Dicho y hecho. Eva la Loca se sube al taxi como la cenicienta en la calabaza. Taxi de lujo kitsch. Felpa rosada hasta en el volante, virgen fosforescente codeándose con la Madonna en látex, megalogo del Barcelona bordado a mano, monumento a la mitad del mundo dentro de un cubo de resina, para la suerte un zapato blanco de bebé colgando del retrovisor, borlas de lana tricolor en todas las ventanas, cuatro parlantes imitación oro, cenicero metálico en cada espaldar, vidrios oscuros, aunque a medianoche para qué. Por qué no el pucho número mil, se dice la Eva y lo enciende. ¿Cómo se baja esta ventana? pregunta, soltando la primera bocanada encima del chofer de lujo: patillas a lo Elvis, gomina a lo Travolta aunque semicalvo en la coronilla, chaqueta de cuero sin- tético y cara de matón masticando chicle. En este bólido todo es automático, reinita, pero está bloqueada. ¿Quién, yo? Dice Eva la Loca, soltando su risa que suele fascinar hasta a los animales. Aunque esta vez se trata de una risa de putita borracha o más bien de actriz esnifada a gusto. No, mi reinita, la ventana es la bloqueada, usted más bien está calibrada. Tremenda carcajada del matón. Pero fume sin problema que el humo no me molesta. Es más, también yo voy a fumar. ¿Le gusta la salsa? La vida es un carnaval en el vozarrón de Celia Cruz acompañada por la Sonora Matancera, instalan un ambiente de salsoteca. Al llegar a la Colón, el taxi dobla hacia la izquierda como si nada. La Eva no se percata de ello porque anda flotando en otras aguas. Mejor dicho, en un capullo de algodón y alambre de púas, todo púrpura, a fuerza de bareteo, polveo, tragueo, montones de palabras oídas, casi todas huecas, algunas para guardar. Cuando el taxi circunvala la plaza Artigas y toma la Coruña, la Eva parpadea a mil la hora como si despertara a los años, abre bien sus ojos color laguna, ve desfilar árboles hirsutos, casas sucias, calles desoladas. ¿Dónde estoy? se pregunta y no se responde. ¿Dónde estamos? Pregunta. En mi bólido, dice el taxista soltando una risotada con bigote cerdoso, mirándola por el retrovisor. Pero ella no ríe, se levanta el pelo de la cara, iza su cuello de reina egipcia, se despierta, se inquieta, es evidente que quiere salir del capullo. Oiga, adónde va, le pregunta al chofer patilludo y de mofletes inflados masticando chicle. Le dije que me lleve a los Kitos Infiernos. O es que no sabe dónde queda. O es que no sabe que se halla en pleno corazón de la Tuentifor. A usted le digo, pendejo, o es que es sordo, le dice topeteándole el hombro. O es que no sabe dónde queda el Hogar de los Poetas sin Hogar. O es que no sabe dónde está el Ara. Cosas así pregunta y no pregunta, Eva la Loca. El taxista, tamborileando en el volante al ritmo de la salsa, sigue su camino, muy fresco, aplastando una nada el acelerador. Fuma, se empina triple sorbo de la lata de cerveza y sube el volumen hasta que la voz de Celia Cruz se mete en el cerebro. Adónde me está llevando este man, dice a media voz. Oye, oye, adónde me llevas, grita. Pero el taxista está en su galaxia donde reina la salsa, con su majestad la Celia. Déjame aquí, grita, emergiendo del capullo, apagando el cigarrillo contra la ventana. Ay, reinita, pero cómo le han educado, allí tiene cenicero para usted solita. Frena aquí, que quiero bajarme, dice en to- no de Cleopatra a un esclavo. El taxista, impasible, sigue obedeciendo a su bólido. La Floresta es todo un cemen- terio, salvo por algunos perros y mendigos que fraternal- mente escarban los basureros. Eva la Loca intenta a dos manos abrir la puerta para lanzarse como en las películas. Todo es automático en este bólido, mi reinita, y el seguro está bloqueado. ¡Para, cabrón, abre la puerta!, grita. El chofer silba, tamborilea, obediente a las tumbas cubanas. El taxi, de vidrios oscuros, se enrumba como yate en aguas dormidas. En el redondel donde muere La Floresta, un grupo de jóvenes beben, guitarrean, se sacuden la noche. La Eva grita pidiéndoles ayuda, pero su voz casi hace burbujas como si gritara debajo del agua. Como si dentro del taxi sus chillidos y golpes fueran un chorro de pececillos devorados por el tiburón de la música.
*Fragmento de la novela Edén y Eva, que será presentada el día jueves 5 de septiembre, a las 19:00 en el Teatro Prometeo (Casa de la Cultura Ecuatoriana). Comentarán la obra los escritores Luis Borja y Edwin Alcarás; y un fragmento de la novela será leído por la actriz Rossana Iturralde.