La noche televisiva de los ecuatorianos de por sí ya era patética. A los romances inventados y absolutamente circenses de esas siglas sin sentido: BLN, se sumaba el aburrimiento en el que ha caído Combate, siendo ese reality -todavía- lo más soportable del apocalipsis prime time AAA. Olvido mencionar al insufrible reality docu -drama también llamado Soy el mejor, quien con Gabriela Pazmiño ya era malo (me refiero al contenido).
Sin ella en la conducción, el programa nocturno de TC (y barato no debe ser) debe morir irremediablemente. Hace poco lo que vi, no sé si era la peor broma, o un chiste cruel contado visualmente: El coreógrafo Juancho estaba calificando canto a una concursante algo madura, de buena voz, que daba brinquitos mientras cantaba sobre una especie de pileta. Dos bailarines contratados brincaban y se sumergían en esas aguas sin hacerle menor caso a la señora, quien para colmo fue cuestionada por un panel.
Ya eso era el fin. Pero no, faltaba Teleamazonas, tan lindo el canal, yo no me lo pierdo. Luego del éxito de Yo me llamo, pensaron en grande, por qué no, y han adquirido la franquicia de La Voz. Buena idea. Aplausos, así sean grabados.
La escenografía y ambientación es bastante buena. Pero por allí no es el problema de plano. Tienen un estudio grande que saben sacarle el provecho debido. La alfombra roja y la previa estuvieron dentro de lo previsto.
El programa lamentablemente no engancha. La Voz Ecuador tiene el mismo problema del reality anterior de baile de ese canal: Pésimo casting, mala edición. Y los jueces, desconectados entre sí, sin emociones. Sin un perfil de personalidad definido. No se trata de pararse a abrazar al concursante. Esa acción denota algún sentido que erice la piel. Los coaches de La Voz, son insoportables, por planos.
Marta Sánchez luce cansadita, como aburrida, me da tanta ternura, soroche debe ser. Urge que la abracen, que le den un tecito, quizás darle palabras de ánimo. De la chica Olé Olé solo quedan unos posters.
Jerry Rivera es Jerry Rivera. Él llega se sienta en el trono y ya está. Extrañamente Daniel Betancourt, que debe ganar el sueldo más bajito, es el que enfila más en el show, que cada noche es menos show. Daniel luce feliz, es lo mejor que en la vida le pudo haber pasado. Y Coqui Villamizar, después de Tabaco y Chanel, lo hemos echado de menos. Constanza Báez para las menciones comerciales, nada más. Merecía una mejor entrada a la TV.
Carlos Luis Andrade hace su mayor esfuerzo, pero como en el salón de clase, si uno bosteza, el resto se contagia.
En Quito los primeros días de transmisión el reality La Voz Ecuador tenía una encarnizada lucha con la serie La rosa de Guadalupe, de GamaTV.
La Voz debe ser el reality más caro de la TV ecuatoriana. En Guayaquil tienen hasta hoy al menos, la batalla perdida. Y no es con Soy el mejor la guerra. Es con su fantasma también llamado La rosa de Guadalupe.
No pienso agregar más, juzguen ustedes. Aunque sin duda algún acomedido usará el micrófono de un programa de chismes para rebatir lo que aquí se expone. Tengo argumentos para responder. Los programas de TV en general se están conformando solo con ser tendencia en Twitter y tener miles de seguidores en Instagram. Ojo, eso no significa audiencia televisiva. Eso apenas significa que algunos les hacen like sin ni siquiera saber de qué se trata, o de sintonizar el espacio.
Susana, la reina
Susana Rivadeneira se pasó de linda y eficiente en su evento Designer Book, que es una pasarela que muestra al mundo a los creativos textiles ecuatorianos. Dentro de pocas semanas se reprisa en Quito y todos aplaudimos la hora de nuestros diseñadores, que no tienen ningún favor que pedirle a los extranjeros. ¡Bien por ellos! (O)