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De las palabras a los hechos

Cultura y niveles lingüísticos

Cultura y niveles lingüísticos
06 de junio de 2016 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Dentro de las variedades socioculturales del lenguaje se reconocen tres niveles: culto, medio y bajo. Estos se refieren a cómo usamos la lengua según el nivel de escolaridad y de acceso al conocimiento formal que hayamos tenido de esta. El nivel culto, que se manifiesta sobre todo en la lengua escrita, demuestra un manejo amplio de las estructuras gramaticales, utiliza un léxico más variado, distingue los diversos registros para comunicar un mensaje (formal, informal, especializado, etc.), implica lo que supone expresarse con precisión, rigor y claridad, de acuerdo con la situación comunicativa. El nivel medio es el lenguaje coloquial: el léxico es menos variado, se usan muletillas, se distinguen menos registros y se tiene menor dominio en el manejo de las estructuras sintácticas. El bajo, también conocido como vulgar, muestra un lenguaje menos cuidado, con incorrecciones sintácticas, errores en pronunciación, un léxico poco variado y ‘vulgarismos’. Sin embargo, esta escala de niveles lingüísticos muchas veces lleva a equipararlos con niveles culturales, cuando en realidad solo se trata de cuestiones relacionadas con el dominio de la lengua ‘estándar’ según la escolaridad y el acceso al idioma

Comunicarse con un lenguaje ‘vulgar’, es decir, básico, muchas veces no es sinónimo de carecer de cultura o de principios éticos. La cultura, o al menos aquello que llamamos cultura, se expresa también en los usos lingüísticos. Así, cuando se habla de la cultura popular, se incluyen las expresiones lingüísticas que esta utiliza, y que, aunque distantes del uso normativo de la lengua, expresan sus valores históricos y simbólicos. También, el hecho de que alguien cometa incorrecciones como ‘haiga’ o ‘vinistes’ no implica que sea ignorante. Estos usos lingüísticos, que sanciona la autoridad lingüística como incorrectos, señalan procesos más complejos de orden social, cultural e histórico. Puede que su cultura sea muy rica, que cuente con saberes ancestrales con los que las personas ‘cultas’ no cuentan, que sus conocimientos vengan más de la oralidad que de la escritura. La cultura no tiene que ver solamente con la cantidad de libros que una persona haya leído o la cantidad de títulos con los que cuente, sino con cómo vive aquello que es, el medio en el que ha crecido, los conocimientos que ha obtenido, y las interrelaciones con otras personas y otros tipos de culturas. En este sentido, por ejemplo, puede ser más ‘culta’ una persona que ha tenido que emigrar del campo a la ciudad y ha tenido que integrar a los propios conocimientos nuevas palabras y nuevas expresiones culturales, que le permiten tener más versatilidad y eficacia a la hora de comunicarse, en el nivel pragmático.

A menudo vemos, en cambio, personas ‘cultas’ que demuestran, muchas veces con un lenguaje ‘correcto’, que los estudios, la preparación o el dominio formal de la lengua no tienen nada que ver con las capacidades comunicativas. No es más culto el que incorpora a su léxico un mayor número de palabras especializadas, hasta el punto de volver críptico su discurso, ni lo es quien utiliza palabras de otras lenguas para demostrar su ‘cosmopolitismo’. La corrección o la incorrección en el uso de la lengua apelan a una valoración normativa de esta, y desconocen los rasgos culturales y sociales implicados en cada una de sus manifestaciones. El conocimiento y la valoración de los otros usos lingüísticos nos permitirían una práctica intercultural en la diversidad. No son conceptos que deben tomarse como medida para descalificar los saberes de otros, sino como un instrumento que nos acerque, que nos ayude a comprendernos y a respetarnos.

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