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El Telégrafo

Para despedirse de Chávez hay que hacer una fila de 25 cuadras

Para despedirse de Chávez hay que hacer una fila de 25 cuadras
Foto: AFP
09 de marzo de 2013 - 00:00 - María Elena Vaca, enviada especial a Caracas

La cruz de La Aguaira, que solo se prende cada diciembre como símbolo del fin de año, está encendida ahora en Caracas, en pleno marzo. La luz simboliza término, pero para los miles de simpatizantes del presidente venezolano fallecido esto no es así. “Chávez no ha muerto, Chávez está vivo”, gritan en los exteriores de la Academia Militar las personas que pugnan por ver por última vez al comandante.  

No les importa que la peregrinación tome días y que puedan estar apenas un segundo frente al féretro. Hay quienes se santiguan, aprietan sus puños con fuerza, le dan besos volados, lloran o gritan; las personas con discapacidad piden que sus familiares los ayuden a verlo, mientras los militares se cuadran. “No se detenga, siga, siga, no se detenga”, repite la escolta.

Al estar frente al ataúd, el corazón palpita y la fragancia que desprenden cientos de arreglos florales  envuelve. “Proclamo que es la verdad mi principal virtud, ella es mi mejor herramienta de trabajo” se lee en una pequeña insignia en la puerta de ingreso al vestíbulo  de La Casa de los Sueños Azules.

Hasta llegar allí, cientos de sábanas cubren las paredes de la Academia Militar con leyendas como: “Chávez somos todos” y “Gracias por abrir paso a nuestra liberación”, que son parte de los grafitis ciudadanos que decoran los enormes telares, escritos con bolígrafo por los ciudadanos.      

Son casi las 19:00 y miles de personas pugnan por ingresar. En las afueras, niños, ancianos y adultos duermen sobre el césped, cobijados con camisetas rojas que llevan como eslogan “Yo soy Chávez”. En ocasiones la desesperación se apodera de ellos y entre empujones y gritos batallan por entrar.

Dos pantallas gigantes resultan insuficientes para que los asistentes vean lo que ocurre en la velación. Son muchas las madres, que con sus niños en brazos, hacen fila de pie a lo largo de  25 cuadras.  

“Yo he estado siempre con mi comandante, déjenme verlo, trabajé mucho por su causa”, discute una mujer con un militar. La madre de familia confiesa que ha permanecido dos días en el lugar y exige ver a su líder. “Yo soy pueblo”, grita enérgica. Tiene que esperar, le responde el uniformado, y le recuerda que su turno vendrá luego de más de 100 personas.

Reza para poder tener fuerzas para ingresar porque no ha almorzado. Una botella con agua –que regalan los militares a los visitantes- es lo único que ha ingerido en la extensa jornada. “Alerta, alerta, alerta que camina, la espada de Bolívar por América Latina”, se escucha y con ello finaliza la riña.   

Adentro, la bandera de Venezuela cubre el brillante cofre de madera. Cuatro cirios encendidos y un gran crucifijo de oro comprenden el anillo de protección, que está resguardado por cientos de escoltas presidenciales que forman una calle de honor. A la sala no se permite el ingreso de periodistas, tampoco de fotógrafos ni camarógrafos. Más de 200 guardaespaldas impiden tomar imágenes. “Te rompo la cámara”, advierten con tono amenazante.

Chávez parece dormido, pero en su rostro desapareció el carmín de las mejillas.  Allí reposa –intacto- con su uniforme verde y su boina roja. Su madre llora incansablemente. Sus hijas reciben abrazos de los visitantes. El mismo gesto hace el presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien llegó el jueves en la noche a la Academia Militar junto con su esposa Anne Malherbe.     

Luego de saludar, la pareja se detiene frente a la capilla ardiente. No emiten sonido alguno, solo cruzan las manos, mientras lanzan una triste mirada a Chávez. El llanto de Elena Frías, madre del comandante vencido por el cáncer, los devuelve a la realidad.

150 AUTORIDADES CONFORMARON LA DELEGACIÓN NACIONAL

La delegación ecuatoriana estuvo conformada por más de 150 autoridades, entre ministros y asambleístas ecuatorianos.

El canciller Ricardo Patiño y los ministros de Defensa, María Fernanda Espinosa; de la Política, Betty Tola, y del Interior, José Serrano, formaron parte de la comitiva.

También el presidente de la Asamblea Nacional, Fernando Cordero, y la legisladora nacional electa, Gabriela Ribadeneira.

Todos se muestran compungidos, algunos fruncen el ceño mientras la marea roja grita “no se ha ido, vive y vivirá”. Los ecuatorianos estuvieron casi hasta la medianoche.

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