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Preso en españa a donde viajó luego de salir de la cárcel en ecuador

“Monstruo de Machala” asesinaba mujeres y luego las violaba

“Monstruo de Machala” asesinaba mujeres y luego las violaba
11 de abril de 2014 - 00:00 - Redacción Justicia

Casi 5 años Gilberto Chamba Jaramillo mantuvo en vilo a la ciudad costera de Machala, en la provincia de El Oro, donde asesinó a 8 mujeres, de entre 14 y 22 años, todas estudiantes. Su trajín criminal empezó en 1988 y terminó en 1993 cuando finalmente fue apresado, luego de que una trabajadora sexual, a quien intentó ultrajar y logró escapar, denunció al asesino.

En 1988, tras salir del Ejército donde alcanzó el grado de cabo primero, este hombre delgado y de aspecto sencillo adquirió un taxi; el cual usó para abordar a sus víctimas a las que sorprendía cuando caminaban solas, generalmente con dirección a la universidad o al colegio.

El primer crimen lo cometió a mediados de 1988, como todos los días salió a trabajar en su carro de alquiler, cerca del centro de la ciudad interceptó a Cecilia C., que no superaba los 22 años, enseguida gracias a su facilidad de palabras la convenció de que subiera al automóvil, incluso la invitó a comer una sandía, que la ingenua muchacha aceptó pensando que no había malicia en el hombre de ojos pequeños, que parecía amable y no dejaba de hablar.

Luego condujo hasta una casa abandonada, donde paró y le ofreció a la muchacha una cadena de oro y dinero a cambio de mantener relaciones sexuales. La propuesta fue rechazada de plano por la joven lo que enfureció a Gilberto, quien agarró un pedazo de vidrio puntiagudo y lo hundió con fuerza en el estómago de la chica a la que volvió a atacar con el filoso objeto hasta que dejó de existir.

No conforme con haberla asesinado el desquiciado hombre la desnudó y ultrajó el cadáver, varias veces hasta que sació sus impulsos necrófilos, después se limpió y dejó escrito en la pared de la vivienda el nombre de su víctima y un cordón amarillo inaugurando lo que después sería su costumbre.

El cinismo de Gilberto llegó a niveles nunca antes vistos ya que tras su primer crimen acudió al velorio de la mujer que había asesinado días antes, incluso se presentó como amigo de la chica y le dio sus condolencias a la familia, por lo que algunos de los dolientes lo consideraron amigo.

Con esta misma rutina volvió a sorprender a Rosa B., estudiante universitaria, a quien sedujo cuando caminaba de regreso a su casa. La chica igualmente no sospechó nada, ya que, incluso, el hombre vestía de militar.

Pero cuando logró que se subiera al taxi la llevó hasta el mismo sitio solitario de su primera víctima, donde la estranguló y violó. Esta vez su sadismo escaló nuevamente a niveles insospechados, ya que empleó una especie de bastón para atacar las partes íntimas de la mujer.

“Yo las violaba después de muertas, esa era mi satisfacción personal. Soy culpable”.

Aparentaba ser  tranquilo y educado; y acudió a los velorios de sus víctimas con pesadumbre.
De la misma manera, acudió al velorio sin que nadie sospechara que el criminal, que se presentaba como una persona gentil y educada, en realidad era un asesino desalmado.

La noticia de los terribles asesinatos alarmó a la ciudadanía, la Policía implementó un equipo especial que no daba con el asesino que siguió actuando varios años más en los que mató y ultrajó a dos niñas, de 14 y 16 años, y 4 jóvenes más.

Las actividades de este individuo llegaron a su fin cuando intentó atacar a una mujer que laboraba de prostituta a quien interceptó en la calle, pero gracias a que era más robusta que su atacante pudo escapar y lo denunció en la Policía.

Los agentes finalmente lo detuvieron, al principio no creyeron que el hombre de contextura frágil era el asesino en serie más brutal que se haya conocido en Machala, pero él les dio detalles inequívocos al confesar detalladamente la manera como asesinaba y donde dejaba los cadáveres.

Incluso los agentes lo llevaron a diferentes sitios a los que describía ya que seguían dudando de que fuera el asesino en serie que buscaban. Sin embargo, el hombre con sangre fría les reclamó por querer confundirlo y los llevó a los sitios exactos de los crímenes.

Además en sus declaraciones a la Policía, el asesino comentó a los detectives con el mayor desparpajo que “primero les ponía una mano en la boca, la otra en la garganta y así las mataba, pero para asegurarme luego las ahorcaba con una cuerda o alambre”.

El oficial de Policía Fausto Terán, que estuvo a cargo del caso, recuerda que este asesino era un hombre calculador, manipulador y de un sadismo superlativo. “Según me confesó Chamba, no practicaba penetración vaginal a sus víctimas. Prácticamente les ensartaba un instrumento similar a un bastón, que había mandado a fabricar expresamente. A muchas las ensartaba con tal violencia que el instrumento salía por sus bocas”.

Algo que llamó, también, la atención es que Gilberto, según sus vecinos, era considerado como un tipo tranquilo que tenía esposa e hijos y aparentaba una vida familiar común y corriente.

Al declararse autor de las muertes de las 8 mujeres, la justicia lo condenó a 16 años de reclusión mayor, pero por la ley del 2 por 1, implementada en Ecuador en 1998, logró salir en 2000.

Una vez afuera pidió ayuda a sus hermanas que residían en España para que lo recibieran, ante lo cual el sujeto de alguna manera se ideó para que le borraran los antecedentes penales y viajó a Madrid con su récord policial totalmente limpio.

El 9 de noviembre de 2000, Gilberto llegó a España, donde sus 2 hermanas lo recibieron cuando aterrizó en el aeropuerto de Barajas, en Madrid.

Una vez en la ciudad efectuó diversos trabajos e inició una vida relativamente normal junto a su familia, incluso convivió con varias parejas.

En 2004 consiguió trabajo, cuidando la zona del parque en el complejo de entretenimiento Illa De L’oci, cerca de la Facultad de Derecho de la localidad de Lleida. También colaboraba en la limpieza de las salas de cine.

Esta labor volvió a prender la llama asesina del hombre que empezó a molestar a las estudiantes que dejaban sus carros en el parqueadero, a quienes les pedía sus números telefónicos con el pretexto de llamarlas por si ocurría algo y luego les hacía llamadas obscenas anónimamente.

María Isabel Bascuñana, estudiante de Derecho que vivía en la localidad donde trabajaba Gilberto, solía dejar su carro en el aparcamiento que cuidaba el criminal.

La noche del 23 de noviembre de 2004 María Isabel fue vista por última vez, minutos antes, había llamado a sus padres para decirles que no cenaría en casa. Dos días después su cuerpo fue encontrado en un sector cercano al cine de Illa De L’oci: tenía un pañuelo atado al cuello, estaba metido en una funda de basura y presentaba signos de haber sido salvajemente violada.

Tras una investigación, la Policía detuvo a Gilberto. En el juicio comprobaron que el semen hallado en el cuerpo de la joven coincidía con su ADN y, finalmente, el homicida fue condenado a 45 años de prisión, en un proceso que conmocionó a España.

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