El Telégrafo
Ecuador / Martes, 02 de Septiembre de 2025

@hpaulcordovav

La alternativa no radica en establecer procesos electorales para elegir a los jueces constitucionales, como tampoco en que cada una de sus decisiones se adopten por encuestas. El desafío es reclamar el papel popular de la Constitución: porque ella representa a la sociedad, y no los jueces que son elegidos en las urnas o con otro tipo de procesos de selección.

La vuelta de la Norma Máxima a los individuos comunes consiste en discutir públicamente la actuación de sus defensores temporales: los jueces. Pero, esos debates deben sustentarse a partir de las razones que expongan sus defensores permanentes: nosotros.

La recuperación popular de la Constitución gravita en reconducirla de dirección: de los extravíos zigzagueantes y dudosos de los juzgadores a los cauces de la divulgación constante en la esfera pública por recobrar su sentido propulsor de los avances socio-jurídicos.

Las políticas constitucionales deben ser políticas deliberativas y promovidas por la comunidad.

Deconstruir las fuentes sincrónicas y diacrónicas de la Carta Suprema es reconstruirla desde los ámbitos de los ciudadanos comunes para rehacerla como pacto fundante de la democracia constitucional. La progresiva intensificación del ámbito público constitucional debe alimentarse de las opiniones y disensos que pueden aportar esos comunes.

Volver la Constitución a los individuos es ampliar la legitimación de su poder político desde abajo para escuchar los argumentos de la sociedad sobre las extralimitaciones y excesos de los intérpretes normativos. Redescubrir las rupturas para el cambio social que puede favorecer la norma es volver a sus raíces: sus mandantes.

No se trata de desconocer la legitimidad de los jueces constitucionales, ni entorpecer sus labores.

El proyecto es dotar de más y mejores razones a su actuación desde los campos populares. El desafío es vigorizar la genealogía popular del texto para que las aspiraciones sociales movilicen la agenda pública y posicionen sus prioridades. Poner la Constitución en la permanente discusión de la sociedad es fortalecer las cláusulas de protección de los derechos y la democracia constitucional como causas públicas.

Se trata, desde luego, de integrar la Constitución a la vida cotidiana mediante discusiones públicas horizontales y abiertas, sin caer en visiones totalizadoras. Captar los rostros profundos –para que sean parte de los debates- es un intento por definir las particularidades locales y diversidades culturales que demandan otras lecturas del texto iusfundamental para propiciar intervenciones múltiples que las articulen y materialicen su modo de existencia, pero desde otras respuestas provenientes de aquel texto.

Ello así, porque estas nuevas modalidades coadyuvarán a precisar los rasgos constitucionales distintos que revelen un estado de cosas que la ciencia constitucional aún no ha logrado descifrar. Ciertas clasificaciones rígidas, en materia de interpretación constitucional, no son suficientes para explicar los campos de batalla en que se mueven las sociedades recientes; y, menos todavía, cuando se convierten en cajas de resonancia del poder político. (O)