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El Telégrafo
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Turismo familiar, otra forma de descubrir a Quito

Turismo familiar, otra forma de descubrir a Quito
07 de diciembre de 2014 - 00:00

Por: Makuteros- Family Run

¡Ya estamos en Quito! Hemos tardado más de 11 horas en avión desde Madrid. Un trago que con niños hubiese sido más arduo, si no tuviéramos ya muchas tablas en esto de viajar con nuestros hijos. Como sabéis, en estos casos es importante planificar con antelación el viaje y reservar los billetes de avión con tiempo suficiente para obtener un buen precio en los traslados aéreos, tal como hicimos hace unos meses. Los niños han viajado muy distraídos con los juegos portátiles del avión, las películas de dibujos, los teléfonos y las tablets. Durmieron a pierna suelta y llegaron al destino mucho más enteros que nosotros, los adultos. Nos duele todo. Superada la incomodidad de este primer traslado y con los primeros dolores de cuello y espalda, llegamos al aeropuerto internacional de Quito, Mariscal Sucre. Achacamos un poco la altura, con un ligero embotamiento y leve dolor de cabeza, que nos ha acompañado durante un par de días. Nada que no sea fácilmente ‘paliable’ con un Paracetamol.

Nuestro recorrido inicial en taxi nos ha evocado recuerdos de viajes anteriores a esta ciudad de eterna primavera, pero notamos ciertos cambios que, a priori, no sabemos determinar. Todo parece más ordenado, más limpio y más cuidado que 5 años atrás. ¿Es posible?, ¿a qué se debe? El conductor del taxi, Édgar, nos ha dicho que, en los últimos años, se hace más obra pública en Ecuador y que hay un cierto cambio de conciencia social. Hemos hablado también de la situación actual del país y sobre la crisis que ha repatriado, de España, a miles de compatriotas suyos con un futuro bien labrado y trabajado en la “patria chica”. Édgar, al igual que otros muchos ecuatorianos, retornó de España hace 2 años, pues la situación allá era insostenible y, por desgracia, todo lo ahorrado lo perdió en el sueño inmobiliario de comprar una vivienda. Después de hablar de esto se hizo un silencio que, lejos de ser incómodo, denotó la fustigación y empatía que compartimos con todos aquellos que, como él, se vieron atrapados por esa estafa tan antigua y repetitiva como son las crisis provocadas por “los mercados”. Mientras hablábamos de estos temas trascendentales Candela y Mateo no han parado de pelearse dentro del taxi. Será la excitación de la llegada.

Estamos alojados en pleno casco histórico de Quito. Visto ahora, así de día, mucho más espectacular, sin duda, que lo que recordábamos. Nuestro hotel es un pequeño alojamiento situado en las calles Esmeraldas y Guayaquil.

Se llama Casa El Edén. Nos han recibido sus propietarios Mario y Blanca. Tan familiares como encantadores. Nos tenían preparadas 2 habitaciones absolutamente preciosas que nos han hecho recordar aquellas suites de los hoteles coloniales de la Habana.

El edificio, de primeros años del siglo XX, ha sido completamente rehabilitado manteniendo toda la magia de una casa colonial quiteña.

Los niños soltaron sus mochilas y no paraban de corretear por todo el hotel, improvisado un laberinto de juegos. Gracias a Dios, Blanca y Mario han sido padres de familia, ahora ya con los hijos mayores, han entendido la excitación de Candela y Mateo y los han animado a descubrir las distintas estancias. Sin duda, esta pareja de propietarios son los mejores anfitriones que podríamos tener para nuestro aterrizaje en Quito. Hemos descansado un poco y, con su ayuda, hemos empezado a planificar nuestro recorrido quiteño.

Mientras nos dábamos una ducha, Candela y Mateo han localizado los canales de dibujos del satélite. Se morían de la risa con las voces latinas, tan distintas, de Bob Esponja y de Finn y Jake de Hora de Aventuras.  Miramos el reloj… es hora de comer quizás de cenar. El jetlag que arrastramos nos tiene un poco aturdidos con los horarios. Nos pilla de sopetón este anochecer temprano. Dejamos Madrid, en  pleno verano con la puesta de sol cercana a las diez de la noche. Aquí, en Quito, siempre amanece y anochece a las seis. Salimos a cenar, antes de que nos entre sueño y caigamos dilapidados en las camas. La diferencia horaria con España es de 7 horas, así que en breve todos notamos el cansancio.

Estamos muy cerca de la Plaza del Teatro, antiguamente era la Plaza de las carnicerías, ahora reconvertida en una zona de casas y mansiones señoriales presididas por el Teatro de la ópera. Picoteamos algo rápido allí. Los niños cabeceaban de sueño encima de la mesa. Los cargamos en brazos y volvimos al hotel… a las siete y media caímos todos en los brazos de Morfeo. Nos despertamos pronto y nuestra anfitriona, Blanca, nos explicó detalles sobre el casco histórico de Quito y su enorme transformación en los últimos años. Hemos devorado el riquísimo desayuno, plagado de detalles: bollería, fruta fresca, mantequilla arte sanal y mermeladas ecológicas. Lo que más les gusta a los peques es el huevo frito diario que es costumbre desayunar en Ecuador. “Hoy toca jornada maratoniana —les recuerdo—, así que alimentaos bien porque hasta la hora de la comida no habrá nada, ¿entendido?” Asienten con la cabeza. Nuestro primer día ha arrancado de una manera muy especial, con una entrevista en el propio hotel de la mano de una de una periodista ecuatoriana. Poco después nos dejó, volvió a plató y parte de su equipo nos acompañó a grabar otros planos, en lo alto de ciudad, en el Panecillo. Les dije a los niños: “Se llama así porque la colina tiene forma de pan, como el que os habéis comido con el huevo esta mañana…”

Con cara de incredulidad los peques asentían con la cabeza, pero no parecían muy convencidos con la explicación.  

Mientras Candela y Mateo, como auténticos profesionales, eran entrevistados, Sonia y yo recabamos planos y material para nuestra serie de televisión.

Con tanto ajetreo se nos pasó la mañana volando y se nos echó encima la hora de comer.

Acabada nuestra visita a El Panecillo, nos quedamos en el Mercado Central, donde teníamos previsto comer.

Ya sabéis cómo nos gusta comer en los mercados y, en este caso, ya conocíamos este tradicional lugar del centro de Quito. Lo hemos encontrado un poco cambiado, pero no tanto como para resultar irreconocible. Yo he vuelto a uno de mis lugares ícono, al puesto de las Corvinas de don Jimmy. De nuevo no me ha defraudado su ceviche y la corvina, uhmmm, riquísimos. Siempre que me preguntan por Quito recomiendo este lugar.

Con la barriga llena, hemos proseguido con nuestra agenda. Con una de las visitas más deseadas: la Basílica del Voto Nacional. Aun siendo relativamente moderna, pues fue inaugurada en 1988, su estilo neogótico es tan original como definitivo en la arquitectura ecuatoriana. Además, es de las pocas edificaciones eclesiásticas en el mundo que se puede visitar casi en su totalidad: criptas, torres, nave, cubiertas… como plan familiar no tiene parangón. Los niños, a pesar de los nervios que hemos pasado los progenitores por las empinadas escaleras y pasarelas que se cruzan, se lo han pasado genial recorriendo cada rincón. Mateo ha pasado un poco de miedo al llegar a la base de la Torre de los Cóndores, ¡105 metros de altura!, las escaleras para llegar arriba son casi verticales. Sonia se ha quedado con él esperando y hemos subido solos Candela y yo. Desde la cima las vistas de la ciudad son espectaculares. Se divisaba también El Panecillo. Desde las alturas, los niños, sí que han sido capaces de ver la forma de panecillo de la emblemática colina.

Finalizada nuestra visita cultural hemos puesto rumbo a un parque cercano para que los niños gastaran parte de su energía contenida. A última hora de la tarde teníamos una cita muy especial, impartir una clase sobre cómo viajar con niños. Sí, habéis leído bien, hicimos de profesores de la mano de la Asociación La Trueca con un nuevo concepto que va ganando adeptos en el mundo: el Trade School. Intercambio de clases, trueque de ideas y conocimientos. Nosotros impartimos una clase magistral sobre cómo organizar un gran viaje en familia y, a cambio, nuestros “alumnos” nos han obsequiado con fruta, chocolate, agua y dulces típicos ecuatorianos. Lo hemos pasado genial. Las muestras de cariño han sido cuanto menos inspiradoras y nos hemos sentido muy acogidos. Los niños, por otro lado, se han portado fatal todo el tiempo que ha durado la charla y les hemos tenido que llamar al orden bastantes veces. Terminamos rendidos a las ocho y media de la noche y de nuevo, el jetlag, nos consumió en un profundo sueño. En el tercer día en Quito, fuimos a la Mitad del Mundo. Ya sabéis que somos muy de movernos en transporte público, así que tomamos 2 autobuses. El viaje ha sido agradable y hemos aprovechado para contemplar los quehaceres diarios de la capital ecuatoriana.

La gente camina segura, en una economía estable con pleno empleo. Se nota que se vive un despertar económico donde el trabajo no falta y los negocios florecen, esto contrasta con la imagen de negocios cerrados y gente gris deambulando por Madrid. En una hora y media, llegamos a la rotonda donde se erige el monumento que separa, en 4 puntos cardinales, las distintas partes del mundo. No creo que haya ningún turista que visite Quito y no vaya a visitar la Ciudad Mitad del Mundo. Encontramos todo muy cambiando. Han abierto un museo, un parque, pabellones, zonas de restauración, tiendas,… Entramos en varias exposiciones. Vemos una enorme maqueta de la ciudad de Quito e instrumentos, como los sextantes, que ayudaron a los navegantes a triangular el rumbo para no navegar a la deriva. Al retornar al centro de Quito, nos refugiamos en Casa El Edén y pasamos un tiempo ordenando nuestro material gráfico, mientras nos preparamos para ir a cenar a la calle de La Ronda.

El hecho de viajar con los niños, hace que sea necesario mantener un ritmo lento de viaje, con descansos y con horarios laxos. Para todos aquellos que queráis descubrir otra forma de viajar en familia, os invitamos a ver nuestros videos de viajes, disponibles en el canal Makuteros, de YouTube.

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