Tras la vigencia de la Ley 108 la política quedó atada al paradigma de la “guerra contra las drogas” creado por Richard Nixon. El mantenimiento de este duro orden legal no disminuyó el consumo de drogas ni tampoco las incautaciones de sustancias sujetas a fiscalización. Las instituciones a cargo de la prevención también han visto deteriorar sus competencias frente a la centralidad de lo penal, desplazando su enfoque desde lo social al campo de la seguridad pública. La edición 440 del Enlace Ciudadano no fue la excepción. Aquí el presidente Rafael Correa rompe con la coherencia generada a partir de los siete grandes pasos que posicionaron a la política de drogas como contrahegemónica: el indulto a las “mulas del narcotráfico”, la prohibición de criminalizar a los consumidores desde el Art. 364 de la nueva Constitución, la no renovación del Puesto de Operaciones de Avanzada de los EE.UU. en Manta, la renuncia al ATPDEA, la construcción de umbrales (tablas) para no criminalizar el consumo de forma fáctica; y la reducción de las penas a los pequeños traficantes en el COIP.
La decisión de volver a una línea de “mano dura” se origina en el inusitado consumo de la “H”, una especie de heroína compuesta (impura, diluida o adulterada) que presenta graves riesgos de neurotoxicidad. Sin embargo, se infiere que este problema se origina en la reforma que redujo las penas, aunque no exista evidencia sólida que relacione la dependencia de su consumo con las acciones de los microtraficantes de heroína a partir de su posible impunidad en el sistema penal, probablemente porque: i) la droga que más se incauta no es la heroína, es decir, la estrategia aún no ha focalizado su reducción del mercado; ii) no se conoce de la desarticulación de una organización criminal dedicada al tráfico de heroína, al menos en cuanto a sus líderes, estructuras o redes involucradas en el comercio de la “H”; y iii) los mayores detenidos por microtráfico no están por heroína, sino por otras sustancias como pasta base de cocaína o marihuana.
Por otra parte, debemos reconocer que la línea entre el microtráfico y el consumo es más tenue. Al estar vigente los umbrales para el consumo, la cantidad que una persona puede poseer de heroína es de 0,01 gramos; el máximo del parámetro que ahora sirve para considerar la existencia del tráfico a mínima escala. La peor parte se la lleva la marihuana, pues lo que es el umbral para el consumo en Colombia es el techo del tráfico a mínima escala en Ecuador como delito, es decir 20 gramos. Fueron desplazándose del debate público los problemas por el consumo de heroína para señalar ahora al microtráfico en general como el culpable. Así, a un año de la reforma que racionalizó la Ley 108 la política toma un giro punitivo. Con ello,
Ecuador atraviesa uno de los episodios más contradictorios, desmantelando una reforma que rechazó el paradigma fracasado de la “guerra contra las drogas”.
La estrategia nuevamente es “darle duro a los débiles”, como bien lo ha señalado Ernesto Samper al observar el caso latinoamericano. El incremento y la acumulación de las penas suponen restablecer el orden perdido en las patologías urbanas que ahondan en señalar a la venta minorista y al consumo de drogas como el principal problema social. De ahí que la cárcel se proyecta como el justo equilibrio y la única opción política del momento, aunque no haga más que trasladar de espacio a los mismos marginalizados que vieron en la economía informal la solución al desaparecido trabajo asalariado, aquellos que seguirán siendo reemplazables para el sistema por ser precisamente los más débiles.
A puertas de cumplirse 100 años del paradigma represivo expresado desde la primera ley antidrogas de 1916 en Ecuador, comienzan a agudizarse sus contradicciones. El debate del último eslabón legislativo sobre el fenómeno social de las drogas terminó por contaminarse de lo punitivo, cediendo a la cárcel lo ganado en la política. El castigo fue más importante que la prevención. Sus actores entonces no aprendieron de las lecciones del pasado, conminándonos a repetir nuestras dolorosas experiencias por otros 100 años. (O)