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Ecuador, 23 de Mayo de 2025
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El Telégrafo

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Una lección histórica que ha generado varias pedagogías y todavía debe cerrar heridas

A Ecuador le sobran casos y acontecimientos históricos para aprender y sacar las mejores lecciones: la conquista española, las guerras de Independencia, el asesinato a Eloy Alfaro, la crisis económica de los años 20 del siglo pasado, la llamada Gloriosa de los años 40, los golpes militares de las últimas décadas del siglo XX, etc.

En cada uno de ellos hay un factor común: las clases oligárquicas se han servido de las tensiones sociales y políticas para imponer su modelo, sus imaginarios y también sus metáforas. De hecho, hace poco se comentaba que la lucha de poder es precisamente para imponer las metáforas de los actores en disputa.

Y en el caso del 30-S, que hoy cumple dos años ya, también se quiso imponer una metáfora política: la Policía es intocable, una entidad que con una supuesta autonomía puede hasta amenazar la vida de un presidente de la República.

Y a ello contribuyeron esas fuerzas políticas, que sin autoridad y menos legitimidad auparon la violencia al interior de la gendarmería. Por eso hay una pedagogía en desarrollo: las instituciones no son entes neutros y amorfos, requieren de políticas y de normas claras por encima de las personas que las dirijan, aunque éstas contribuyan con su sello.

La Policía ahora ya es una institución que no puede pensarse sola y aislada de la sociedad y del Estado a los que se debe. Y, que quede claro, las armas que usa no son para defender sus intereses. Una fuerza armada en un Estado de derecho se somete al poder civil. No hay duda alguna.

Y la lección pendiente es que se conviertan, desde sus más altos rangos, en funcionarios públicos con absoluto espíritu de servicio, garantizando sus derechos y los de toda la ciudadanía. Eso, que parece fácil decirlo, es una tarea de todos los días.

Por lo pronto, ahora se cumple en gran medida, gracias a dos hechos puntuales: una legítima autoridad civil que ha impuesto lo que ordena la Constitución y unos mandos que entendieron dónde está su mejor cualidad: orden, disciplina y servicio, para mejorar la democracia.

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