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Richard Chase, el vampiro que bebía sangre para sobrevivir

Richard Chase, el vampiro que bebía sangre para sobrevivir
18 de octubre de 2013 - 00:00

Desde muy joven Richard Tranton Chase fue conocido por su conducta psicótica con rasgos de apatía y constante agresividad.

Desde los doce años, Chase sufre las constantes peleas de sus progenitores. Su padre, alcohólico, no escatima insultos y violencia contra su esposa, quien lo acusa de querer envenenarla, además  de ser un drogadicto y borracho. Diez años duran esas peleas. Este escenario termina en divorcio y su padre vuelve a casarse poco después, pero para entonces toda la situación de violencia ha marcado profundamente la psique del joven. Su único desahogo fue escribir un diario, que llevaría por años.

Para 1969, cuando tenía 19 años, Richard Chase consigue un empleo en el cual dura algunos meses. Después de que lo despiden solo encuentra trabajos de un par de días. Consigue ingresar a la universidad, pero no puede concentrarse en los estudios ni soportar la presión social de la vida universitaria y abandona la carrera casi enseguida.

ASESINOS, CUANDO MATAR
SE CONVIRTIÓ EN PLACER

Un asesino en serie es alguien que quita la vida  a tres o más personas y cuya motivación se basa en la satisfacción psicológica que obtiene con el acto cometido. Estos criminales responden a una serie de impulsos psicológicos, especialmente por ansias de poder y compulsión sexual
A los veintiún años Chase se va de casa para compartir piso con unos amigos. Allí, continuamente drogado, su estado mental se deteriora aceleradamente: empieza a obsesionarse con la idea de que una organización criminal trata de acabar con él. Para protegerse, clava con tablas la puerta de su habitación, entrando y saliendo de ella por un pequeño agujero que hace en el fondo de un armario de pared.

Duerme poco y mal, vigilando constantemente para que no lo atrapen los “sicarios” cuando por fin lleguen. En su diario escribe: “A veces oigo voces por teléfono. Ignoro qué voces. Amenazas. Suena el teléfono y alguien me dice cosas extrañas: que mi madre me envenena poco a poco y que me voy a morir. Me siento observado. Sé que alguien me vigila…”.

Declaraciones como estas son atribuidas a Chase, un asesino diagnosticado esquizofrénico paranoide tras disparar, apuñalar, descuartizar, y beber la sangre de 6 personas en 1987, ganándose el apodo de “El Vampiro de Sacramento”.

Para 1972, a la edad de 22 años, es arrestado por conducir ebrio. Se asusta tanto que deja de beber: nunca vuelve a probar el alcohol.

Un año después, durante una fiesta, Chase intenta tocarle los pechos a una chica que no se lo permite, se inicia una gresca y Chase saca una pistola calibre 22. Los demás invitados lo reducen hasta que llega la policía. Una fianza de 50 dólares le permite salir en libertad.

“Si devoré a esas personas fue porque tenía hambre y me estaba muriendo”, se leyó en su diarioIncapaz de tener trabajo, sus padres lo mantienen económicamente y vive a veces en casa de uno y a veces en casa del otro. Poco tiempo después, Chase se afeita la cabeza y acude asustado al médico, alegando que su cráneo se está deformando poco a poco y los huesos le agujerean la piel. También dice sentir que se muere porque alguien le ha extraído la arteria pulmonar, y nota que su sangre no puede circular.

En busca de alivio se inyecta sangre de conejo en las venas. Chase es internado en un hospital psiquiátrico, saliendo al poco tiempo, pese a la opinión de algunos médicos que lo consideran peligroso.

Una vez libre, deja de tomar la medicación y su conducta comienza a empeorar. Chase se convence de que su sangre se está convirtiendo en polvo y que necesita sangre fresca para sobrevivir. Nuevamente se inyecta y bebe sangre de conejo, tragándose además las vísceras de los animales. Al poco tiempo cae enfermo y los médicos, tras percatarse de su obsesión por consumir sangre, lo internan diagnosticándole esquizofrenia paranoide.

En el juicio alega que unas  voces de seres extraterrestres y otras criaturas lo acosaban,obligándole a matar...En el manicomio, Chase emula al personaje de Renfield que aparece en la novela Drácula, de Bram Stoker, y se dedica a cazar pájaros, a los que les arranca la cabeza a mordidas para beber su sangre.

En su diario comenta sus acciones meticulosamente, habla sobre la forma en que mata animales pequeños y describe el sabor de la sangre, menciona: “Mi sangre está envenenada y un ácido me corroe el hígado. Es absolutamente necesario que beba sangre fresca”.

En 1977, de nuevo en la calle, comienza a secuestrar a numerosos perros y gatos, a los que decapita, descuartiza y bebe su sangre mezclada con Coca Cola. Luego ataca vacas y ovejas en el campo para beber su sangre. En una ocasión Chase discute con su madre, e incapaz de controlar la ira, toma el gato de la casa y lo mata. Días después va a la perrera municipal, compra 2 canes por 15 dólares y los asesina para beber su sangre.

Su padre intenta acercarse a él, pero es inútil, Chase está totalmente demente. No puede pensar en otra cosa más que en el ficticio deterioro de su cuerpo.

Chase está convencido de que a causa de la supuesta falta de sangre su estómago se está pudriendo, su corazón disminuye de tamaño y sus órganos internos se desplazan en su interior. En su mente, se trata de una metamorfosis que lo transformará en un vampiro humano.

Cuando llega a los 28 años Richard Chase decide que es hora de practicar sobre otros blancos. Está enloquecido: necesita beber sangre y ya no queda satisfecho al conseguirla desangrando animales. Ha llegado a la conclusión de que es un vampiro, así que inicia una cacería humana.

A esa edad comienza una serie de crímenes. Tras adquirir un revólver calibre 22 mm, disparó  sin motivo alguno contra Ambrose Griffin, de 51 años,  que se convertiría en la primera de sus víctimas. Luego, irrumpe en residencias y mata a Terry Wallin, de 22; Evelyn Miroth, de 36; Jason Miroth, de 6; Daniel  Meredith, de 52; Michael Ferreira, de 4.

Todos los crímenes, cometidos al azar, estuvieron marcados por un rito lleno de violencia, tortura y canibalismo, los cuales fueron documentados por la Policía de Sacramento, como fue el de Terry Wallin, con el que la ciudadanía estadounidense se conmociona.  

Wallin, con tres meses de embarazo, se encuentra sacando la basura cuando Chase la obliga a entrar en la casa; una vez adentro le arranca la sudadera, el pantalón y el sujetador, y después le dispara dos veces; aún viva, le abre el vientre para arrancarle los intestinos, y los esparce cuidadosamente por el suelo. La mujer no deja de proferir alaridos de dolor, cuando le mete un cuchillo en uno de los pechos y retuerce la hoja dentro de la herida; ella muere entre espantosos dolores. Luego le extirpa el hígado, el diafragma, un pulmón y los riñones, colocándolos encima de la cama.

El asesino golpea varias veces el cuerpo sin vida y después va por un vaso a la cocina para dedicarse a beber la sangre fresca y caliente de la mujer. Mastica algunos trozos de vísceras y devora parte de los órganos internos; se pinta además el rostro con la sangre. Como toque final a su obra, defeca sobre la boca y el vientre abierto del cadáver, y abandona la casa, satisfecho.

La Policía inicia la búsqueda del asesino, mientras los periódicos lo bautizan como “El Vampiro de Sacramento”. Tras ser detenido y enjuiciado, en 1979, es condenado a pena de muerte, aunque su ejecución no se da porque Chase se suicida en su celda con una sobredosis de antidepresivos en diciembre de 1980.

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