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El Inga Palla, una de las fiestas sincréticas más importantes del Ecuador

Foto: Roberto Chávez/El Telégrafo
Foto: Roberto Chávez/El Telégrafo
30 de agosto de 2015 - 00:00 - Carlos Novoa

La mayor parte del año en Tisaleo, un pequeño cantón de Tungurahua, ubicado a 15 minutos de Ambato, el clima es frío. Usualmente las temperaturas allí fluctúan entre los 10 °C y 18 °C y el viento helado de los cerros andinos recorre a diario los caminos, viviendas, plazas y bosques del lugar.

Solo en unas pocas ocasiones el tiempo mejora notablemente, llegando a subir hasta los 22 °C, lo que para esta población de más de 12 mil habitantes representa la mejor oportunidad para cosechar sus productos agrícolas como papa, maíz, melloco, haba, arveja, chocho y ají, entre otros.

Uno de esos meses es octubre, en el que además se celebra una de las fiestas sincréticas más importantes del Ecuador, el Inga Palla. A esta celebración acude cada año un aproximado de 20 mil turistas de todos los rincones del país y de otras naciones.

Esta festividad se basa en un significativo acontecimiento que cambió la vida de los habitantes y la incondicional devoción a una santa, mezcla cultural y espiritual que desemboca en una programación llena de color, alegría, fervor y expresiones artísticas como danzas ancestrales, recitales religiosos, desfiles, degustaciones gastronómicas y la sin igual y multitudinaria recreación de una batalla libertaria del siglo XV.

En 2014 acudieron 19 mil personas a Tisaleo, entre el 15 y 25 de octubre, para ser parte de la fiesta. En otros años la cifra subió a 25 mil, por lo que este año se estima lleguen por lo menos 20 mil turistas.

El Inga Palla tiene como principales protagonistas a los niños y niñas del pueblo. Durante los actos religiosos los menores visten coloridas y singulares vestimentas y son transportados en pequeñas urnas de madera por sus padres. El vocablo ‘Inga’ es igual a la palabra Inca, y hace referencia a un emperador, mientras que ‘Palla’ hace alusión a la reina Paccha, princesa puruhá e hija de Cacha Duchicela, Shyri XV del Reino de Quito.

De esta forma los niños, quienes son representados como los reyes y reinas, son consagrados a santa Lucía, patrona del lugar y en cuyo honor allí se edificó, hace más de 50 años, un enorme templo. Cada año miles de tisaleños residentes en Quito, Guayaquil, Madrid, Nueva York, Milán y otras ciudades, llegan al cantón para agradecer los favores recibidos y hacer peticiones para el año próximo.

“La devoción a santa Lucía constituye la parte medular de la festividad pues se hace referencia a la llegada del cristianismo a la región. Además durante el Inga Palla se rememora la hazaña del cacique Tisaleo, héroe puruhá, quien en 1534 al mando de 12 mil hombres, impidió que 200 españoles y 11 mil cañaris avanzaran a Quito para robar los tesoros de la ciudad”, dijo Pedro Reino, cronista de Ambato.

Esta mezcla tan singular —agrega el historiador— da como resultado una explosión de alegría, fe y color, “pues la gente celebra simultáneamente el coraje y la valentía de su pueblo y la providencia divina”.

Pese a que en el lugar solo existen 2 hoteles, los visitantes llegan masivamente a partir del 10 de octubre. Debido a la cercanía con Ambato, los turistas suelen quedarse en sitios de hospedaje de esta ciudad.

Los eventos más importantes del Inga Palla son la representación de la batalla entre españoles y tropas indígenas y la lectura de poemas a santa Lucía. El primero tiene lugar en el sector conocido como El Relleno, ubicado a 10 minutos del centro poblado.

Allí cerca de 300 guerreros, comandados por el capitán del pueblo, quien varía cada año y debe ser un personaje destacado, recrean los esfuerzos de los indígenas puruháes para evitar que los pelotones ibéricos y cañaris incendien Quito, roben su oro y maten, violen y ultrajen a su población.

“Es un honor ser elegido como capitán de pelotón. Cada año se elige al afortunado que dirigirá la representación bélica que se ha convertido en una verdadera atracción para propios y extraños. Además es una singular forma de demostrar nuestros orígenes y arraigar el amor a nuestra tierra”, menciona Segundo Guamán (63 años), quien el año pasado ostentó este cargo.

El día de la celebración desde muy temprano ambas tropas, invasores y guerreros indígenas se alistan en sus casas para la batalla. Allí se visten con ropa de la época, pintan sus rostros, equipan con armas ficticias del siglo XV y brindan por la oportunidad de participar un año más.

A continuación se alimenta y prepara a los caballos, animales sobre los cuales ambos bandos llegan al lugar de la confrontación. Como si se tratara de una guerra real, los espectadores ríen, gritan, aplauden y vibran con la llegada de los aguerridos tisaleños que representan a los indígenas.

“Se debe llegar temprano para observar el espectáculo desde un sitio seguro y cómodo. La representación es tan fascinante que en 2011 fue reconocida como Patrimonio Cultural Intangible del país, por parte del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador”, manifiesta Rodrigo Garcés, alcalde de Tisaleo.

La venta y consumo de licor están prohibidos durante este evento, razón por la cual fue designada como una de las festividades más seguras del centro del país. “La vigilancia policial es constante. Esto nos da la tranquilidad de pasear por calles libres de delincuencia y ebrios”, agrega el burgomaestre.

Una vez en el sitio de la confrontación, las primeras en aparecer son las tropas de conquistadores, mostrando sus armas y al grito del capitán. Toman posesión en la explanada y cuando se ubican en posición de batallas, aparece el ejército de héroes locales, montando a los elegantes y soberbios caballos.

Pese a que la mayoría de espectadores saben que la confrontación es simulada, varias personas que miran el espectáculo por primera vez aseguran que resulta difícil creer que sea tan solo una representación. “La pasión y entrega de los protagonistas impresiona. Demuestran con sus movimientos, gritos y cabalgatas, que están orgullosos de sus raíces y que aman la herencia guerrera del capitán Tisaleo”, señala Martina Salavarrieta, turista quiteña.

El espectáculo se divide en 2 partes. La primera tiene lugar en la mañana, a partir de las 10:00. Después los combatientes toman un descanso en sus hogares. Allí se prepara una fiesta, en la que se recibe a las tropas con aplausos, silbidos y más muestras de júbilo.

Los combatientes, que muchas veces son además priostes de la celebración religiosa, comen y beben. Tras un descanso de 2 horas, los ejércitos regresan al campo de batalla para recrear el triunfo de los héroes indígenas sobre las tropas invasoras. Una cortina de polvo, levantada por los cascos de los caballos y los últimos rayos solares colándose por las montañas, despiden a los espectadores, quienes se apresuran a ir a la plaza del pueblo para asistir a las declamaciones y veneraciones de infantes a santa Lucía.

Mientras los combatientes y visitantes van a la puerta de la Iglesia, ubicada frente a la plaza principal, los devotos de santa Lucía engalanan la calle con pétalos de rosas y multicolores cintos devocionales. Un par de cánticos y oraciones dan inicio al declamatorio devocional. Los niños y niñas, protagonistas de la celebración a la patrona del cantón, son transportados por sus padres en urnas de madera, en hombros, hasta el atrio de la catedral. Los niños, vestidos con trajes blancos, sacan de sus bolsillos unas pequeñas hojas con poemas, versos, estrofas y poesías a santa Lucía.

La lectura del último poema marca el fin del acto de fe y da paso a las alegres, coloridas y bulliciosas danzas ancestrales que anteceden al espectáculo pirotécnico. A continuación en una de las esquinas del parque se encienden los voladores, petardos, lluvias luminosas y demás atracciones pirotécnicas, que engalanan el cielo y anuncian a poblaciones cercanas el estado de fiesta mayor de Tisaleo.

La celebración no termina allí. Cada prioste y jefe de hogar invita a los visitantes a acudir a sus casas, donde bandas de pueblo, orquestas y disco móviles ofrecen música para que los turistas puedan bailar toda la noche, y además comer, beber, descansar y dormir.

En este evento también está prohibida la venta y consumo de licor.

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