Nadie puede elegir a su familia, pero sí puede decidir si aceptarla ciegamente o analizarla conscientemente desde dimensiones como la Sociológica y la Semántica. Una forma posible y más aceptable de lograr ese estudio de cómo se construye la identidad personal a partir de la identidad colectiva de su familia, es el viaje a campo traviesa que en el cine se traduce en la llamada road movie.
Esa fue la opción elegida por la chilena María Paz González para su documental Hija, producido en 2011, Gran Premio Festival Internacional de Documentales de Santiago de 2011, premio al Mejor Documental en Festival Internacional de Cine de Antofagasta de ese mismo año, y Mención Especial en el Festival Internacional de Cine de Tarapacá.
En el filme viaja junto a su madre para que ella se reúna con su hermana radicada en Antofagasta, al norte de Chile, a la par que ella, directora y personaje, busca la verdad sobre su padre.
Sumamente interesante es como una obra de no ficción que por su género y tema de interés debe resultar seria in extremis termina convirtiéndose en una comedia con tintes de melodrama, sobre todo por la candidez de la madre. El gran amor filial de esta mujer que dice tener certezas y que considera que sus sentimientos no son tomados en cuenta por la hija-directora se confunde y entremezcla con comentarios que resultan jocosos en el marco de la trama y el argumento del documental.
Ejemplo, cuando dice que hasta en el desierto la siguen los trenes, ya que su historia familiar está muy marcada por una estación de tren. El rol de la madre, Eliana Guzmán, dejada en la estación de tren de Ñiquén por su madre Elisa y posteriormente adoptada y rebautizada, como compañera de viaje de María Paz es tanto más interesante en la medida que ella lo asume como si se tratase de un niño que acude adonde sus mayores lo llevan, y en el camino se detiene a jugar con unos cisnes y compararlos con los que hay en su nativo Temuco, además de ofrecerles que si quieren enviar un mensaje ella lo hará llegar.
La nostalgia se percibe en cada cuadro construido o captado “al natural” por el director de fotografía David Bravo Núñez, quien ha participado en diversos documentales así como en algunos largometrajes chilenos. Es la composición en perfecta sincronía con las texturas y tonos la que logra que Hija no sea solo otro documental autobiográfico, porque su visualidad es la clave para entender el rompecabezas que es el viaje en busca de la identidad personal que hacen Eliana y su hija María Paz, partiendo de la poca o mucha identidad colectiva que han logrado construir con el paso de los años.
No solo se lo establece en la sinopsis del documental, se comprueba en el trabajo fotográfico de Bravo Núñez: “A través de 2.000 kilómetros de carretera, ambas enfrentan sus expectativas de infancia con un presente que podría ser más incierto y hostil que las fantasías que armaron su identidad. Hija es un viaje en el que las mentiras se convierten en realidad y la realidad toma forma de película; la de un road movie documental basado en hechos imaginarios”.
Los otros pilares de la narrativa y producción audiovisual son el guion de María Paz González y Francisco Hervé, quien aparece en breves momentos del documental; la música original de Fernando Milagros, y la edición a cargo de Danielle Fillios y Brian Jacobs. Todos estos creativos logran que Hija se manifieste en una mixtura de técnicas de elaboración para un documental, entre ellas, el documental performativo y la road movie. Lo primero radica en el juego perenne entre performance y realidad, es decir, que el documental existe porque alguien lo filma, además del hecho de que la imaginación de la directora-personaje esté salpicada a lo largo de los 84 minutos de metraje.
Los ejemplos de por qué es una road movie o el retrato de un road trip están claros en momentos que muestran claramente lo que se dicen o hacen Eliana y María Paz mientras recorren Chile en un antiguo Volkswagen escarabajo, en busca de sus orígenes. Pero para ser una película de carretera en todo el sentido del término que describe a un importante género cinematográfico debe considerarse que Hija se encuentra relacionada con el viaje del protagonista y que es —como lo dice el bibliotecario Carlos Rodríguez, quien elaboró el estudio Identidad y memoria en la película chilena Hija (2011, María Paz González),— un desplazamiento físico que afecta, a la vez, la percepción sobre su existencia.
En entrevistas al momento del estreno de Hija, María Paz González reconoció que el melodrama era una referencia súper importante, el melodrama latinoamericano, la idea de la teleserie y también un poco los cuentos de hadas. Es tal vez por eso que su personaje de ella misma en el documental traiga a colación a Blancanieves o a Cenicienta, alejadas del padre amado, en el caso de ellas por una madrastra malvada, y en el caso de la directora-personaje por una madre que prefirió mentir para garantizar la estabilidad emocional de su hija.
La tristeza que aparece en el personaje de María Paz viene con el montaje, ya que se confirma —como ella lo ha revelado a los medios que la han interrogado sobre su filme— por qué no se materializa una película intelectual, sino una historia en la que el espectador siente, percibe y entiende desde las pequeñas cotidianidades. Cómo se entiendan la memoria y la identidad después de apreciado el documental es algo que María Paz deja a libre albedrío del espectador. Para ella no es importante mostrar su historia personal o la de su madre, más bien el cómo cada una se sobrepone al dolor de la falta de unas raíces sólidas: Eliana con sus ficciones y María Paz con su película. “La identidad también para mí está llena de fantasías, de verdades, de recocidos de cosas que te dicen, vas borrando, vas aumentando; entonces de cierta manera, es importante entender esto de un modo contingente, pero también maleable, moldeable, como trabajar desde la forma, la complejidad y entender la identidad”, ha expresado la directora.
Los críticos han concordado en que Hija es un filme sencillo y con corazón, en el que se logra la empatía con las protagonistas, pero en realidad es mucho más complicado que eso, ya que si uno se identifica con María Paz, lo que puede sentir por Eliana es una antipatía disfrazada de simpatía y, aunque Eliana es muy simpática, a la larga, concentrarse en ella hace que resalte lo que en realidad cualquiera podría sentir por María Paz: apatía, porque su manera de abordar a su país, su realidad y temas muy personales como la identidad, la compañía, el ser mujer y la responsabilidad; es a través de un filme que, por muy honesto que sea, está orquestado por un guion y tuvo gran cantidad de material de descarte durante su edición.
Hija es parte de una fuerte corriente de excelentes filmes autobiográficos que se ha generado en Chile entre los ochenta y noventa, pero no pasa de ser, como todo documental, una visión personalísima sobre un asunto íntimo de la cual se pueden extrapolar conclusiones antropológicas y sociológicas. En cierto modo hay una etnografía en ciernes, aunque un verdadero y sesudo análisis de contenido nos demostrará que el uso de un metalenguaje propio de los filmes en que el director es el protagonista, es solo una táctica para hablar del yo sufrido sin necesariamente enunciarlo. María Paz ha negado que Hija sea un mero retrato de su historia y la de su madre, sin embargo, ningún espectador puede negar que el vínculo entre ellas y cómo comparten el viaje mediante los lenguajes propios de cada una, lo que dota de sentido al audiovisual.