Escena que se desarrolla en el restaurante “La sazón de la nana Mirna“, por Sauces 8, Guayaquil, entradita ya la noche.
Mirna me sirve la delicia que me sabe a Nochebuena, sobre un plato de florcitas azules (...): moro de garbanzos y carne frita. Aquello de la vida light es algo de otro planeta.
Ni a ella le conviene que yo me interese en algún tipo de dieta, ni a mí tampoco. Seca sus manos en el delantal blanquecino y con desdén exclama: -Es que ya quiero que se acabe este Mundial oiga. Bebo de un solo sorbo la a veces prohibida cola negra que heladita se convierte en uno más de mis tantos pecados realizados a conciencia.
El Mundial entonces no es un negocio para todo el mundo. Para Mirna menos que nadie.
-La gente consume menos oiga y no sé por qué mismo, dice casi gritando.
Ante toda revelación económica- deportiva yo ingiero porciones cada vez más grandes de este arroz amarillento que ya me lo envidiaría el mismo Neymar.
- Mirnita no le creo (le digo sin aflojar bocado), la gente ha de venir a ver acá los partidos y consumen, haga publicidad le digo sin dejar de lado mi espíritu innato de revistero.
- Oiga para 4 mesas que tengo qué publicidad voy a hacer, sí asimismo es que la gente se ha quedado en las tardes en sus casas viendo esos partidos. Ya al fin se acaba este Mundial..., dice mientras retira el plato que 8 minutos antes tenía - ya lo dije -un suculento arroz con garbanzos y carne frita. Agrego a todo esto que soy el único comensal. A lo lejos se escucha a Bonafont y a Vito augurando que la final de la máxima cita del deporte será de infarto. Mirna lanza un psssssss.
Escena que se desarrolla en la esquina de La Monjas y la Víctor:
-Me llamo Lupo porque mi padre me puso así, ya que había un jugador pero era un jugador templado, ese no se escondía ni era figureti... no le corría a nadie y nunca pudo ir a un Mundial, porque Ecuador no clasificaba nunca, pero ese man no era interesado en premios ni nada porque decía mi papá que antes no es que había tanto negocio sino que uno jugaba por el amor a la camiseta, más claro, por el amor al equipo, o sea al Emelec, y por el país.
Lupo tiene 34 años y 5 hijos, vive en la Trinitaria. Su padre falleció hace poco de un infarto dos días después de que Emelec quedara campeón 2013. Lupo tiene su negocio de venta de camisetas de la selección nacional, gorras con la bandera del Ecuador y pósters. - Me va bien, no me quejo, me gusta ser independiente, si me salen trabajos “full “, yo soy bachiller Qui-bio y ya mismo quiero empezar la carrera de bartender. No me gusta tener jefes, o sea por eso es que me ve de ambulante con todo esto, pero amigo yo acá me hago hasta 100 dólares diarios pues cuando juega el equipo o la ‘Tri’, lo que sí me da coraje es que a la selección la hayan barajado tan rápido, yo creo que no le pusimos ñeque, diga, y yo salgo perdiendo porque me quedé varado con 200 camisetas de la selección, yo pensé que llegaríamos a octavos, mejor que se acabe rápido este Mundial. Ya compré como 100 camisetas de Barcelona, de Liga de Quito y de Emelec...
Y el Mundial se acaba, y no todos eran tan felices...