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Las cárceles del país van en busca de una paz interna duradera

Las cárceles del país van en busca de una paz interna duradera
PPL detenidos tras un motín en la cárcel de Ambato. Cortesía
23 de agosto de 2020 - 21:11 - Especial para El Telégrafo

¿Cómo detener los brotes de violencia intracarcelaria y los recientes enfrentamientos y muertes que han conmovido a la sociedad? Como en toda situación de conflicto, con el diálogo, con la certeza de que es posible generar un acuerdo de convivencia y fraternidad.

En Ecuador existen 53 cárceles y 37.600 detenidos que habitan en estos lugares. Es un número alto que, sin embargo, se puede controlar con estrategias que apunten, primero, a las Personas Privadas de la Libertad (PPL) que desde su voluntad y su decisión tengan el deseo de mejorar el entorno cotidiano y ser parte de una firme y duradera conciencia de paz.

¿Cómo empezar? ¿Cuál es el punto de partida del diálogo?

Hasta ahora, todo va bien. Mucha gente se ha sorprendido que en El Turi de Cuenca, El Rodeo de Portoviejo, la cárcel de Latacunga y el Centro de Rehabilitación Social de Guayaquil los detenidos conversaran con las autoridades y hayan llegado a consensos que deben ser el origen de una nueva etapa en el sistema carcelario.

La idea de la SNAI, cuyo director nacional es el general Edmundo Moncayo, ha sido empezar con sus principales subalternos y colaboradores la socialización de un plan sencillo pero persistente que llegue hasta los detenidos con ideas que van desde lo básico (el buen trato y el respeto a la dignidad humana) hasta la búsqueda de maneras de colaborar con las necesidades de la sociedad, como fue la elaboración de ataúdes, trajes de bioseguridad, mascarillas y gel para colaborar con quienes más lo necesitan en la terrible pandemia que vivimos.

¿Cómo se inscribe dentro de esos planes de paz interna la reciente y sorpresiva actitud de los PPL que han decidido entrar en un proceso de desarme que consiste en entregar a las autoridades todas las armas artesanales que cada detenido posee?

Precisamente, en aquellos cuatro centros penitenciarios ya citados, que tienen una importancia clave por su ubicación, es donde ha empezado el desarme, un desarme que nunca debe terminar porque hay planes para consolidar en el propio PPL que es un ser humano útil, que cuando se abra la celda y se vaya para siempre de allí salga con experticias en distintas áreas para involucrarse en la sociedad como un elemento útil.

Una lucha cotidiana

Ellos son los más valiosos PPL, los que tienen claro que no solo se respetan sus derechos sino que el Estado les da la posibilidad de aprender para reinsertarse en la vida del cada día.

Pero seríamos ingenuos si creyéramos que es fácil. Siempre habrá intransigentes, incrédulos y gente que desafíe a las autoridades sin entender que al no sumarse al actual proceso quedará fuera de las posibilidades de que la sociedad la recoja y establezca un pacto de productividad y de no agresión.

En la SNAI (la secretaría encargada del sistema carcelario) tienen objetivos y esperanzas. Las recientes ceremonias de devolución de armas artesanales, en sorprendentes cantidades, provocan mucha fe en los proyectos. Cuando uno ve esos rituales de entrega de armas, en especial en lugares complejos como la cárcel de El Rodeo, de Portoviejo, o la Regional de Guayaquil, tiene esperanza en que lo que está ocurriendo no es solo una iniciativa aislada sino una parte de un gran objetivo como es el de conseguir una paz interna duradera donde se generen buenas noticias y donde el respeto al otro sea una luz permanente para mejorar la vida allí adentro.

Con acuerdos como estos es posible aislar a los intransigentes que piensan que tienen el control de las cárceles. 

Con acuerdos y con ejemplos. Lo que ocurrió en El Turi hace una semana y media fue vital. Ver a los detenidos en una actitud pacífica disputar intensamente un campeonato de fútbol y luego compartir con ellos un almuerzo gracias a la empresa encargada de dar alimentación a los PPL.

Ellos no solamente están para fabricar cofres mortuorios sino para trabajar muchas cosas desde adentro. En la semana que termina, por ejemplo, los PPL de Guaranda decidieron elaborar pupitres para que cuando vuelvan a clases los niños más pobres encuentren un espacio de dignidad.

Los beligerantes no son todos

El general Moncayo afirma que es minoritaria la proporción entre beligerantes e intransigentes comparada con la mayoría de PPL que quieren una vida diaria sin conflictos, sin peligros, solidaria y productiva. Aquellos son pocos. Estos son muchos, expresa.

“Hay mucha gente que quiere rehabilitarse, hay mucha gente que quiere vivir en armonía y tranquilidad y nadie tiene el derecho a impedir que lo haga”, afirma, convencido, el director de la SNAI.

Todo esto no quiere decir que las cosas cambiarán de un día para el otro. El sistema carcelario es, en muchos países, uno de los problemas más graves que existen dentro del Estado. Pero de eso se trata, de tomar por los cuernos el desafío y transformar todo lo que hay que transformar.

Pacificar significa dialogar y dialogar significa consensuar. La actitud de los PPL que ya han hecho las entregas es tan razonable que en el centro carcelario de Guayaquil hasta aparecieron dos armas de fuego. Este gesto es sumamente valioso porque es un símbolo del acuerdo de convivencia que estamos buscando. Y es un gesto que implica la voluntad de las personas de seguir cultivando un ambiente cada vez menos tenso y de no seguir liderazgos que no llevan a ninguna parte.

“Creemos que la gran mayoría de PPL van a plegar a esto. Lo hemos visto ya en cuatro cárceles consideradas difíciles y todo ha salido bien. Estamos claros que en la entrega de armas, lo más probable es que no estén todas las que poseen los PPL, pero, repito, hay que valorar la actitud de dar un paso en dirección a la paz”. (I)

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