El Telégrafo
Ecuador / Miércoles, 27 de Agosto de 2025

Apuntes sobre el color

1.

 

Mi madre no sabía que el zumbido en sus oídos se llamaba tinnitus. Pero cuando el zumbido se convirtió en un motor encendido las 24 horas, entonces acudió al doctor.

 

Se trata de escuchar ruidos cuando no hay una fuente sonora externa, a causa de alguna inflamación. Como es lógico, mi madre se asustó. El doctor había aventurado un diagnóstico rotundo: No hay cura (yo tenía ganas de golpearlo aunque tuviera razón). Sin embargo, dijo también algo muy cierto: se puede contrarrestar con música. Desde luego, la música en sí no era un problema, lo perturbador era saber que tendría que dormir con los parlantes encendidos todas las noches; sonidos externos para tapar ruidos internos. La idea de no recobrar el Silencio era lo que más le aterraba. Y a mí también, pero no se lo dije.

 

Esa misma noche, Mijail tocaba la melódica en la sala de abajo. Al verme triste me preguntó qué ocurría y yo se lo conté. Entonces mencionó al místico George Gurdjieff, filósofo, escritor y compositor armenio, quien se autodenominaba “un simple Maestro de Danzas”.

 

Mijail creía que si en adelante mi madre debía dormir con música, la de Gurdjieff era la más indicada para acompañar sus sueños. Al fin y al cabo —dijo— su música es como escuchar un lienzo, un lienzo en blanco, lo más parecido al silencio.

2.

La idea me tranquilizó. ¿Pero era en verdad un lienzo en blanco lo más parecido al silencio? Esa madrugada le di tantas vueltas a la imagen que no recuerdo en qué punto me dormí.

 

Al siguiente día, Mijail descargó la música de Gurdjieff y quemó un disco para que mi madre lo escuchara incluso mientras conducía.

 

Al cabo de unos días ella estaba radiante. Le pregunté cómo se sentía y me dijo que mucho mejor, que esa música le transportaba.

—¿A dónde?, le pregunté.

—No lo sé, tampoco importa.

 

Me dijo que si le gustaba tanto era porque, precisamente, no le remitía a ningún recuerdo en particular, simplemente era y le permitía estar. Luego me dio una descripción bellísima. Dijo que a diferencia de la mayoría de canciones —incluso instrumentales o clásicas— las de Gurdjieff le generaban suspensión.

Son como gotas —me dijo— gotas de agua a punto de caer.

 

Quizá el Silencio sea eso. Un lienzo en blanco, una gota suspendida. Escuchar algo visible sin llegarlo a ver.

 

3.

 

Han pasado siete meses, y ahora que ando sedentaria, confinada casi siete días a la semana a una sala de redacción, mi madre es la que viaja por mí. Veo otros sitios a través de sus ojos. Pero sobre todo los escucho.

 

Recibo una foto de ella. Sonrío. Ahora mismo viaja en autobús desde Nueva York hacia las Cataratas del Niágara, con su hermana, a quien no veía desde hace unos años. Es la Chío luminosa de siempre, agarrando la vida por el cuello, apretándola, disfrutándola. Me fijo en la inmensidad de su sonrisa, en la blancura de sus dientes, en la música que la habita. Me adelanto a ese encuentro con la enorme vertiente y las veo allí, a ambas: Guerrera y Agua frente con frente. Una cascada es otro tipo de lienzo.

 

4.

 

Una semana antes de que mi madre me contara sobre los ruidos en su oído, yo había comenzado un libro, paradójicamente, sobre el Silencio. Mucho ha pasado desde entonces y ese manuscrito se ha vuelto, literalmente, una oruga; que de vez en cuando se abre, crece y se expande como una mariposa; otras veces se cierra (me cierra) y desaparece; pero a pesar de todo sigue creciendo. Hace poco la oruga volvió a expandirse y recordé, entonces, esa imagen del lienzo en blanco que Mijail dejó instalada en mi cabeza. Nunca llegamos a desarrollar el tema, y sin embargo, de alguna forma, siempre lo vivimos.

 

Hace poco le pregunté de nuevo la relación de Gurdjieff y ese lienzo en blanco.

 

Desde que lo conocí siempre me interesó, como músico, sus criterios frente al Silencio. Hay mucho de poesía en su manera de sentir la música, y a los dos nos une el hecho de sabernos apenas instrumentos para canalizar lenguajes de algo superior, simples instrumentos de algo demasiado puro que no alcanzamos a describir, y que es la fuente de donde mana, a raudales, toda luz y toda oscuridad . Es eso lo que nos hermana.

5.

A mi pregunta sobre la relación entre la música sufi con el blanco y el silencio, Mijail me respondió: “Algo en la espiral modal eterna de la música sacra de los sufis genera en el oyente la plenitud del silencio y la tranquilidad del desierto-adentro.

 

Creo que en la circunferencia inagotable de sus músicas y sus danzas no hay redundancia, ya que se trata más de una espiral que de una circunferencia, y evoluciona constantemente sin dejar de pasar por el vórtice finalis de cada modo específico.

 

Desde mi modesto punto de vista, sólo un color se acerca con propiedad, de manera tan directa, a este cíclico caminar, ese color es el blanco, enemigo de muchos por ser considerado sólo una aparente ausencia de todo, un vacío. Acusación injusta e infundada ya que —aun siendo en sí la ausencia— está en todas las formas como soporte de las mismas, como un lienzo, un lienzo blanco”.

 

6.

 

Recibo una nueva fotografía. Mi madre ha llegado a las Cataratas del Niágara. Escucho el agua a través de sus ojos. Su sonrisa supera todo lo imaginado.

 

7.

 

Me parece gracioso cómo las palabras se me revelan. Hace unos minutos leí un texto de John Berger, narrando su viaje hacia un mundo recién visible. En él menciona también unas cataratas, pero no se refiere a esos animales blancos y espesos hechos de agua, sino a una dolencia. El texto se llama Diario posterior a una operación de cataratas, en el que —como buen escritor— Berger transforma su dolor en luz.

 

8.

 

“Cada par de ojos inevitablemente debe cargar con su propio horizonte”, dice Berger en su diario. Le creo. Salgo del trabajo a mi casa y voy cantando en el camino. A lo lejos veo descender la niebla sobre esta ciudad que he visto tanto y no he visto. Hay un lienzo blanco también sobre ella. Me callo. Vivo permanentemente en un juego entre lo visible y lo no visible, entre lo audible y lo no audible. Yo, por mi parte, seguiré caminando con todos mis ojos abiertos, seguiré jugando.

 

¿Qué habrá visto quien llegue a escuchar estas letras?