El Telégrafo
Ecuador / Jueves, 21 de Agosto de 2025

Violencia carcome a Sudán del Sur

La independencia no ayudó al país más joven del planeta. Conflictos étnicos han generado una crisis humanitaria sin precedentes, advierte la ONU.

“Nosotras las mujeres no nos atrevemos a volver a casa por la noche porque nos exponemos a que los soldados nos ataquen o nos violen”, afirma la sursudanesa Catherine Atanasyo. “El caso de los hombres no es de lo mejor tampoco, a ellos les espera la muerte”.

Al igual que otros 25.000 sursudaneses de la región de Wau, una localidad del noroeste de Sudán del Sur, esta mujer se ha refugiado en un campamento de la ONU, abierto hace dos meses. Huía de una oleada de violencia étnica en esa parte del país más joven del planeta.

“Mi casa se encuentra a dos pasos, pero aquí es más seguro gracias a la protección de las fuerzas de la ONU”. A su alrededor pululan los refugios improvisados con bambú y lonas blancas cubiertas de polvo rojizo.

“Se puede salir por el día. De hecho vi cómo saquearon mi casa. Por la noche, no, es demasiado arriesgado”, añade, refiriéndose a los dramas ocurridos en los caminos cercanos al campamento.

Un niña de 13 años fue violada cuando iba al colegio y también murieron hombres debido a los combates.

Crisis humanitaria

Su país se independizó de Sudán en 2011, tras décadas de guerra, pero apenas dos años después volvió a sumirse en la violencia.

Desde diciembre de 2013, decenas de miles de sursudaneses murieron y otros 2,5 millones tuvieron que huir de sus casas.

Todas las partes implicadas en el conflicto cometen crímenes y, además, casi 5 millones de personas del nuevo país, o sea un tercio de la población, se enfrentan a una inseguridad alimentaria sin precedentes, advierte la ONU.

“La independencia fue una mala idea, solo se benefició una tribu, los dinka”, la principal etnia del país, la del presidente Salva Kiir, lamenta suspirando Atanasyo.

La guerra en Sudán del Sur opone las tropas de Salva Kiir a las del exrebelde Riek Machar (de la etnia nuer). A esto se añaden fuertes tensiones étnicas en los 4 costados del país.

En la región de Wau, los fertit acusaron a los dinka de marginarlos. Estas presiones han degenerado a finales de  2015 en conflictos que culminaron en junio en una espiral de violencia.

No se sabe cuántas víctimas hay hasta la fecha debido, entre otras cosas, a la limitación de los movimientos de los cooperantes, impuesta por el ejército de Salva Kiir. En el campamento de desplazados, muchos afirman haber perdido, al menos, a un ser querido.

“Los soldados llegaron a casa el 24 de junio, mataron a mi hermano que era policía y lo saquearon todo, mi moto, nuestras ollas, nuestras camas”, relata Adam Umong, de 32 años, junto con otro de sus hermanos, Georges, herido de bala en una pierna durante el incidente.

“Georges ha dejado de hablar por la conmoción”, dice este hombre, apoyándose en el hombro de su hermano, que no pronuncia palabra alguna y tiene la mirada perdida.

“No es la independencia con la que habíamos soñado”, protesta Adam Umong. “Los líderes actuales deben irse, llevaron al país a su perdición. Salva Kiir no es nuestro presidente”. (I)