urbanas emergentes, como es el caso de punkeros contra la cultura emo.
Las prácticas discriminatorias son comunes al interior y entre culturas urbanas a nivel nacional, esto se debería, según lo explica Goffman, a estigmas sociales que se manejan al interior de las agrupaciones urbanas y en la sociedad en general, producto de los estereotipos y matrices de representación que se han implantado en el canon social. Esta explicación la comparte el teórico contemporáneo Pedro Arturo Gómez en su texto Imaginarios sociales y análisis semiótico.
Una aproximación a la construcción narrativa de la realidad (2001). Para Gómez las matrices de representación juegan un papel determinante en cuanto, se constituyen patrones ideológicos bajo los cuales se asume la realidad y a los sujetos que interactúan en ella. De esta forma, las matrices socio-culturales que rigen la vida contemporánea rechazan lo “extraño” o “anormal”, por ende el rechazo y marginalización social hacia individuos o conglomerados alternativos.
Espacios de interacción, disputas y apropiaciones
Según lo explica Stuart Hall el estudio de la proxémica al interior de las culturas urbanas permite comprender la utilización del espacio, en este caso, por los miembros de estas agrupaciones sociales durante sus episodios de interacción. Así, Hall explica que estas interacciones están marcadas por límites. En el caso de las diversas culturas urbanas en el país, las limitaciones se visibilizan al momento en el que los sujetos se apropian de determinados espacios y lugares públicos y privados, tales como centros comerciales, parques, calles, barrios o determinadas zonas y espacios que les permiten expresarse, como es el caso de la comunidad hip-hop y sus expresiones artísticas (graff itis).
Finalmente, es importante advertir que la diversidad culturas urbanas en la actualidad se han configurado entorno a lugares específicos, como el cuerpo, las estéticas y las identidades, espacios estratégicos desde donde se erigen diversas propuestas de contenido político, social, económico, cultural, estético, pero sobre todo de tipo corporal. Las construcciones corporales, estéticas e identitarias configuradas por los propios miembros de estas culturas urbanas, dejan ver la posibilidad de irrumpir en el canon hegemónico desde diversas posturas y niveles sociales.
Sin olvidar, que a su vez se convierten en objetos de estudio, debido a la complejidad de sus relaciones, prácticas y ritos compartidos por sus miembros, sin importar su edad o condición social. No hay que olvidar que históricamente han sido los medios de comunicación y los discursos publicitarios los que han absorbido estas nuevas expresiones identitarias para incrementar sus réditos económicos, convirtiéndose a su vez en amplificadores de un sinnúmero de modas y estilos emergentes que cautivan a los miembros más jóvenes de las diversas culturas urbanas introduciéndolos, de esta manera, en complejos procesos consumistas.
No obstante, más allá del simple consumo de accesorios que proveen una identidad prefabricada, estos consumos configuran nuevas construcciones corporales que, de alguna manera, irrumpen al interior del canon estético-corporal hegemónico generando estéticas emergentes.
* 1. José Luis Romero, La ciudad occidental. Culturas urbanas en Europa y América, Siglo Veintiuno Editores, Argentina, 2009, p. 49.
2. Pierre Bourdieu, La distinción. Criterios y bases sociales del gusto, Madrid, Taurus, 1998, p. 53
3. David Le Breton, Lasociología del cuerpo, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2002, p. 62
4. Erving Goffman, Stigma. La identidad deteriorada, Buenos Aires, Amarrortu editores, 1995