El Telégrafo
Ecuador / Sábado, 23 de Agosto de 2025

Caminando

Click

Ahora camino mucho, voy de aquí para allá usando mis piernas, un paso tras otro, a veces despacio disfrutando el verano, quemándome con el sol canicular; otras veces rápido gastando suela, sudando todas las gotas, gordas, flacas, de a chorro, esa humedad que como rocío matinal se te instala en el labio superior, te moja la nuca, hace parkour saltando desde la punta de la nariz hasta la barbilla, rueda por las sienes y marca con piscinas debajo de las axilas.

Pero camino, eso es lo importante y me doy cuenta de que el acto de caminar es un prodigio, una bendición de Dios, un regalo de la evolución del que pienso no estamos del todo conscientes, ya que pensamos que caminamos porque sí, porque es gratis, porque es algo que sucede. Pero no es así, no siempre sucede. Por eso amo los pasos que doy y vivo agradecido por poder darlos sin reparos ni trabas o tropiezos.

Caminar supone toda una actitud, es un acto social de valientes, porque se sabe que vas a ir topándote con mucha gente y tú vas a estar enternado con un maletín en la mano, o con un vestido escotado con tus pechos bailando, o apuradito con zapatos de caucho, casi corriendo de un banco a otro banco; por eso, para caminar, hay que asumir un rol, marcar el paso, poner una cara. A propósito, ¿qué cara ponen ustedes cuando caminan? Algunos llevan la propia, la única que tienen mientras que otros sencillamente se ponen careta.

Careta de bravos casi todos, serios, ceño fruncido, nariz arrugada, vista desconfiada, lentes empañados, pestañas pegadas con lagaña, máscara de angustia, cara de sed, frente caliente, ojos de tiburón muerto si van despechados, mirada lánguida y de ternero con turno en la tercena si andan enamorados.

Caminantes van tomados de la mano, haciendo fregado pasarlos por un lado entre la vereda, la calle y la buseta que se tira a buscar pasajeros; peladitos corriendo sin mayor reparo llevando amarrada con una cadena de travesura a su madre detrás que grita: “¡Cuidado te aplasta un carro!”.

El enamorador también camina queriendo tener algo con todas, nalguear a las rabonas y agarrar por la nuca a las oficinistas uniformadas y cobrarse un beso en la boca, salir corriendo y estrellarse contra el puño del novio de la piernona, se soba el ojo, avanza dos cuadras se cuaja de risa y agradece a los buenos soles y fuertes calores por los lindos shorts.

Pocos fuman, pocos beben, pocos comen, no hay tiempo o nos ganó la mente el asunto de estar sanos y sentirnos vivos, estoy seguro de que cuando ya nadie fume, nadie beba y nadie coma este mundo se acabará hasta que la siguiente generación que reniegue de sus padres logre parecerse más a sus abuelos y salve a la humanidad.

Camino, todos los días camino y me siento feliz. No me enojo por la cantidad de taxis amarillos y de los otros que me pitan y me dicen gordo; no guardo ni plata, peor voy a estar guardando rencor. Después de todo, estoy consciente de que antes los genios eran un lujo, pero ahora son un exceso.